Desde la economía solidaria se pretende dar una respuesta real y actual a los más graves problemas sociales de nuestra época:

  • La pobreza, la exclusión y la marginación que afectan a multitudes de seres humanos, sectores sociales y pueblos enteros en diversas regiones del mundo.
  • La desocupación y la cesantía de porcentajes elevados y crecientes de la fuerza de trabajo.
  • Los límites e insuficiencias de la muy extendida economía informal o popular, que puede potenciarse y encontrar en la economía solidaria cauces apropiados para una mejor inserción en los mercados. La economía solidaria ha demostrado en muchos casos ser una alternativa capaz de conducir organizadamente a muchos trabajadores informales, a operar con mayor eficiencia, permitiendo la reinserción social y el progreso de vastos sectores que despliegan de modo independiente iniciativas que les generan ingresos y elevan su precario nivel y calidad de vida.
  • Las enormes y crecientes injusticias y desigualdades sociales que genera el sistema económico predominante, que se traducen en procesos de desintegración de la convivencia social, conflictos que se prolongan sin solución apropiada, ingobernabilidad y desafección ciudadana, acentuada delincuencia y corrupción, etc. La economía de solidaridad se plantea como una forma justa y humana de organización económica; su desarrollo puede con tribuir eficazmente a la superación de los graves problemas que impactan negativamente a nuestras sociedades.
  • La situación desmedrada en que en muchos países se encuentra la mujer en el ámbito del trabajo y de la economía, con dificultades de acceso y participación protagónica en las actividades y organizaciones económicas, sociales y culturales. La economía solidaria ha demostrado ser una de las formas en que la mujer y la familia encuentran nuevas y amplias posibilidades de participación, desarrollo y potenciación de sus búsquedas basadas en la identidad de género.
  • La crisis de las formas cooperativas, mutualistas y autogestionarias tradicionales, desde la cual se percibe la economía de solidaridad como un camino apropiado de renovación y refundación de las búsquedas de formas económicas asociativas y participativas que pongan al hombre y a la comunidad por encima de las cosas y al trabajo por encima del capital.
  • El deterioro del medio ambiente y de los equilibrios ecológicos, derivados en gran parte de modos individualistas de producir, distribuir, consumir y acumular riqueza. La economía solidaria orienta hacia nuevas formas de producción y consumo, social y ambientalmente responsables.
Un gran proyecto de desarrollo, transformación y perfeccionamiento de la economía

Existen serias y profundas razones para cuestionar la conveniencia e incluso la posibilidad de continuación del crecimiento económico, en las formas actualmente vigentes. La economía de solidaridad postula un nuevo tipo de desarrollo, alternativo, integral, a escala humana, sostenible, con énfasis en lo local. Otro desarrollo supone otra economía, y esa otra economía para un nuevo tipo de desarrollo puede ser la economía solidaria, o al menor, constituir un componente que efectúa una contribución importante en esa dirección.

En un momento en el que el “sistema” capitalista parece haberse implantado como el modo único de organización económica eficiente, a pesar de sus enormes costos sociales y ambientales; en el que los proyectos socialistas basados en el Estado y la planificación han fracasado en su intento de establecer una economía justa y humana; los motivos que históricamente fundaron los grandes movimientos de cambio social con sentido de justicia y equidad siguen vigentes, sin que, sin embargo, surjan propuestas nuevas y alternativas que los encaucen. Las energías sociales y espirituales orientadas a la transformación social y que buscan formas éticamente superiores de organización económica, centradas en los valores de la justicia, la equidad, la libertad, la fraternidad y la comunidad, se encuentran desorientadas frente a una realidad adversa que parece imposible de cambiar.

Cunde la desesperanza y se difunde la convicción de que «más de lo mismo» no conducirá a la humanidad hacia nuevos horizontes; en este difícil contexto histórico, que no son pocos los que conciben como una verdadera crisis de civilización, la economía de solidaridad aparece como el único modo nuevo de pensar y de proyectar procesos transformadores eficaces y profundos, en condiciones de concitar la conciencia y la voluntad de los más vastos sectores que anhelan una vida mejor y una sociedad más humana y basada en la convivencia.

Es urgente perfeccionar la economía, tanto a nivel de las empresas, de la organización de los mercados, de las políticas públicas, de los procesos de globalización, etc., y la economía de solidaridad se ofrece como una realidad y un proyecto capaz de contribuir a ello con orientaciones, criterios, metodologías y modelos organizativos nuevos y eficientes.

Un proceso real en el que convergen variados y múltiples sectores y grupos

Son diversos los grupos populares y las organizaciones de base que se organizan solidariamente para hacer frente a sus necesidades y problemas. Están integrados por personas de todos los grupos sociales que quieren desarrollar iniciativas empresariales eficientes de nuevo tipo, y que sean acordes con un sentido social y ético que se proponen establecer en sus actividades.

Los movimientos cooperativos, mutualistas y autogestionarios encuentran en la economía de solidaridad una nueva perspectiva y nuevos conceptos que llegan a potenciar sus experiencias. También las organizaciones y movimientos ecologistas concienciados de que hay que buscar el origen de los problemas del medio ambiente en las formas económicas y de desarrollo insolidarias. Por otra parte, los pueblos originarios que luchan por recuperar su identidad, encuentran en la economía solidaria una forma económica moderna para aplicar y vivir valores y relaciones sociales acordes con sus culturas comunitarias tradicionales.

