La capital de Ecuador está ubicada sobre la hoya de Guayllabamba  en las laderas orientales del estratovolcán activo Pichincha, en la parte occidental de los Andes, siendo su altitud media de 2800 metros, esto hace que sea la segunda capital más alta del mundo. Su temperatura varía entre los 7ºC. durante la noche a los 26ºC. a mediodía, sufriendo, por tanto, fuertes oscilaciones térmicas que pueden llegar a casi los 20ºC a lo largo del día. Además, durante el año, tiene marcadas claramente dos estaciones: la invernal o estación lluviosa, que correspondería a los meses de octubre a mayo, y el verano o estación seca que duraría unos cuatro meses, e iría de junio a septitiembre.

En la última década se ha llevado a cabo un programa amplio de restauración y de reformas de su Patrimonio Histórico que consta, nada menos, que de 40 iglesias y conventos, además de 17 plazas y 16 monasterios; es por ello que  se la conoce como “El relicario de las Américas” por el conjunto de edificios religiosos que posee y, en general, por su riqueza en arquitectura colonial.

FUNDACIÓN Y ETAPA COLONIAL DE QUITO.

La ubicación de Quito fue establecida en el primer milenio de nuestra era y fue la capital fortificada de sucesivos grupos nativos, como los quitús. En 1487 fue anexionada por los incas, constituyendo la residencia habitual del emperador Huayna Cápac. Las cuatro colinas constituyeron los principales elementos diferenciadores de la ciudad e indicaban las cuatro partes principales en que se dividió la misma. Se trata de un indicio claro de cuatripartición espacial o tahuantin que los incas realizaron en Cuzco y reprodujeron en Quito. (2)

Croquis de Quito de Jorge Juan y Antonio de Ulloa (1745).

La fundación española de San Francisco de Quito la realizó Sebastián de Benalcázar, lugarteniente de Francisco Pizarro, el 6 de diciembre de 1534, sobre los restos de la capital del reino indígena existente previamente. Benalcázar al llevar a cabo su objetivo fundacional, encontró a la ciudad convertida en cenizas y desolación, porque un luchador irreductible como Rumiñahui, al ver el avance de los soldados españoles prefirió dejar ruinas, antes que un motivo de botín. Las crónicas señalan que la estrategia de tierra arrasada practicada por el general inca Rumiñahui, al arribo de los conquistadores españoles, dejó a su paso a “…300 pallas, ñustas y Vírgenes del Sol (…) y exterminó (…) a más de 4.000 indios pillaxos, zámbizas y collaguazos”. Asimismo, el propio Rumiñahui tuvo enormes bajas en los enfrentamientos con los españoles. (3)

El cabildo de la Villa de San Francisco de Quito efectuó el empadronamiento de los vecinos y ordenó al alarife (arquitecto o maestro de obras) que hiciera el trazo de la ciudad. Éste funcionario demarcó las calles a cordel, alrededor de la plaza pública que ahora es donde se encuentra la Plaza de la Independencia. Pocos días después, el 20 de diciembre de 1534, se repartieron los solares para que los vecinos iniciasen la construcción de sus viviendas y casas. Asimismo, el inaugurado cabildo quiteño acordó que se construyera un templo provisional y que en las afueras de la ciudad exista el grande y común espacio denominado Ejido. Cada vecino recibió una extensión importante de terreno para su estancia.

Así pues, con la llegada de los españoles y la refundación de la ciudad, las cuatro colinas, como señala Hugo Burgos, dieron lugar a las parroquias de San Sebastián, al sur; San Roque, al occidente; San Marcos, al este; y San Blas, al norte. (4)

La fundación de la ciudad en este sitio parece haber respondido, más que nada, a razones estratégicas. A pesar de su topografía accidentada, su ubicación en una meseta presentaba ventajas sobre los valles aledaños, más propicios para el desarrollo urbano. Este último factor fue también el que primó en la determinación del lugar por parte de los pueblos aborígenes.

La fundación española de San Francisco de Quito se hizo con 204 vecinos, que constituyeron la base de población que estructuraría la organización social y política de la nueva población con su cabildo a la cabeza. Por aquel entonces, casi todas las viviendas quiteñas estaban construidas según los cánones de la arquitectura española. Las casas más importantes eran cuadrangulares y estaban dotadas de un patio central con galerías a las que daban las diferentes habitaciones.

