Es una obviedad aclarar que en cualquier país democrático y desarrollado, ninguna opción política tiene posibilidades reales de alcanzar un buen resultado electoral si no cuenta con los votos de la clase media, la mayoría que estructura realmente los países.

La convocatoria llevada a cabo ayer sábado en la madrileña Puerta del Sol, ha puesto en evidencia que gente de toda condición y edad ha respondido al llamamiento de Podemos para que expresaran sus ganas de cambio.

Un fenómeno que inicialmente parecía restringido a las capas más desfavorecidas, aquellas que más duramente están sufriendo los efectos de la crisis, empieza a calar en la clase media. Ese es el punto que puede marcar verdaderamente el futuro de las próximas elecciones, aquel en el que una gran parte de la clase media cambia su tradicional voto destinado a las propuestas clásicas, y lo dirige hacia planteamientos absolutamente nuevos.

¿Pero acaso es que la sociedad española está perdiendo la sensatez y el sentido común al dar pábulo a propuestas tan arriesgadas? La respuesta no es fácil.

Para intentar aclarar algo al respecto, podríamos empezar analizando el gran cambio que ha sufrido el sistema económico y por el cual, la economía tradicional, la productiva, la que generaba los puestos de trabajo de toda la vida, ha sido sustituida por la economía financiera, la especulativa, aquella donde no ya la sociedad, sino los propios países son tratados como simples inputs que condicionan si merece la pena invertir, mantener, o por el contrario deshacer posiciones de riesgo. Pero ese debate, con ser trascendental y el origen de los grandes cambios que vivimos, sería dar vueltas por conceptos teóricos que a los ciudadanos medios, nada nos aclararía.

Sin embargo, para centrar en asuntos más cercanos  la aclaración a la pregunta, podríamos también analizar si los continuos escándalos con los que, un día sí y otro también, tenemos que desayunar  los ciudadanos, son los culpables de que se llenara ayer la Puerta del Sol.

Por ejemplo, que tengamos que tragarnos como se nos dice que durante el último año ha bajado el importe del recibo de la luz, y sin embargo el recibo mensual sea más caro que hace un año.

O por ejemplo, que tengamos que oír que no hay dinero para pagar el medicamento que miles de españoles necesitan para salvar la vida frente a una hepatitis c que les fue infectada al acudir a donar o recibir una donación de sangre, porque hace años no había controles al efecto, y sin embargo, con absoluto descaro, se consienta que las compañías eléctricas se embolsen 3.000 millones de euros cobrados de más a todos los españoles, dinero más que suficiente para el tratamiento necesario y para mucho más.

O por ejemplo, que el Ayuntamiento de Madrid decida que la mejor manera de hacer caja es vendiendo a “fondos buitre” las viviendas de alquiler social propiedad de la empresa Municipal de la Vivienda, construidas para familias de bajos ingresos en parcelas calificadas para vivienda de protección y obtenidas gratuitamente al amparo de la normativa legal de los desarrollos urbanísticos, para que estos fondos eleven un 40% los alquileres a los inquilinos, haciendo muy complejo que puedan seguir haciendo frente a su pago, lo que permite su desahucio y la venta de los inmuebles obteniendo un beneficio del 138%.

O por ejemplo, que los desmanes llevados a cabo en las cajas de ahorro por sus directivos, que han salido de las mismas con indemnizaciones escandalosas y en la mayoría de los casos sin que se les exija responsabilidad alguna, han obligado a que las deudas generadas por su mala gestión las tengamos que asumir todos los ciudadanos con decenas de miles de millones de euros, mientras que a los afectados por el engaño de las preferentes ( el órgano responsable de su supervisión, la Comisión del Mercado de Valores, ha declarado que fueron productos engañosos) en su mayoría jubilados que han perdido todos sus ahorros, se les esté dando largas y más largas sin que nadie asuma la reposición de su dinero, quizá esperando a que terminen por morirse y así dejar zanjado el asunto.

O por ejemplo, que se diga que son infundadas las críticas a la reforma laboral que difunden que la misma genera precariedad laboral, porque resulta evidente que es mejor tener un empleo en el que se cobren 400 euros a no tener empleo, aún a sabiendas de que 400 euros en España es una renta que bordea la pobreza.

Podemos seguir citando decenas de casos en lo que queda de manifiesto como la política que se lleva a cabo prescinde continuamente de la más mínima sensibilidad social hacia las necesidades de los ciudadanos, que en el caso de cientos de miles de familias españolas son acuciantes, y empezaríamos a entender por qué ayer se llenó la Puerta del Sol.

Pero lo que más motivó a los ciudadanos de infinidad de lugares de toda España a venir a la Puerta del Sol, es la certidumbre de que cuando las cosas van mal, no son los responsables directos los que asumen las responsabilidades sino que es la clase media la que carga con el arreglo de todas las tropelías. Y además, la certidumbre también de que las cosas han cambiado de tal forma, que las condiciones de vida que les espera a nuestros hijos con la política actual, serán, mejor dicho son, irremediablemente peor si no hacemos algo para que las cosas cambien.

Nadie desea experimentos de dudoso resultado, no nos equivoquemos. Pero deben comprender que lo que nadie desea es que nos quiten la esperanza a nosotros y el futuro a nuestros hijos, y con un horizonte durante años por delante de empleos de tres meses y cuatrocientos euros al mes, en el mejor caso, no hay futuro para ellos.