Monsanto es un ente de excepción. En la vida no es raro que incluso a las peores cosas podamos encontrarles algún rasgo positivo, pero las estrategias de esta multinacional productora de transgénicos y pesticidas son una representación tan acendrada del mal que ha sido fácilmente escogida como el blanco de la ira global contra las corporaciones capitalistas que están deteriorando la economía, la biodiversidad y la salud de la gente.

Preocupados por su salud y la de sus descendientes, activistas a favor de la alimentación sana y en defensa del maíz mexicano y el medio ambiente —en respuesta al llamado mundial contra Monsanto—, organizaron en la Ciudad de México el Carnaval del Maíz en el marco del día internacional contra la multinacional y demandaron al presidente Enrique Peña Nieto no dejarse comprar ni presionar por la empresa agroquímica sino privilegiar el bienestar de la población.

Centenares de jóvenes de organizaciones políticas, sociales, ambientalistas y colectivos artísticos marcharon del Palacio de Bellas Artes al Monumento a la Revolución en una atmósfera festiva, a batucazo limpio, con teatro, música, performances, danza y pancartas con leyendas ingeniosas, de buen humor o furibundas: “Monsanto, go home (hell)” o “No somos tu puto experimento científico”. El hashtag más difundido con remisión a las redes sociales fue #FueraMonsanto.

La fiesta callejera llamó la atención de transeúntes atraídos por la alegría y el color de las expresiones plásticas y las consignas en defensa de la alimentación y la cultura que refrescaron el repertorio: “Queremos frijoles, queremos maíz, queremos a Monsanto fuera del país”.

Como es sabido, México es el centro de origen de esta gramínea, a pesar de lo cual y desoyendo el reclamo de científicos, productores y consumidores el gobierno anterior autorizó cultivos a cielo abierto de maíz transgénico en fases experimental y piloto.

Para los manifestantes queda claro que aceptar los planes de Monsanto sería un atentado a la soberanía alimentaria, a la preservación de la riqueza agro genética del maíz mexicano y al derecho de los campesinos a mantener su importante labor como productores de alimentos. En suma, un atentado contra el derecho a la vida.

 

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