La primera plaza construida fue la Central o Cívica, ubicada entre las calles Olmedo, y la de Juan Ampudia, don Juan Díaz de Hidalgo, hombre de grandes aptitudes fue el primer urbanizador de la ciudad y la primera calle que se trazó, que actualmente se llama Benalcázar, iba desde la Plaza Central hasta la quebrada de Jerusalén, hoy avenida 24 de Mayo.

Aproximadamente, siete años después de la fundación de Quito, Francisco de Orellana partiendo desde esta ciudad junto a numerosos indígenas, en busca del país de la canela, descubrió el río Amazonas el 12 de febrero de 1542. Debido a este suceso histórico, se creó la célebre frase: “Es gloria de Quito el descubrimiento del río Amazonas”. El 8 de enero de 1545, el Papa Pablo III fundó la Diócesis de San Francisco de Quito con la finalidad de mejorar el proceso de evangelización a los indígenas, lo cual era difícil por la extensión del territorio. (5)

Debido a los problemas de comunicación y transporte, así como también por la explosión demográfica, el cabildo de la ciudad solicitó al rey Felipe II la creación de la Audiencia y Presidencia de Quito. El 29 de agosto de 1563, el rey firmó la Cédula Real que dio nacimiento a ésta. La jurisdicción estableció sus límites geográficos, los cuales abarcaban una superficie cinco veces mayor que la de la actual República del Ecuador.

En el ámbito arquitectónico, empezaron a construirse los primeros monumentos de la villa que, en un principio, eran de carácter religioso destacándose ya, desde el mismo instante de la fundación, la construcción de la iglesia y convento de San Francisco, en 1535 que se levantó sobre unos terrenos de recreo de los tiempos del inca Atahualpa. Este templo fue la primera obra importante que se levantó en Quito, gracias a los esfuerzos del monje Fray Jodoco Ricke, primo del rey Carlos V. La portada es de estilo herreriano similar a las existentes en aquella época en Castilla.

En su interior destacan los retablos de madera dorada y las obras de imaginería, de entre las que sobresale el Nazareno del Gran Poder, talla completa realizada en el siglo XVII. (6)

La Catedral de Quito está situada en el lado sur de la Plaza Central. Fue fundada en el año 1535 y, en su origen, eran una construcción muy humilde ya que las paredes eran de barro y la cubierta de paja. En 1545, fue nombra da Catedral y en 1562 se derribó para reconstruirla con bases de piedra y cubierta de tejas finalizando dichas obras en 1567. Está considerada como la catedral más antigua de Latinoamérica.

La Catedral tiene dos entradas: una es parte de la nave frente a la Plaza Central y la otra se encuentra en la fachada oeste hacia la calle García Moreno, con una orientación este-oeste. Esto se debe a la geografía de Quito, cuando se inició la construcción. Algún barranco impedía que  la fachada principal estuviese frente a la plaza, como es habitual en el diseño de ciudad española.

La Catedral se considera de estilo gótico-mudéjar, debido a sus característicos pilares, los arcos y el techo artesonado; además tiene alguna característica de estilo gótico en los arcos apuntados de las naves, así como en el deambulatorio que rodea el presbiterio. (7)

La Catedral impresiona por sus paredes blancas, su cúpula de cristal de cerámica verde, el arco de Carondelet y la escalera foliado que se reduce a la Plaza Central, la articulación de la Catedral y la plaza. Los techos de las naves se apoyan en arcos apuntados, que a su vez se apoyan en pilares de base cuadrada. Un extraordinario artesonado de madera se encuentra en un friso de oro y hermosas pinturas cuelgan de los arcos.

Una vez dentro se descubre la planta baja longitudinal de tres naves, la nave derecha se abre a capillas coronadas por cúpulas con lucernarios y se pueden contemplar obras de artistas de la Escuela Quiteña de Arte adornando su interior. El altar principal está diseñado en estilo barroco.

La iglesia primada quiteña tiene muchos puntos de interés histórico. Las placas en las paredes exteriores conmemorar el punto de partida de la expedición de Francisco de Orellana a la Amazonía. Las catacumbas de la Catedral sirven como lugar de descanso a muchas figuras importantes de la historia del Ecuador, como el líder de la independencia Antonio José de Sucre, que está enterrado en la Capilla del Mausoleo. (8)

La orden de Santo Domingo consigue, en 1540, por mediación de Fray Francisco Martínez que el rey Carlos V firmase una Cédula Real en la que se mandaba a los funcionarios reales de dominios españoles, que dieran sitio suficiente a los religiosos dominicos para erigir sus monumentos. Un año después, en 1541, la orden dominicana en Quito obtuvo el solar, por parte del Cabildo de la ciudad, para la construcción de la iglesia y el convento aunque no se iniciarían las obras hasta veinte años más tarde, en 1581, con la construcción del claustro principal. (9)

La iglesia es de estilo plateresco y mudéjar. El techo de la iglesia, también de estilo mudéjar, cuenta con pinturas de mártires de la Orden de Santo Domingo. La cubierta de la nave central está compuesta por una armadura apeinazada de par y nudillo, recubierta en el interior por piezas de lacería. Una de las joyas barrocas del siglo XVIII que se cuida celosamente es la Capilla del Rosario, ésta constituye un baluarte de la arquitectura de Quito.

