Tal día como hoy hace 119 años, José Martí, el llamado apóstol de Cuba, caía en Dos Ríos víctima de un combate con las tropas españolas durante la llamada “Guerra Necesaria” que, a la postre, llevaría a la isla a una independencia virtual bajo el control político y económico de los Estados Unidos.

Fue en un lugar donde se encuentran dos ríos cubanos, el Cauto y el Contramaestre, por eso le llaman Dos Ríos, donde  un práctico cubano al servicio del ejército español remató al ideólogo y político cubano, líder de la independencia de la isla antillana.

Sin embargo hoy quiero resaltar la parte literaria de Martí. Dentro del espíritu revolucionario, y quizás por eso, destacaba  el escritor y el poeta. Prosista excepcional trataba de poner al lector a solas consigo mismo, dejarle en las líneas su credo para que el receptor lo asumiera como propio o contarle de una forma sencilla y no exenta de épica en su Diario de campaña, los sucesos cotidianos desde Cabo Haitiano hasta la víspera de su muerte el día 18 de mayo, pasando por el desembarco en la Playita de Cajobabo el 11 de abril con el que se iniciaba la Guerra de Liberación.

Pero es en la poesía cuando José Martí se deja llevar por los más íntimos sentimientos. Sus poemarios Ismaelillo, La edad de oro, o Flores del destierro son una delicia, de la que, a mi gusto, destacan los Versos sencillos. ¿Quién de ustedes no ha oído parte de ellos en la conocida canción, Guantanamera? Yo soy un hombre sincero. De donde crece la palma. Y antes de morirme quiero, echar mis versos del alma. Yo vengo de todas partes y hacia todas partes voy: Arte soy entre las artes, entre los montes, monte soy. Y así era, un artista metido a político. Un filósofo comprometido con la libertad de su isla y con la igualdad de los seres humanos sin importar el color de su piel o su procedencia. Un hombre sincero.