No…

Permanecer y transcurrir

No es perdurar, no es existir

Ni honrar la vida

Hay tantas maneras de no ser

Tanta conciencia sin saber

Adormecida.

Merecer la vida no es callar ni consentir

Tantas injusticias repetidas

Es una virtud, es dignidad

Y es la actitud de identidad

Mas definida.

Eso de durar y transcurrir

No nos da derecho a presumir

Por que no es lo mismo que vivir

Honrar la vida……….

No…

Permanecer y transcurrir

No siempre quiere sugerir

Honrar la vida

Hay tanta pequeña vanidad

En nuestra tonta humanidad

Enceguecida

Merecer la vida es erguirse vertical

Mas allá del mal, de las caídas.

Es igual que darle a la verdad

Y a nuestra propia libertad

La bienvenida.

Eso de durar y transcurrir

No nos da el derecho a presumir

Por que no es lo mismo que vivir

Honrar la vida.

(Cantante: Norma Elena Gadea, canción en su disco recopilatorio “Lo esencial”.)

Hace días que no paro de escuchar una y otra vez esta canción incluida de un CD de esa enorme, en todos los sentidos, cantante Nica que es Norma Elena Gadea. Apareció como por arte de magia, pues lo hacía prestado a algún amigo, durante mi “eterna” mudanza. Y es que, de nuevo, nada es casual………

Que grande es Norma Elena y que sabia en la elección del titulo de este CD recopilatorio que vehementemente os recomiendo. Ella si que ha sabido reunir en cada una de las notas de este regalo musical que es todo su disco, lo más bello e importante de este ratito al que todos hemos sido invitados a disfrutar, y que es la vida. A tumba abierta, desprovisto de florituras vanidosas y máscaras defensivas, nos recuerda “LO ESENCIAL”.

Y es que a priori nunca pensé que una mudanza pudiera convertirse en una “experiencia religiosa”. Más que nunca tengo la sensación de estar viviendo una lenta agonía. Como un náufrago a punto de ahogarse, contemplo cada día, y al contrario de lo que cuentan aquellos que han sobrevivido a dicha circunstancia, a cámara lenta, la película de mi biografía.

[A la vez que escucho a Norma Elena, me pregunto ¿Hay honor en esta mi vida?]

Porque si bien un traslado es siempre fuente de ilusión por lo que significa de inicio de una nueva etapa vital, y como tal he tenido el privilegio de vivirlo de primera mano en los múltiples traslados que como cooperante he realizado, ésta mudanza de Madrid tiene un matiz especial. Siempre he procurado en mis periplos por el mundo viajar ligera de equipaje físico, a diferencia del sobrepeso emocional con el que siempre he cargado. Y no solo por una cuestión práctica obviamente, sino porque poco a poco te vas dando cuenta del poco valor que tienen las cosas materiales frente a las emociones y enseñanzas que acumulas en tu interior, y las cuales paradójicamente suponen a largo plazo un lastre mayor, aunque eso sí, mil veces más poderoso. Pero ésta vez el traslado supone dejar atrás más de 40 años de vida en la casa familiar, a lo largo de los cuales he ido acumulando un número incuantificable de “chunches” y pellizquitos sentimentales.

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Mis manos se deslizan estos días por las tapas de libros que me conmovieron y me mantuvieron noches y noches sin dormir, alguno incluso con dedicatorias de amor y amistad que al releerlas hoy me dibujan una sonrisa agridulce en el rostro; Vuelvo a escuchar discos cuyas melodías evocan momentos gloriosos; Contemplo fotografías que me acercan a personas queridas. Algunas de las cuales emprendieron un viaje sin retorno, y que el papel me permite volver a acariciar; Me reencuentro con prendas antiguas que aún mantienen un olor familiar y cuyo tacto me hace soñar.

