Políticos y periodistas de esos que llamamos de derechas o conservadores y que no les gusta conservar nada, ni una sanidad decente, ni una educación digna, ni la protección del medio ambiente, se desgañitan estos días anunciando que la ciudad de Burgos votó con una amplia mayoría al partido que hoy gobierna la ciudad y que la llamada izquierda trata de ganar en la calle lo que no pudo ganar en las urnas. Es decir, una vez en la poltrona, amparados por una democracia que les causa más de un sarpullido cuando la nombran, pretenden que les dejen mangonear a su antojo.

Pero el barrio de Gamonal de la ciudad de Burgos, ha conseguido parar un proyecto urbanístico que no quería. El Pueblo ha hablado. Y eso no tiene nada de especial, porque los políticos están al servicio del Pueblo y no de las constructoras y los mercachifles de siempre. ¿Y eso les sorprende o les asusta?

Como digo, y por fortuna, se ha hablado y se hablará mucho del tema. Porque en otras ciudades, también han salido a la calle para apoyar las reivindicaciones de las gentes de Gamonal, que en vez de imperiales avenidas, quieren que los fondos sean destinados a crear puestos de trabajo y a mejorar su calidad de vida. Porque el problema es común en muchos otros lugares.

La participación ciudadana es primordial en cualquier democracia que se precie, de ahí su nombre. Las juntas de distrito, y las asociaciones vecinales, son las encargadas de encauzar las voluntades de los habitantes de los barrios. Sin embargo, cuando el proyecto tenga una dimensión, un costo o una repercusión extraordinaria, no sobraría un referéndum ciudadano sobre el interés y la necesidad de gastarse los presupuestos en ello, cuanto hay tanta necesidad y tanto desempleo. Ya sé que, a los del sarpullido, cuando se les menciona la palabra referéndum o consulta popular, se les llevan los diablos, porque históricamente están acostumbrados a vernos callados.

Y no se trata de preguntar si es conveniente arreglar ésta o aquella calle; de hacer una consulta sobre los vertidos o en qué lugar celebrar la Feria del Libro o las fiestas del Patrón de la ciudad. Pero sí es necesaria la opinión popular en aspectos tan importantes como solicitar unas Olimpiadas o una Exposición Internacional; volver a implantar el tranvía o instalar el metro en las ciudades que no lo tienen; o hacer una gran avenida que atraviese un barrio que no la ha solicitado y gastarse 8 millones, cuando se deben 90. Porque todos los ciudadanos tienen derecho a enjuiciar sobre algo que transforme en profundidad su ciudad y afecte seriamente a sus bolsillos. Máxime cuando detrás de estas grandes infraestructuras acostumbran a existir intereses particulares, que favorecen casi siempre a los mismos; gobierne quien gobierne.