Me permitiría resumir esos elementos en tres: el “volantazo neoliberal”, la desigualdad socio-económica y la crisis política.

Los supuestos de dominio del capital financiero en detrimento del capital productivo, la crisis de un sistema financiero “hipertrofiado” por la exuberancia crediticia y la explosión inmobiliaria, la socialización de pérdidas mediante los rescates y el aumento de la deuda pública, la utilización del euro para ahondar las diferencias en las bases productivas centro/periferia de Europa y el sobre-endeudamiento de los países de la segunda (España, Portugal, Grecia, Italia e Irlanda) respecto del primero (Alemania, sobre todo) constituyen una parte fundamental del denominado “volantazo neoliberal”.

“Volantazo” que no estaría completo si no se añadieran la reducción indiscriminada del gasto de las administraciones, la privatización de los servicios públicos y las reformas laborales (basadas en facilitar el despido, reducir los salarios e inhabilitar la negociación colectiva), que conforman la agenda dominante de la política económica y utiliza la crisis como coartada para imponer los intereses de unas élites económicas minoritarias.

La economía española ha estado -y está cada vez más- caracterizada por una evolución de las rentas del capital mucho más rápida que las rentas del trabajo, la erosión de la capacidad redistributiva del Estado tanto por el lado de los ingresos como de los gastos, la discriminación de las mujeres ante el empleo y los salarios (sin olvidar el impacto negativo sobre las mismas del desmantelamiento de servicios sociales básicos: cierre de escuelas de 0 a 3 años, comedores escolares, abandono de la ley de dependencia y de la conciliación trabajo-familia) y el aumento brutal del desempleo. Características, todas ellas, que redundan en el mismo efecto: el aumento de la desigualdad social y económica.

Esta desigualdad es la otra cara de una misma moneda: la concentración del poder en manos de grupos oligárquicos que dominan las decisiones públicas a través de sus “lobbies”, las “puertas giratorias” que permiten el acceso desde los ministerios a las grandes empresas y viceversa, las fuertes conexiones entre grandes propietarios/medios de comunicación/y bancos y la adopción de decisiones antidemocráticas por parte de la “troika” (Comisión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional).

Además, la subordinación del Parlamento ante un Ejecutivo que gobierna por decreto e incumple su propio programa electoral, la falta de democracia y transparencia de los grandes partidos políticos, la corrupción extendida e incesante, la pérdida de credibilidad de las organizaciones sindicales y patronales, las restricciones de las libertades democráticas, la intensificación de la represión policial y la indiferencia hacia los intereses de los ciudadanos conducen a la desafección de la política y a la llamada “crisis de régimen”.

Pero el Colectivo Novecento, contra viento y marea, reivindica la política. Porque sabe que la política es el gobierno de la cosa pública, porque no ignora que si no haces política te la hacen, porque es consciente de que cuando se ataca la política hay que protegerla, porque sin participación activa y representatividad ciudadana el ejercicio de la política se deteriora y porque sin respeto por lo público y la democracia económica, no se puede responder al interés común.

En definitiva, estamos ante un libro que defiende la “política, la palabra, la crítica, el respeto y el compromiso para construir una democracia”, extraordinariamente eficaz para “concienciar” a los sujetos sociales de los cambios profundos de carácter constituyente que necesita España y Europa, y avanzar en la organización política que permita transformar la correlación de fuerzas vigente en favor de los intereses de las grandes mayorías de esta sociedad.

 

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