Me encuentro indefensa frente al espejo que crudamente cada día, sin luces de feria ni artilugios imaginarios, me muestra lo que soy hoy, fruto de lo que he vivido. Y mientras lleno cajas y cajas a la vez que escucho a Norma Elena, me pregunto ¿Hay honor en esta mi vida?.

Y es entonces cuando la mudanza toma un cariz esperanzador, pues se convierte en una encrucijada, donde tras esta revisión vivencial, se me abre la posibilidad de decidir una vez más que rumbo tomar a partir de ahora. Pero para llegar a ese cruce de caminos, hay que solventar antes un callejón sin salida. El traslado me obliga a tomar decisiones ante las que mi manido y efectivo siempre recurso, prestado de Scarlett O´Hara, “ya lo pensaré mañana”, no tiene cabida: ¿Que me llevo y que dejo en el camino? En resumen que es LO ESENCIAL.

Ante este concepto de “Lo Esencial”, no hago más que pensar cuan relativo es, y que tan completamente diferente puede ser el contenido de este término en función de donde nos haya tocado nacer y que circunstancias afrontar. Y es que frente a mi disyuntiva, casi anecdótica bajo una reflexión superficial, de decidir que cachivaches meto en las maletas para esta nueva andadura, hay miles de personas en el mundo cuya escala de necesidades frente a lo esencial es infinitamente distinta. Hay personas para las que comer todos los días, poder residir en su lugar de origen, opinar libremente y vivir sin miedo a ser asesinados son lo esencial.

[En Colombia descubrí un país de una diversidad y belleza natural impresionantes]

Baste recordar que de acuerdo con la FAO y el PMA, en el mundo hay más de 800 millones de personas en situación de inseguridad alimentaria*, 5 millones de niños y niñas mueren al año por desnutrición y 100.000 personas fallecen cada día por la misma causa. Y todo ello, a pesar de los datos del mismo Programa Mundial de Alimentos que indican que hay suficientes recursos en el planeta para alimentar a 12.000 millones de personas, dos veces la población actual.


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Después de varios años de andadura con el PNUD por Centroamérica, a finales del año 2003 me uní al equipo del Programa Mundial de Alimentos en Colombia, y como dice uno de mis mejores amigos, todavía hoy trabajando en éste organismo, tratando de contribuir al cumplimiento de uno de los principales derechos de los Seres Humanos, “ ….y hablando de derechos, uno esencial es el del estómago”.

En Colombia descubrí un país de una diversidad y belleza natural impresionantes. Aunque mi base estaba en la capital, Bogotá, mis labores de coordinación de las suboficinas, me permitió viajar y conocer muchas áreas del país: Desde Antioquia, Medellín, hasta el Magdalena, Barrancabermeja y Bucaramanga, pasando por Cartagena de Indias, Valledupar (cuna del Vallenato), Cúcuta, y mi siempre añorada Región Afro Colombiana anexa a Panamá, El Chocó, con su inmenso e hipnotizante río Atrato. Un país habitado por una población diversa y maravillosa, a la que vez que tremendamente castigada. De hecho el conflicto Colombiano que dura ya más de 30 años sigue siendo injustamente un gran olvidado, cuando la realidad es que sufre una de las crisis humanitarias y de violación de los Derechos Humanos más importantes del mundo.

Todavía resuena el eco de las palabras que le escuché pronunciar al Secretario General Adjunto de la ONU para Asuntos Humanitarios, Jan Egeland, quien en una visita oficial a las miles de familias desplazadas por el conflicto armado que vivían en la archiconocida como destino turístico y admirada por su belleza, Cartagena de Indias, denunció: “Si no me dicen donde estoy, juraría que me encuentro cualquier país de
África”.

