El término meritocracia designa una forma de Gobierno basada en el mérito. Aplicado al ámbito económico y empresarial supone que los puestos más altos en las diferentes compañías deben ser ocupados por los trabajadores más cualificados, por aquellos que hagan méritos para llegar a ellos.

Todo esto suena tremendamente lógico, incluso justo. Sin embargo, lleva intrínseco el riesgo de no tener en cuenta factores externos tremendamente importantes en su aplicación, ya que se basa en teorías darwinistas de superviviencia del más fuerte.

Para que se entienda lo que intento expresar de forma clara, la idea es que la meritocracia, aplicada a las sociedades, se convierte en una gran mentira sin igualdad de oportunidades, y lo que es peor, lleva a la sociedad a culpar a los miembros más desfavorecidos del sistema de su peor situación socieconómica.

El sentido de la teoría meritocrática se relaciona de forma directamente proporcional con el desarrollo social alcanzado por una comunidad. Es decir, cuanto mayor es el desarrollo de los derechos sociales en un país, cuanto mayor su nivel de igualdad, mayor valor y mayor sentido adquiere la meritocracia como método para designar posiciones en las sociedades jerárquicas propias del capitalismo.

De la misma forma, dentro de tendencias como las actuales, donde la orientación a la destrucción del Estado de Bienestar es cada vez más acusada debido a las corrientes económicas ortodoxas, la teoría de la meritocracia pierde completamente su razón de ser, pues sólo los miembros que parten de una situación económica más confortable pueden permitirse acceder a ciertos recursos que son tremendamente necesarios para que las personas puedan desarrollar sus capacidades en el mundo actual.

La visión meritocrática que se tiene actualmente alimenta los sentimientos más egocénticos y egoístas del ser humano. Lleva a pensar a los miembros más acomodados de la sociedad, que la posición alcanzada en la escala social es consecuencia tan sólo de su esfuerzo personal y su capacidad individual, de manera que, aunque no siempre responsabilicen directamente a las clases más bajas de su situación económica, su pensamiento lleva indirectamente aparejado la culpabilización del pobre de su pobreza.

Por ejemplo, en mi caso personal, he tenido la suerte de vivir en tres países diferentes, en donde mi situación económica ha sido siempre cómoda. Según la teoría de la meritocracia actual, si yo he disfrutado de ésta posición ha sido tan sólo por mi capacidad y esfuerzo superior con respecto a aquel que, en su país de origen (pongamos que es España), tiene serios problemas para llegar a fin de mes. Es una visión terriblemente simplista, a la vez que injusta, de la situación.

Quiero pensar que una parte de mi posición acomodada es consecuencia de mi desempeño, sin embargo soy perfectamente consciente de que la sociedad me ha dado oportunidades que otros no han tenido, en muchos casos como consecuencia de una posición de partida desigual por pertenecer a un estrato social diferente.

A pesar de su falta de base lógica, no es casualidad que se haya extendido esta visión terriblemente individualista en la sociedad, sino que es consecuencia, como siempre ocurre, de un trabajo enorme de propaganda de aquellos a los que les interesa que la masa social piense así.

Las teorías neoliberales defienden la propiedad privada y la libertad individual como el mejor método para crear riqueza, esto viene acompañado de la privatización de una gran cantidad de servicios que en los países más igualitarios vienen proporcionados por el Estado.

La óptica individualista que la teoría meritocrática neoliberal propaga en la sociedad, provoca que los miembros de ésta se alejen de los conceptos colectivos y la naturaleza colaborativa del ser humano, para explotar al máximo su naturaleza más egoísta. Tienden a extender la visión de que los miembros más pobres de la sociedad son todos vagos y poco trabajadores (se puede extrapolar al caso europeo, con la diferencia entre norte y sur), mientras que los más favorecidos lo son como consecuencia de su trabajo y su esfuerzo.

Éstas recientes declaraciones de Pablo Casado, portavoz del PP, son un buen ejemplo de ello:

pablo-casdo

La eliminación del contexto social, de los factores externos y de la existencia de diferentes puntos de partida desde el punto de vista de las oportunidades, favorece tremendamente la fragmentación de las estructuras sociales colectivas, que a su vez allana el camino en la aplicación de medidas de corte neoliberal.

La destrucción de los sindicatos, la eliminación del concepto de clase, la demonización de movimientos sociales y huelgas… todo ello tiene su explicación en la fragmentación previa de la opinión pública.

Es tremendamente curioso observar como en la sociedad se introduce el concepto de meritocracia dando de alguna manera por sentada la igualdad de oportunidades, mientras al mismo tiempo se legisla de manera que retrocedemos en la consecución de dicha igualdad. Las privatizaciones de servicios básicos y los recortes en las prestaciones sociales suponen menores posibilidades de acceso de la población a determinados servicios básicos, cuando no los convierte en totalmente inaccesibles para determinados sectores de la ciudadanía.

Es chocante como se mueven dentro de esa contradicción entre el discurso y la acción. Mientras su discurso te anima vehementemente a trabajar como un loco y no quejarte como la mejor manera de asegurar tu propio bienestar individual, su acción se orienta de tal manera que se reducen las posibilidades que la inmensa mayoría de la población tiene de alcanzar ese bienestar. Es una manera perfecta de mantenerte ocupado y que no te plantees las posibles contradicciones.

Los más favorecidos por el sistema son perfectamente conscientes de que es la acción colectiva la que puede poner en peligro el establishment, de manera que tratan de torpedearla y fomentar la acción y el pensamiento individual, que es lo que a ellos les conviene. Mientras tanto, la población se afana por garantizar su bienestar y el de sus más allegados, y rechaza la acción colectiva, que es el método más efectivo para lograr cambios significativos en el propio bienestar y en el de la sociedad en su conjunto. Es decir, nos pegamos un tiro en nuestro propio pie.

El mito del “sueño americano”, esa persona nacida en unas condiciones sociales precarias que llega a presidente de los EEUU, y la explotación y propaganda constante que de él se hace a través de Hollywood, favorece esta teoría. Nos hacen pensar que somos especiales, pero no en el sentido de diferentes, sino en el de mejores que el resto. De esta manera, aunque somos conscientes de que a nuestro alrededor el edificio se derrumba, pensamos que nosotros nos salvaremos. De esta manera nos perjudicamos a nosotros mismos al vivir indiferentes de lo que sucede a nuestro alrededor, centrados en asegurar nuestra propia supervivencia.

Para cuando te quieres dar cuenta, ya estás sepultado bajo los cascotes….

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