Lo compré en Barcelona hace tres años, pero fue hasta estas vacaciones que me reencontré con el libro y me hizo reflexionar:

¿Hay realmente buenas/os y malas/os estudiantes?

¿Cómo definir un/a buen/a estudiante?

Así como se hace referencia a buenas/os y malas/os estudiantes, entonces, ¿también habemos buenas/os y malas/os docentes?

¿Y buenas o malas escuelas, universidades,…?

¿Y qué aporto yo a la calidad en el aprender, el mío propio y el aprender en las y los demás?

En el mismo libro, el autor nos aclara muchas cosas, incluyendo lo del título. Este artículo retoma varios de sus planteamientos, además de reflejar mi propio pensar y sentir frente a problemas en el aprender. Este pensar y sentir personal lo expreso a través de muchas preguntas… invitando a que, en cada escenario educativo construyamos juntas/os, cooperando genuinamente, las respuestas que necesita cada situación particular.

PREGUNTAS y más PREGUNTAS…

¿Qué tipo de problemas de aprendizaje encontramos en nuestro escenario educativo?

Para cada tipo de dificultad en el aprender, ¿quiénes son las personas relacionadas directamente e indirectamente con esta dificultad? ¿Se lo hemos preguntado directamente a la o a el estudiante?

¿A quiénes hemos escuchado de verdad para poder interpretar y comprender de fondo el problema? ¿Entre quiénes hemos compartido, tanto en este proceso de comprensión, como también en definir compromisos para su superación? ¿Quiénes estamos entonces comprometidas/os, estamos integradas/os (¿y cómo nos integramos?) en la superación de este problema, y de otros?

¿Cómo se siente la o el estudiante relacionada/o con un problema en el aprender? ¿Lo asume como su problema personal, como problema del grupo, como problema del contexto, de la o del docente, de su historia, de las casualidades de vida, de su familia,…?

¿Cuál es la actitud de la o del docente frente a un problema en el aprender en su aula? ¿Lo asume como su problema personal, como problema del grupo, como problema del contexto, de la o del estudiante como persona en particular, de su historia, de las casualidades de vida, de su contexto familiar,…?

¿Cómo se caracteriza este problema de aprendizaje? ¿Es único para esta/e estudiante? ¿Es particular para el grupo? ¿Es un problema que aparece en la mayoría de los grupos de estudiantes? ¿Es de tipo nuevo o un problema que se presenta todos los años? En mi tiempo como estudiante, ¿ya existía este tipo de problema? Si es así, ¿cómo se superaba? ¿Era adecuada la medida en aquel contexto? Ahora en otro contexto, ¿cuáles podrían ser medidas de superación?

¿Qué desencuentros ha provocado este problema, especialmente entre estudiantes entre sí, entre estudiantes y docentes y también entre estudiantes y/o docentes y la institución? ¿Cuáles han sido las consecuencias de estos des-encuentros? ¿Podría haber sido diferente? ¿Bajo qué condiciones? ¿Por qué?

¿Qué tiene que ver el escenario educativo propio en el cual está inmersa/o la o el estudiante? (la Escuela, la Universidad, la Institución, el Departamento, la Dirección, el ambiente educativo,…)

Y qué tal el currículum, tanto su versión oficial como el oculto (tiene que ver con la pregunta anterior, por supuesto), ¿se adecúa a las necesidades actuales, las necesidades de carácter ‘PerSocial’?

Y de último, no una pregunta sino una confirmación: sea cuál sea el problema de aprendizaje, sea de quién sea (directa o indirectamente), ESTE PROBLEMA ES NUESTRO y SU SUPERACIÓN DEBE SER RESPONSABILIDAD COMPARTIDA. Tal que vale una nueva pregunta: ¿Yo, qué he hecho para su superación, no yo solita/o, sino en cooperación con otras personas relacionadas con este problema?

EDUCACIÓN INCLUYENTE,  ¡una condición sine qua non para Calidad Educativa!

