María Pablos Contreras, cofundadora del proyecto Campus Solidario – campusolidario.unir.net – fue una de ellas. Ella y más jóvenes llegaron para ayudar a una congregación de religiosas alemanas que no daban abasto cuidando gente en situación de desamparo.

María cuenta que “muchas de ellas pasaban a veces varios días sin que nadie las limpiara después de hacerse encima sus necesidades”. Ante esta situación, los voluntarios comenzaron a bañarles a diario, hasta que las religiosas se lo prohibieron.

“Fue entonces cuando comprendí de golpe lo que es la sostenibilidad. Ninguna tarea es sostenible si no vas a ser capaz de mantenerla en el tiempo. Y aunque bañarles cada día dignificaba su vida, en cuanto nosotros nos marcháramos, las duchas diarias se acabarían, porque las monjas por sí solas no tenían la capacidad ni el tiempo para hacerlo”.

Hacer de una persona alguien autosuficiente

Muhammad Yunus, un economista y banquero bangladesí, sabe mucho de esto. En 1974 fundó el influyente Grameen Bank e inventó el sistema del microcrédito. Que no es otra cosa que pequeños préstamos de dinero entregados a personas pobres que no tienen recursos financieros para garantizar la devolución del dinero bajo circunstancias “normales”. Es decir, aquellos ciudadanos a los que los bancos al uso jamás darían liquidez. Por esta idea, Yunus ganó el premio Nobel de la Paz en 2006 y logró que el mundo albergara la esperanza de que el microcrédito sería la panacea para combatir la pobreza mundial.

La cuestión es si, como muchos aseguran, realmente mejoran la vida de las personas más pobres del planeta, o bien, como tantos otros argumentan, solo contribuyen a empobrecerles aún más. ¿Son los microcréditos un arma sostenible en el tiempo?

Se calcula que unos 79 millones de personas obtuvieron un microcrédito en el año 2009.

Gloria Díaz, directora de Credimujer del Movimiento Manuela Ramos (Perú) cree que “hay que mirar mas allá de este instrumento para generar una sostenibilidad y ver de qué manera esto revierte en una mejorar social”. Por otro lado, Antonio Vereda del Abril, presidente de Fundación FIDE (España) sostiene que “es importante ver que el microcrédito no es la panacea de los procesos de desarrollo, sino que es un instrumento que ayuda. Un componente importante para conseguir que las grandes mayorías, que están en la informalidad y la pobreza, puedan poner en marcha negocios”.

Pero el sistema no funciona si no va acompañado de la capacitación de las personas que lo reciben y asistencia técnica por parte de expertos en contabilidad o economía. Lo cual tiene muy buenos resultados de empoderamiento en los receptores de los créditos. La entrega de dinero por sí sola sería tan absurda como cargar agua en un balde roto.

La mujer y el microcrédito

Son el colectivo en el que los medios han puesto más el foco. Vendiendo el sistema como solidario y asegurando que genera entre ellas toda una red de ayuda mutua y vecinal. Pero son muchas las voces que denuncian que la realidad es que usa al grupo como avalista, de modo que si un pago falla, sale del bolsillo de todo el mundo. Esto crea enemistades y desconfianza dentro de los grupos.

En Bangladesh por ejemplo, las mujeres se quejan de que deben pagar un seguro por los microcréditos y se presiona mucho a la gente con las devoluciones. Pues la mayoría de los créditos deben ser devueltos en el plazo de un año y los periodos comienzan a contarse a la semana de recibido el dinero. Ningún negocio nuevo genera recursos a los siete días de creado.

La situación lleva a muchas mujeres a tener que recurrir a los prestamistas del pueblo, y a sus intereses abusivos, para poder hacer frente a los pagos. Entrando en un círculo de endeudamiento realmente complicado de parar.

Endeudamiento, la cara oculta

Milford Bateman es autor del libro Why microfinance doesn’t work? (¿Por qué los microcréditos no funcionan?). Según Bateman, las instituciones de microfinanciación publicitan únicamente sus contados éxitos y sin embargo “no nos hablan del número mucho, mucho mayor de fracasos”.

Una de las críticas más comunes que se escucha en torno a este sistema de financiación es la gran diferencia con la que los prestatarios deben devolver el dinero. Suelen ser periodos muy cortos de tiempo.

El profesor de economía en la Universidad de Cambridge, Ha-Joon Chang asegura que estas personas jamás saldrán de la pobreza. Porque tienen que devolver un 30, un 50 o incluso un 100% de interés. “¿Qué negocio tiene esos beneficios?”, se pregunta Chang.

Por otro lado,  tras 35 años, solo el 5% de los pobres del mundo se han convertido en clientes de las instituciones de microfinanciación.

Resulta irónico exigirle más a quien menos tiene, más aún cuando se parte de la idea de ayudarle. Por mucho que construir una casa nueva, dar estudios a los hijos o comprar ganado dignifique la vida de estas personas al principio, no parece realmente un sistema sostenible.

FUENTES:

http://www.youtube.com/watch?v=FKcQXVMnzZ8

http://www.youtube.com/watch?v=cj4U1s6v1hc

http://es.wikipedia.org/wiki/Microcr%C3%A9dito