Las inversiones necesarias, domésticas o del pueblo, se hacían realidad con ayudas del hoy por mí, mañana por ti, una ‘deuda’ siempre posible de satisfacer.

Y sin darnos cuenta, todas y todos somos ya mucho más individualistas y tenemos una economía capitalista que reemplazó tangibles esfuerzos colectivos por préstamos o créditos bancarios de monedas virtuales. Las empresas se expanden a base de créditos,  los bancos, para ganar más, se endeudan con otros bancos y los estados emiten deuda pública para mantener funcionando el supuesto bienestar. No parece existir ningún límite físico a la hora de ampliar esta bolsa de deuda, nos hemos creído que su crecimiento puede ser infinito.

Como explica Joan Martínez Alier, vivimos y mantenemos un edificio económico insostenible. En el ático está instalada la economía especuladora que, al vertiginoso ritmo de la avaricia, exige a la economía productiva del entresuelo, que traslada las demandas a la Naturaleza (la planta baja y el subsuelo) la cual no puede ofrecer los recursos ecológicos suficientes que le piden quemar en la caldera del edificio: es material y energéticamente imposible producir a ritmos tan infernales.

Y ya tenemos ejemplos como  EEUU colapsado  por no poder afrontar la deuda que ha supuesto tener las calderas a toda máquina; o multinacionales como Pescanova que no podrán pescar merluzas o lenguados al ritmo que les exige los intereses de su endeudamiento; e incluso empresas como Panrico, con grandes ventas, no encontrará consumidores de donuts suficientes para su recuperación.

Dice la Historia que la primera señal de agonía de cualquier imperio es la entrada en decadencia de sus dioses. Si el Crecimiento y el Consumismo llegan a su agotamiento ¿será que se anticipa el fin del capitalismo?.

gustavoduch

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