El problema de los desplazados internos en Colombia es una de las situaciones más graves del mundo. El Gobierno de Colombia estima que hay entre 2,5 y 3 millones de Desplazados Internos en el país, siendo 1.796.508 los registrados en el Sistema Único de Registro (SUR), hasta el 30 de abril de 2006. Según datos de la Consultoría para los Derechos Humanos y el Desplazamiento (CODHES) 3.662.842 personas han sido desplazadas por la violencia hasta el 25 de octubre de 2005 y día a día esta cifra aumenta producto de la violencia política asociada al conflicto armado interno. Un buen análisis del conflicto puede encontrarse en el informe de Desarrollo Humano del 2003 elaborado por el PNUD “ El Conflicto, un Callejón con Salida”.

Los desplazados internos lo pierden todo, abandonan sus hogares, bienes y medios de vida y están en constante peligro, ya sea de ser objeto de represalias o que un nuevo brote de violencia haga necesario desplazarse nuevamente, y empezar de cero.

[Porque vivir debería ser un interrogante constante]

¿Qué se convierte en lo esencial para una niña de 15 años que tiene en sus brazos y cuida con esmero dentro de su candidez e inocencia a su segundo bebe de seis meses, en medio de un estercolero con un hedor insoportable?. ¿Y para la familia de los dos profesores que murieron asesinados a balazos delante sus propios alumnos, niños y niñas de menos de 7 años, durante el desarrollo de sus tareas educativas en uno nuestros colegios integrados en el Programa de PMA de Alimentos por Educación?.

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¿Qué pasa a ser lo esencial para los propio trabajadores humanitarios que nos pasábamos hasta una semana embarcados en Pangas a lo largo del rio Atrato tratando de llevar alimentos a miles de poblaciones indígenas desplazadas carentes de todo , y que para ello debíamos pasar más de diez controles de la guerrilla con el único apoyo de un teléfono satelital?.

En múltiples visitas nuestras contrapartes locales tuve que ver como con el mayor de los descaros teníamos siempre pegados a algún informante ya sea de la guerrilla o de los paramilitares escuchando lo que hablábamos y acordábamos, y el temor que esto producía en nuestros colaboradores y habitantes de la zona.

Los ojos se me empañan con las imágenes de los actos conmemorativos en recuerdo de la masacre de Bojayá en el Chocó donde 119 civiles, 44 de ellos niños, fueron asesinados en la escuela de Bellavista.

Sin ir más lejos, acabo de regresar de Ivankov, región de Ucrania cercana a la central de Chernóbil, donde un número importante de niños y niñas viven en orfanatos, donde a pesar de tener sus necesidades básicas alimentarias digamos que más o menos cubiertas, sus miradas y comportamientos me transmiten carencias igual o más importantes: las de la falta del afecto y el cariño que te puede transmitir una familia estable y gente que te cuide y que te quiera.

Porque al final, lo esencial en nuestras sociedades en donde la necesidades básicas están cubiertas para una gran mayoría de la población, debería guiarse más por el ser que por el tener.

Y termino recordando con una sonrisa mi mejor momento de estos últimos días: escuchar las palabras sentidas de un compañero de trabajo con quién viajé a Ucrania, y que solamente a unas horas después de nuestro regreso se me acercó y me confeso que no paraba de plantearse durante toda la mañana frente a su ordenador: ¿Qué objeto tiene mi vida?, ¿Para que sirve lo que hago?

Porque vivir debería ser un interrogante constante.

Ojala que lo esencial para todos fuera ¡Honrar la Vida!

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* Según la definición de la Food and Agriculture Organization (FAO): “Existe seguridad alimentaria cuando todas las personas tienen en todo momento acceso físico y económico a suficientes alimentos inocuos y nutritivos para satisfacer sus necesidades alimentarias”. Los tres pilares por tanto de la seguridad alimentaria son: disponibilidad, accesibilidad y utilización de los alimentos, con lo que su realización implica el cumplimiento de las siguientes condiciones:

Una oferta y disponibilidad de alimentos adecuados

La estabilidad de la oferta sin fluctuaciones ni escasez en función de la estación del año

El acceso a los alimentos o la capacidad para adquirirlos

La buena calidad e inocuidad de los alimentos.