Según las declaraciones del propio Director General de la Guardia Civil al Correo Gallego del 4 de agosto del 2012, esas fueran las recomendaciones de su abuela que terminaban con una seria advertencia: “No me obligues a leerte la cartilla…”

La desgraciada tragedia de los inmigrantes subsaharianos, que costó la vida a quince de ellos, pone de nuevo en el candelero la necesidad de establecer una política clara sobre las medidas a tomar y la forma de actuar en nuestras fronteras con Marruecos. Al margen de todas las razones e interpretaciones, hay dos puntos que  deben destacarse y que no entran en discusión: El primero es que  los inmigrantes son seres humanos que buscan una mejor solución para sus vidas, y así deben de ser tratados. El segundo, que la Guardia Civil ha demostrado reiteradamente su buen hacer y su eficacia, y sobre todo, su labor humanitaria. Por tanto la cuestión a dilucidar  no está sólo en las actuaciones, sino  en las órdenes  recibidas y quién  las dio.

He visionado las cintas donde aparecen más de trescientos inmigrantes tratando de sobrepasar nuestra frontera. No debe ser un plato de buen gusto para ningún guardia civil ver como cientos de personas, en grandes oleadas, tratan de rebasar el puesto fronterizo y legalmente su obligación es la de rechazarlos.  Sin embargo, la forma, los medios y el procedimiento deben de estar protocolariamente establecidos y es obvio que no los deciden ellos. El verdadero y último responsable es quien les dirige.

Por eso, cuando su director general insiste en que “Nunca se hizo uso de material antidisturbios directamente sobre los indocumentados” y  niega que los ocho emigrantes que arribaron a nado al lado español  fuesen “devueltos en caliente” a Marruecos, y vemos en los vídeos  los disparos de aviso o de limitación y la entrega inmediata (más en caliente no puede ser) de los ilegales, únicamente quedan dos posibles interpretaciones: o Fernández de Mesa  miente o no se entera. Y cualquiera de las dos  exige la dimisión o el cese de don Arsenio. Es decir, que le pasen la cartilla.

Pero, ¿quién es Fernández de Mesa?, para  que sea defendido por la cúpula del Partido Popular que trata supuesta y reiteradamente de exculparle de toda responsabilidad.

Según diferentes medios y algunas biografías, Fernández de Mesa en sus años mozos formaba parte de los grupos ultras organizados en el instituto del Ferrol donde estudiaba sin demasiado éxito académico. Sus amigos le llamaban “Cuco” y  le gustaba  patrullar durante los fines de semana por las zonas de ocio a la caza de los opositores al régimen franquista. En 1979  entró a trabajar en el Ayuntamiento de la ciudad como auxiliar de jardinería y más tarde en una empresa británica de pintura de buques, llamada  International Marine Coatings. En 1988 se incorporó como concejal del ayuntamiento de El Ferrol y más tarde fue diputado por el Partido Popular en el Congreso.  Posteriormente, siendo Delegado del Gobierno en Galicia, ocurrió otra tragedia de terribles efectos ecológicos, el accidente del Prestige y durante aquella crisis fue cuando Fernández de Mesa se ganó un infortunado “prestigio” con frases como: “Hay una cifra clara, y es que la cantidad que se ha vertido no se sabe”, o esta otra del 14 de noviembre de 2012: “Probablemente el fuel no toque la costa gallega” o la de cinco días después: “El destino del fuel en el fondo del mar es convertirse en adoquín”.

Entre otras cosas, y según la Cadena Ser, Fernández de Mesa es uno de los presuntos beneficiados  de la relación del PP con el caso Gürtel, ya que  en 2004 pasó cinco días en un hotel de lujo de Madrid a cuenta de Special Eventes,  la empresa de Francisco Correa. Aunque el entorno del hoy todavía responsable de la Benemérita asegura que el PP abonó con posterioridad el gasto, les es imposible a los de Génova encontrar la factura que lo justifique.

Lo que sí parece más claro es que la Guardia Civil no merece un director general como Arsenio Fernández de Mesa. Las responsabilidades hay que saber asumirlas, y es que las abuelas acostumbran a ser muy sabias.