Por falta de capacidad nuestra en encontrar e implementar las respuestas ‘adecuadas’ ante los problemas del aprendizaje, nuestra educación se vuelve excluyente: quedan fuera quienes no logran superar los problemas de aprendizaje.

¿Es totalmente cierto lo anterior? ¿Y si no conviene al sistema, ni a la institución que tantas/os estudiantes quedan fuera? Entonces podemos bajar nuestras exigencias educativas, ¿no? ¿Y entonces dónde queda la calidad?

¿Cuántas veces ocurre que ‘aprobamos’ a un/a estudiante considerando su problema, sus problemas… SIN contribuir ni un tantito a la debida superación del problema real de aprendizaje?

¿Yo tengo la culpa (como docente)? ¿No es que tengo que cumplir con el programa de estudio y no me da tiempo para ocuparme de problemas ajenos a mi programa de estudio? Además, son muchas/os estudiantes en un solo grupo, así que, ¿cómo lo hago para atender problemas personales? ¿No es que ya tengo suficientes problemas yo misma/o?

Una expresión directa de una educación excluyente es la deserción: estudiantes que se retiran de sus estudios, de su colegio, de su carrera. Cuando un funcionario de educación me preguntó sobre cómo evitar la deserción, le respondí con otra pregunta: ¿Cómo garantizar que a cada estudiante y docente su colegio, sus clases, su carrera, su universidad, su estudio,… le guste, tal que se sienta muy bien estudiando, aprendiendo mucho desde y en la vida, compartiendo, cooperando, aportando sustancialmente al aprender colectivo,,…?

Espero que las siguientes reflexiones aporten en la construcción de una respuesta a esta pregunta… ¿Me sigues?

Me tomo la libertad, compartir con ustedes 9 dilemas de una Educación Incluyente:

Dilema (1): ¿Educación excluyente de hecho, Educación incluyente por principio? ¿Qué significa de verdad una educación incluyente? ¿Qué compromiso adquirimos, construimos como grupo, tal que NADIE quede fuera, en ninguna de las asignaturas? ¿Qué hacemos para lograrlo?

Dilema (2): ¿Qué merece la prioridad: la exigencia social o la necesidad ‘persocial’.Álvaro Marchesi (2008, p. 23) lo plantea así: “Si entendemos los ritmos de cada alumno y les evaluamos en función de ellos, tal vez no aseguremos el control que la sociedad exige sobre el nivel admitido para certificar el conocimiento de los alumnos. Si, por el contrario, aplicamos una norma común para la acreditación de los conocimientos de los alumnos, posiblemente no hacemos justicia a las diferencias entre ellos.”

Dilema (3): La evaluación, ¿es un instrumento de juicio final o más bien se convierte en parte esencial del proceso de aprendizaje? Si gracias a una evaluación aprendí de mi error (tal que me aplacé), este aprendizaje aún se toma en cuenta (tal que pueda aprobar)?

Dilema (4): Como docente, ¿pretendo controlar todo yo sola/o o más bien me abro a los aportes de estudiantes para que sean verdaderas/os coautoras/es del proceso, independientemente que implica que también el control será compartido?

Dilema (5): Más allá de ser protagonistas y actoras/es claves mis estudiantes, ¿también son autoras/es de sus propios escenarios de aprendizaje? ¿Me queda clara la diferencia esencial entre ambas situaciones?

Dilema (6): La (r)evolución tecnológica que vivimos, ¿la aprovechamos para la inclusión o provoca aún más exclusión, considerando las grandes diferencias que tienen estudiantes y docentes entre sí en cuanto a, tanto el acceso, como el manejo de estas nuevas tecnologías de información y comunicación?

Dilema (7): Mis aportes como docentes, ¿se convierten en conferencias o construimos espacios de conversación, de diálogo y de encuentro? En estos espacios, ¿cuántas/os estudiantes participan? ¿Todas/os o siempre las/os mismas/os?

Dilema (8): ¿Imponemos nuestras normas y reglas o ejercemos la exigencia flexible y la flexibilidad exigente, acompañadas de una ‘exigencia productiva’?

