La humanidad precisa del reino mineral para satisfacer muchas de sus necesidades básicas y muchas otras que el mercado o el consumismo han impuesto. El consumo excesivo de estas materias primas cuyas reservas son finitas no sólo condiciona el futuro de un área económica importante, también pone en peligro formas de sustento para muchas personas.

Entre los bienes naturales, los minerales están considerados como la principal y más substancial base de los recursos materiales de la civilización moderna, indispensables para la existencia del hombre.

La falta de control de las explotaciones mineras, suma a lo expuesto el impacto medioambiental que esto significa. Y no sólo en la etapa de la extracción, desde la prospección hasta el consumo, pasando por el procesamiento o el transporte impactan de forma muy directa en la sociedad y en su porvenir.

Nadie está exento de este impacto; las naciones pobres porque, en la mayoría de los casos, los beneficios no compensan la pérdida de sus recursos puesto que la actividad minera, como tantas otras, suele estar controlada por un grupo selecto de empresas transnacionales; según un estudio de Arborvitae (IUCN, WWF), los países del sur “ricos” en recursos minerales tienden a tener tasas de crecimiento económico más lentas, niveles más bajos de bienestar social y distribuciones de ingresos mucho más asimétricas que los países en desarrollo no dependientes de minerales.

Las naciones económicamente muy desarrolladas y ricas en recursos adolecen de un excesivo – y muchas veces innecesario – consumo mineral, a los que se suman los aumentos en la demanda provocados por el crecimiento de población y las necesidades de negocio. Se da la circunstancia que gran parte de este aumento se debe a la adquisición de materia prima para su transformación y que luego, paradójicamente, son exportados a los países en desarrollo. Por último, las naciones consumidoras no productoras aumentan su “necesidad” no porque crezca la demanda consciente – muchos productos naturales podrían ser sustituidos por otros materiales – sino por la sensación e idea de no perder el tren de la tecnología y del consumo incentivados por la moda y la publicidad.

Sin embargo y pese a lo expuesto, no entendemos la posibilidad de pensar en calidad de vida y en un desarrollo económico, sin la amplia utilización de los recursos minerales.

Si los más de 7 mil millones de personas del globo fueran a consumir tantos recursos naturales y energía como se consume en Occidente, necesitaríamos 10 mundos, y no uno, para satisfacer tanta necesidad.

Cada uno de estos elementos que el planeta Tierra nos ha proporcionado desde tiempos inmemoriales tiene ciertas propiedades físicas, como resistencia, densidad, dureza, conducción, flexibilidad, durabilidad o impermeabilidad que les hacen imprescindibles. Estas necesidades del mundo moderno incrementadas por el crecimiento de la población global y la parición de nuevos usos en la búsqueda de una mejor calidad de vida junto al avance tecnológico, han obligado a utilizar los minerales mucho más rápido de los que éstos se renuevan por procesos naturales. Los yacimientos minerales se agotan sin remedio mientras la industria busca como sustituirlos.

{salto de pagina}

foto En un informe del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, se advierte de que el consumo de minerales debe lograr un equilibrio entre la expansión para satisfacer las necesidades básicas de las poblaciones en crecimiento de los países en desarrollo, por un lado, y por otro, la expansión para atender los niveles actuales de consumo de los países industrializados. Para ser que es imposible sustentar el acceso de todo el mundo a un nivel de consumo como el Occidental. Como ejemplo, destaca el informe, si los más de 7 mil millones de personas del globo fueran a consumir tantos recursos naturales y energía como se consume en Occidente, necesitaríamos 10 mundos, y no uno, para satisfacer tanta necesidad.

Conseguir un nivel óptimo en términos de desarrollo sostenible obligaría a establecer normativas drásticas en cuanto a la producción y el consumo. Para ello habría que intervenir en el mercado libre y regularlo mediante campañas y controles gubernamentales. La oferta y la demanda deberían ser vigiladas por órganos competentes.

Aunque la preocupación por el descenso de los recursos minerales no es nueva, nunca había sido tan alarmante o, tal vez, estamos tomando conciencia de ello.

Actualmente más del 60% de los materiales extraídos en el mundo lo son mediante la minería de superficie y eso provoca la degradación medioambiental – deforestación, contaminación, envenenamiento del agua, etc., etc.- Las minas a cielo abierto (generalmente para metales de roca dura y la minería por lixiviación (aplicar productos químicos para filtrar y separar el metal del resto del mineral) son los sistemas más comunes. En la mayoría de los casos no pueden ser considerados un recurso renovable durante muchísimas generaciones y aunque la preocupación por el descenso de los recursos minerales no es nueva, nunca había sido tan alarmante o, tal vez, estamos tomando conciencia de ello. La conciencia y la preocupación por el medio ambiente iniciada hace medio siglo, fueron tomando cuerpo con las sucesivas crisis petrolíferas.

Evaluar cuales son las reservas mineras en el mundo es muy compleja y es motivo de grandes controversias. Por un lado científicos, ecologistas y técnicos, subrayan que en breve espacio de tiempo la Tierra carecerá de recursos para satisfacer las demandas de su población y uno de los sectores más preocupantes es el de la minería; por otro lado los economicistas sostienen que con el reciclaje, la investigación de nuevas fuentes, la sustitución de materiales y los avances tecnológicos el planeta puede satisfacer sus necesidades por tiempo indefinido.

foto Sin embargo hay datos que por si mismos revelan la situación global. La geología clasifica a los minerales en geoquímicamente abundantes y geoquímicamente escasos. Entre los primeros cabe destacar los tres más utilizados y que componen el 99% de la corteza terrestre y son el hierro, el magnesio y el aluminio, hay otros ocho también muy abundantes; por tanto, estos once elementos son fáciles de extraer. Sin embargo, los más de 90 elementos que forman el segundo grupo –escasos – son mucho más difíciles de obtener. Los optimistas mantienen, no obstante, que, muchos de ellos han sido naturalmente enriquecidos por los procesos geoquímicos de la corteza terrestre; por ejemplo, los minerales cobre, zinc y plomo son altamente enriquecidos en referencia con el promedio de la corteza. Aunque y debido a que la ley mineral también ha ido decayendo, nos encontraremos ante una “barrera mineralógica” cuyos costes de extracción pueden no ser rentables.