Otro colectivo fundamental es el de los empresarios que quieren compaginar eficiencia y solidaridad, y que aspiran a establecer en sus empresas modalidades armónicas de convivencia humana. Así como las organizaciones no-gubernamentales que se proponen objetivos de desarrollo humano y social, y que aspiran a contribuir con nuevas iniciativas y experiencias a procesos de desarrollo local, alternativo, sostenible. Y las instituciones públicas y los poderes locales sensibles a los problemas de la pobreza y la desocupación, ven en la economía solidaria una manera eficaz de abordarlos, al igual que determinadas instituciones religiosas que conciben la economía solidaria como una forma de hacer economía coherente con sus orientaciones espirituales y éticas, y una forma eficaz de generar espacios de desarrollo humano y social.

Desde el plano del conocimiento, cabría destacar a aquellos intelectuales de variadas disciplinas que buscan nuevas respuestas a los grandes problemas sociales de nuestra época, nuevas maneras de pensar el cambio social y el desarrollo, nuevos paradigmas conceptuales y nuevas relaciones entre la teoría y la práctica social. Así como a los economistas conscientes de las limitaciones e insuficiencias de los marcos teóricos de su disciplina convencional.

Un nuevo enfoque conceptual para la teoría económica

Desde los orígenes del capitalismo, y a lo largo de la historia moderna y contemporánea, se han desarrollado múltiples búsquedas y procesos de experimentación de formas económicas alternativas, las cuales han asumido diferentes nombres: cooperativismo, autogestión,mutualismo, economía social, entre otros.

Un rasgo distintivo de dichas experiencias ha sido que han ido acompañadas y han estado orientadas por un pensamiento económico-social doctrinario o ideológico formulado en términos ético-filosóficos. A partir de estas formulaciones se establecen principios orientadores y modelos organizativos que expresan el “deber ser” de las propuestas económicas, y se derivan normativas de carácter jurídico y estatutario, que indican con cierta precisión cómo deben organizarse y funcionar las organizaciones que participan de las respectivas identidades.

Es precisa una teoría científica que respete y fortalezca la identidad económica alternativa y exprese de modo coherente su racionalidad económica especial con criterios rigurosos para la gestión. Tales formas de pensamiento que orientan a las experiencias, sin duda útiles especialmente para motivar a quienes participan en ellas, se han demostrado insuficientes para:

  1. proporcionar adecuada guía y eficientes criterios de eficiencia económica en los procesos de toma de decisiones y de gestión de las operaciones que realizan;
  2. garantizar una identidad consistente a las experiencias y búsquedas, que a menudo pierden el perfil inicialmente deseado y se van asemejando y subordinando a las formas capitalistas y estatales de hacer economía, respecto a las cuales aspiran a diferenciarse y constituir alternativas válidas y viables;
  3. generar la confianza y la convicción suficiente respecto a su eficacia económica,como para atraer hacia ellas los recursos humanos, financieros y materiales indispensables para su desarrollo;
  4. asegurarles la autonomía cultural que necesita cualquier movimiento y proceso que aspire a realizar cambios profundos en la economía y en la vida social.

Como explicación de todas estas limitaciones, puede mencionarse el hecho de que las experiencias cooperativas, autogestionarias, mutualistas y otras afines, careciendo de un instrumental conceptual y analítico propio que las oriente en sus procesos de toma de decisiones, a menudo recurren a aquellas herramientas de análisis proporcionadas por una ciencia económica convencional, que ha sido formulada a partir de experiencias y racionalidades operacionales muy distintas y en cierto sentido opuestas a las solidarias.

Aquellos cuatro aspectos, que implican limitaciones y deficiencias esenciales que se manifiestan a menudo en estas búsquedas y experiencias económicas alternativas, no pueden superarse sino mediante la disposición de una teoría científica, elaborada al nivel de la disciplina económica, que no sólo respetando sino aún fortaleciendo la identidad económica alternativa, exprese de modo coherente su racionalidad económica especial y le proporcione criterios rigurosos que guíen su proceso de toma de decisiones y su gestión y operación en los mercados en que participan.

La concepción de la economía de solidaridad es una elaboración científica de teoría económica que viene a llenar este vacío. Ella se establece al nivel epistemológico de la ciencia económica, y utiliza las herramientas conceptuales y metodológicas propias de ésta, convenientemente ampliadas y reelaboradas para expresar la identidad de formas económicas muy diferentes: la racionalidad especial de las economías alternativas fundadas en la cooperación, la autogestión, el mutualismo y la ayuda mutua. La economía de solidaridad constituye, en tal sentido, una contribución relevante a la potenciación y el desarrollo de las búsquedas de economías alternativas eficientes.

La concepción teórica de la economía de solidaridad ofrece, adicionalmente, otras contribuciones:

a) Proporciona un lenguaje moderno, renovado, motivador y cautivante, en un contexto cultural como el de hoy, en que las concepciones tradicionales del cooperativismo, el mutualismo y la autogestión parecen haber perdido capacidad de convocatoria.
b) Ofrece una posibilidad de integración bajo una común identidad social, a búsquedas y experiencias que se han desarrollado bajo distintas denominaciones, siendo en realidad convergentes en sus propósitos y efectivamente provistas de una misma racionalidad económica especial, que requiere ser profundizada.
c) Permite reconocer como parte de la misma búsqueda de formas económicas alternativas, a numerosas experiencias nuevas y originales que adoptan diferentes estructuras organizativas,que se conocen con distintos nombres, y que son protagonistas de una dinámica reactivación de los procesos de experimentación de la solidaridad y la cooperación en la economía y en la vida social.

 

Luis Razeto, profesor de filosofía y director del Magíster en Economía Solidaria y Desarrollo Sustentable Universidad Bolivariana, Chile

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