maraton

Tal y como nos cuenta Heródoto – el padre de la Historia – en su libro VI, párrafos del 102 al 117, los atenienses capitaneados por Milcíades, asestaron una soberana derrota a los persas de Darío I, comandados por Datis, que habían desembarcado en la playa de Maratón y que desde aquel día pasaría a la historia. Según la leyenda, Milcíades envía entonces a uno de sus mensajeros para que comunique la buena nueva a sus paisanos. El joven recorre los 42 kilómetros que le separan de la capital sin apenas detenerse y al llegar a Atenas muere por el esfuerzo no sin antes dar su tranquilizante mensaje.

La historia del correo de Milcíades no hubiese tenido demasiado recuerdo para las futuras generaciones si no fuese porque las Olimpiadas modernas decidieron hacer eco de la fábula y establecieron, como todos ustedes saben, una prueba deportiva que emulara la hazaña del mensajero. A partir de la primera Olimpiada se desarrolló una carrera de entre 42 y 42,7 kilómetros a la que se llamó Maratón como el nombre de la batalla. En 1908 durante la Olimpiada de Londres la reina consorte Alejandra, esposa de Eduardo VII de Inglaterra, quiso contemplar la prueba maratoniana por lo que los organizadores hicieron partir a los corredores desde el  Castillo de Windsor y  establecieron la llegada en el estadio olímpico de White City con lo que se cubrieron 42.195 metros que quedaron como distancia oficial para los posteriores Juegos Olímpicos. Durante la prueba se produjo un hecho dramático, el italiano Dorando Petri llegó el primero al estadio, pero había sido tal su esfuerzo que tomó la dirección equivocada y cayó agotado, siendo ayudado para atravesar la meta y por ello descalificado. Esto aumentó el mito de la supuesta carrera y muerte de  Filípides.

Lo cierto es que la carrera de Filípides fue de bastantes más kilómetros. Milcíades sí envió a su más veloz y resistente mensajero para pedir ayuda a Esparta situada a  246 kilómetros de Atenas. El correo cubrió esta distancia y regresó con la negativa de los espartanos que estaban celebrando una fiesta religiosa. En poco más de dos días Filípides hizo el recorrido de ida y vuelta sobreviviendo al tremendo e inútil esfuerzo. No obstante, algunas fuentes aseguran que, ya desde Maratón, Milcíades envió a otro de sus hombres, un tal Eucles, para entregar el mensaje de la victoria a Atenas y morir de agotamiento después de hacerlo. Sin embargo, la verdadera hazaña la realizó todo el ejército griego al regresar después de la batalla a marchas forzadas a la capital por el temor de que el tirano Hipias hubiese sugerido a los persas desembarcar cerca de la indefensa Atenas. Todo el ejército ateniense realizó una maratón cargados con sus corazas y sus cascos de bronce, escudos de un metro de diámetro y largas lanzas llamadas dorus, armamento habitual  de los hoplitas.

La carrera real de Filípides quedó en una imposible leyenda heredotea hasta que en 1982 un grupo de oficiales de la Royal Air Force trataron de emularle, llegando desde Atenas a Esparta. Los 246 kilómetros fueron cubiertos en menos de 38 horas, por tanto hubiera sido posible realizar el viaje de ida, pero no el de vuelta en dos jornadas. Sin embargo, al año siguiente, un 30 de septiembre, el atleta griego Yánnis Koúros, junto con otros 44 corredores, trataron de confirmar el texto de Heródoto. Yánnis venció en la carrera y recorrió la distancia en 21h. y 53 minutos. La llegada de los corredores estaba prevista alrededor de la 10 de la mañana, pero el griego llegó a las 4.50 de la madrugada, cuando las autoridades y organizadores todavía dormían.

Al año siguiente realizó la carrera en 20h y 25 minutos y posteriormente quiso completar la supuesta carrera de Filípides por lo que efectuó la prueba partiendo de Atenas con destino a Esparta y regresando a la capital Helénica, invirtió en los 492 kilómetros, 54h. y 43minutos. Como ven fue posible la hazaña de Filípides que siguió vivito y coleando. Pero que a nadie se le ocurra hacerla olímpica, demasiadas horas frente al televisor.