Añaden los optimistas que los productos de baja disponibilidad pueden ser sustituidos por otros – como ejemplo: el aluminio puede sustituir, en ciertos procesos, al cobre- y apuntan nuevas fuentes de explotación como debajo de la corteza terrestre o el espacio; soluciones que todavía están en fase de ciencia ficción.

El caso es que el agotamiento de las reservas no se traduce en una escasez de mercado, sí en una elevación de costos. Esto conlleva a que en ciertas áreas geográficas escasee un mineral determinado mucho antes de que la escasez sea global.

{salto de pagina}

La escasez de los recursos, en forma aislada, como limitación al crecimiento económico fue una preocupación de los economistas clásicos, retomada en un informe del Club de Roma que dedujo que, en la actualidad, las tasas de utilización de recursos y sus efectos sobre el Planeta son una amenaza global, relacionando con la capacidad de reproducción de los sistemas naturales.

Surge una pregunta obligada: ¿conocemos realmente las reservas minerales del planeta? Los datos sobre minas operacionales son actualizados por lo menos dos veces al año; sin embargo no es oro todo lo que reluce y las estadísticas de que se manejan y que deberían reflejar las disponibilidades minerales de un país o del mundo, corresponden apenas a las reservas declaradas por las empresas y del mineral que se explota en los distintos distritos mineros; es decir, los recursos potenciales se calculan en base a la extrapolación geológica de áreas mineralizadas ya conocidas. Se desconocen, por razones estratégicas y comerciales, entre otras, la riqueza mineral total de las zonas explotadas y como es obvio, las posibilidades futuras.

Las condiciones de trabajo que ofrecen las empresas mineras son extremadamente insalubres y precarias. El número de accidentes es cada día más alto.

Hay un argumento con el que se justifica la explotación irracional de las mermadas reservas minerales, es el tema económico de la creación de empleo.

Existen muchos ejemplos de que la explotación minera se anuncia como un revulsivo para la economía local y generará puestos de trabajo, directos e indirectos. En la mayor parte de los casos la cosa no esta tan clara. En los países tradicionalmente mineros de Sudamérica (Perú, Brasil, Chile) la industria minera ocupa a menos de 100.000 personas; es decir apenas el 0,1 % de la población activa. Las condiciones de trabajo que ofrecen las empresas mineras son extremadamente insalubres y precarias. El número de accidentes es cada día más alto. Mientras tanto los recursos de estos países disminuyen y, en muchos casos, los daños ambientales causados por la explotación minera son muy importantes.

foto A este respecto, Canadá, país del que son originarias la mayor parte de las empresas dedicadas a la explotación minera en Sudamérica, elaboró en junio de 2005, en la Comisión Permanente del Parlamento sobre Asuntos Extranjeros y Comercio Internacional, un informe en el que expresaba sus inquietudes sobre el hecho de que “Canadá todavía no tiene leyes para asegurarse de que las actividades de las compañías de explotación minera canadiense en países en vías de desarrollo se conforman con los estándares de derechos humanos, incluyendo los derechos de los trabajadores y de la gente indígena”.

El informe continua para impulsar al gobierno de Canadá a condicionar el apoyo canadiense a “compañías con
Responsabilidad Social Corporativa claramente definida y estándares internacionales de los
derechos humanos” y “ a establecer en Canadá normas legales claras para asegurarse de que las compañías y los residentes canadienses serán tenidos responsables cuando haya evidencia de violaciones ambientales y/o a los derechos humanos asociados a las actividades de las compañías de explotación minera canadiense”

Un ejemplo de la degradación medioambiental de las explotaciones mineras lo encontramos en Argentina en el Río del Valle del Cura. La cantidad de oro en el Valle del Cura es impresionante, las reservas representan millones de dólares. La ley del mineral (gramos de oro por tonelada) es muy alta. Sin embargo, para extraerlo, se debe utilizar cianuro, el cual arrastrado por el agua, produce daños a cultivos, animales y humanos. Y pone en peligro el equilibrio ecológico de la región. La empresa que explota el yacimiento es, precisamente, la canadiense Barrick. Los beneficios económicos de los habitantes de la zona representan un 3% de los volúmenes de la explotación.

Menos datos se disponen de las explotaciones mineras africanas, controladas por los gobiernos locales y por multinacionales de países menos preocupados que Canadá. Recordemos que por las minas de oro del Witwatersrand, los ingleses masacraron a los colonos descendientes de holandeses en la Guerra de los Boers y que muchos de los conflictos actuales e históricos lo fueron – y lo son – por los recursos minerales.

En resumen, parece muy difícil establecer una explotación minera global que garantice el equilibrio medioambiental, asegure el desarrollo local y conserve – en la medida de lo posible – los recursos para un futuro no muy lejano. La falta de políticas proteccionistas y de control hacen presumir la insensata continuidad de los actuales procedimientos. Tal vez la solución esté en las novelas de Julio Verne: buscar recursos en el Centro de la Tierra o en la Luna. . . aquí se nos acaban.