inda01_560x280Se anunció que un equipo del programa se había infiltrado en la Facultad como si lo hiciera en Beirut o Irak, los reporteros filmaron a grupos de estudiantes sentados en el suelo debatiendo o simplemente hablando de sus cosas y deambulando de un lado para otro. Los intrépidos reporteros iban comentando, procurando no elevar el tono de voz, las pintadas que aparecían en las paredes similares en expresiones de libertad y de opinión a las de cualquier facultad en cualquier universidad española. Trataban de demostrar que aquello era un feudo de Podemos y todos aquellos jóvenes de aspecto informal no eran más que chavistas preparados para cometer tropelías como votar a la formación de Pablo Iglesias. El equipo lo hacía de una forma vergonzante y temerosa como si estuviesen en tierra hostil, dispuestos a escapar por piernas si alguno de aquellos jóvenes sacaba una bandera roja o les daba un abrazo. En su paranoia les pareció advertir que un estudiante les estaba grabando, incluso le recriminaron. El joven lo negó y ellos mantuvieron su sospecha y su recelo como si de un mafioso se tratara. En todo caso si el estudiante les grababa hacia lo mismo que ellos: un reportaje a extraños.

 A tanto llegó el kafkiano reportaje que el cabecilla del equipo describía sus impresiones con filtros que ocultaban su cara, nunca mejor dicho. Hablaba de miedos y con miedo, lejano a la Universidad  y a la juventud actual. Para él era un mundo extraño y peligroso lleno de izquierdosos y de pringosas coletas, rogelios y sociatas; el rojerío, como nos llamaban a los universitarios en tiempos del franquismo. Y todas las pintadas, incluido un cartel de propaganda de Coca Cola tuneado  recomendando no consumirla, mensajes de las dictaduras  cubana y venezolana. Todo un despropósito. Hasta aquí me pareció una estupidez, pera cada uno hace lo que sabe o lo que le mandan; pensé que la culpa era mía por haberme detenido en la cadena del barrio de Fuencarral.

Pero lo más indignante fue cuando la presentadora pidió la opinión de los contertulios. Uno de ellos, el primero en responder, dijo algo muy sensato preguntando qué era lo que había de raro, de malo o de alarmante en la actitud de los estudiantes o en sus respuestas: decían y manifestaban lo que pensaban con total normalidad. Pero tomó la palabra Eduardo Inda, ex director adjunto de “El Mundo” y habitual contertulio en varios programas, para confirmar todos los temores que el partidista reportaje había vertido. Salieron sus fijaciones sobre la dictadura venezolana, el peligro de Podemos y la actitud de sus dirigentes. Para cerrar dijo un frase engolada y preparada sobre la Universidad. “¡Aquello!, que debería ser el templo del saber…” ¿Significa, señor Inda, que el que los estudiantes pinten y opinen, que no lleven sus elegantes corbatas o crean que es posible un cambio en la forma de hacer política es contrario al saber y a la cultura?¿Cree que cultura o sabiduría son los programas de tele 5, sus opiniones o una Universidad domeñada por un poder corrupto e ignorante?¿Piensa que ir cómodo y sentarse en el suelo es un síntoma de desconocimiento o incapacidad para pensar? Mírese en el espejo y analice su capacidad de entender lo que está pasando. Ya le van quedando pocas opciones.