Dilema (9): ¿Quién tiene la última palabra en los encuentros y desencuentros? ¿Siempre soy yo o acepto – ‘con buenas ganas’ – que también pueda ser la otra o el otro?

IDEAS…

Para ir construyendo respuestas como parte esencial de cada escenario educativo particular.

¿Qué tal si convertimos el ambiente de competir en un ambiente educativo de cooperación genuina? ¿No creen que todas/os nos sentiríamos mejor si no hay, NUNCA, en NINGUNA CIRCUNSTANCIA perdedoras/es?

¿Qué tal si nos escuchamos de verdad, si aprendemos a escucharnos con intencionalidad y calidad?

¿Qué tal si nos ponemos en los zapatos de la otra persona relacionada, antes de juzgarla? Y aún mejor: NO JUZGUEMOS sino COMPRENDAMOS.

  • ‘Com-prender’ es prender – encender, pero juntas/os (‘con’). Es decir: para poder comprender, hay que iluminar entre varias personas, esto es el significado de ‘comprender’.

¿Qué tal si empezamos a asumir la importancia de compartir y aprender juntas/os en vez de siempre querer enseñar, orientar,…? Esto implica trabajar con los aportes de estudiantes, ya que ellas/os son personas que ya saben bastante y además también pueden investigar. ¿Y si les acompañamos en este proceso de aprendizaje, tal que aprendamos juntas/os?

¿Qué tal si al final del semestre, por iniciativa propia, elaboramos un Informe de Proceso, en el cual visualizamos claramente lo que aprendimos, como docente, de nuestro trabajo con estudiantes? ¿Qué tal? ¿Te apuntas?

¿Qué tal si en vez de querer dominar el grupo o manejar el grupo, más bien empezamos a trabajar COMO grupo, aportando mi granito de maíz para que el grupo también se convierta en un verdadero equipo de trabajo?

¿Qué tal si ubico la evaluación como parte del proceso de aprendizaje y no como algo que valora solo un producto (juicio final), un producto que ya no puede variar (supuestamente)? ¿Implica esto sustituir las modalidades tradicionales (pruebas, exámenes,…) por  modalidades alternativas de evaluación?

¿Qué tal si construimos espacios de conversación, diálogo y encuentro productivo para compartir e intercambiar entre docentes, orientándonos a impulsar innovaciones pedagógicas necesarias, apoyándonos entre todas/os y cooperando genuinamente como equipo también? ¿Qué hace falta para lograrlo?

PREGUNTAS (algunas repetidas) (NO) FINALES

¿Qué voy a hacer para garantizar este año más calidad en nuestro quehacer educativo? ¿Cuál es mi plan de trabajo particular en este sentido?

¿Cuál es la relación entre los problemas que enfrentamos en los grupos, en cuanto al aprender, y los problemas sociales que vivimos diariamente?

Docentes y estudiantes, ¿realmente, además de ser protagonistas y actoras/es clave, también somos autoras/es de nuestros propios escenarios educativos? ¿Qué hace falta para que avancemos en este sentido?

Como docente, ¿cómo concretar mi papel en cuanto al aporte que puedo y debo garantizar en la construcción colectiva de calidad en el aprender? ¿Cuál es mi responsabilidad social – frente a la sociedad? ¿Cuál es mi responsabilidad frente a cada estudiante en su carácter esencialmente ‘persocial’?

Como institución, ¿se facilita realmente el trabajo en equipo y se nos garantizan las condiciones mínimas (¿cuáles son?) para que trabajemos nuestros propios textos, en cooperación con colegas y estudiantes?

Como estudiantes, ¿asumo debidamente mi responsabilidad frente a mi propio aprendizaje con la debida calidad? ¿Qué hago más allá de lo que orienta cada docente? ¿Cuál es mi propio aporte como co-autor/a de nuestro escenario educativo?

… Más y más preguntas

… Más y más invitación a que cooperemos construyendo respuestas

… Más y más URGENTE se hace que trabajemos la CALIDAD EDUCATIVA en nuestro propio contexto educativo.

¿Te apuntas? ¿Cómo?