En el interior del templo se encuentran valiosas estructuras, como el altar mayor neogótico, que fue colocado a finales del siglo XIX por dominicos italianos. (10)

En cuanto a la arquitectura civil caben destacar algunos edificios, muy modestos en su origen, como el de la Audiencia de Quito. Se sabe, por el Acta del Cabildo de Quito de 5 de marzo de 1594, que antes de esa fecha, ya existían edificios pertenecientes a la Corona española para tratar asuntos de sus competencias. (11)

La historia de este emblemático edificio, el de la Audiencia, se remonta a la época colonial, alrededor del año 1570, con la adquisición de las primeras casas reales asentadas en la ciudad de Quito.

La primera sede de la Corona española en la Audiencia de Quito funcionó cerca del convento e iglesia de La Merced (actuales calles Cuenca y Chile) hasta que murió Diego Suárez de Figueroa, secretario de la Audiencia, alrededor del año 1611, quien era dueño de un pequeño palacete edificado en el costado occidental de la Plaza Central.

Juan Fernández de Recalde, presidente de la Audiencia en ese entonces, informó al rey que el palacete de Suárez de Figueroa que se ubicaba en el flanco occidental de la Plaza Central, se encontraba en remate, y la Corona lo adquirió por tratarse de un edificio más grande y cómodo para albergar las dependencias de la Administración. De allí en adelante, el poder de la Audiencia se radicó en la Plaza Central.

El terremoto de 1627 forzó a comprar los edificios vecinos que, por su vetustez, fueron reedificados de cantería, ladrillo y cal que le confirieron su característico color blanco. (12) Hasta que, en 1799, Francisco Luis Héctor, Barón de Carondelet fue designado presidente de la Audiencia. En 1801 contrató al español Antonio García para que, bajo su dirección, realizara trabajos de readecuación y mejoras; además, dirigió los trabajos en las arquerías del alcantarillado y en la refacción del edificio de la cárcel.

El primer cuerpo de la fachada es de piedra andesita, y presenta diez cobachas o pequeñas tiendas cuyas puertas están rematadas por frontones triangulares y que albergaron, desde el inicio, a negocios particulares. El zócalo de andesita de este primer cuerpo contiene algunos bloques que presentan un tallado similar al de las grandes piedras de los templos incaicos, lo que ha permitido especulaciones históricas sobre su origen en construcciones prehispánicas de la ciudad de Quito.

Una de las constantes en casi toda la edificación palaciega, en cuanto a materiales se refiere, es la madera. Docenas de diferentes tipos de maderas finas han sido usadas a lo largo de los años tanto en pisos como en cielos, y por supuesto, en la elegante mueblería de época. (13)

En el siglo XVII se podían apreciar las calles rectas pero con frecuencia interrumpidas por la topografía o por el aprovechamiento de los vecinos, que bajo el pretexto de nivelarlas las aprovechaban como parte de su huerta. Mientras que, en la periferia inmediata, las viviendas indígenas seguían como antes de la llegada de los españoles, dispersas, con igual formalidad y presencia.

A mediados del siglo XVII Rodríguez Docampo nos da una descripción precisa de Quito:

“[En 1650] Quito tiene doscientas cuadras de tierra y en ella, quince cuadras a lo largo y al través, todas transversales y siete plazas que por oriente y poniente atraviesan al sesgo de esquina y lo mismo de septentrión al medio día. Hay edificadas dos mil quinientas casas de una y otra parte. Tiene hasta tres mil quinientos vecinos y moradores dentro de la ciudad y sus cinco leguas, sin los indios que asisten a ella, criollos y trajinantes, mujeres, niños y de todo sexo, veinticinco mil personas […] El consistorio y Sala del Cabildo está en buen edificio, con gran portada de piedra, con rejas de hierro doradas. También dice, que hay juzgado eclesiástico bien adornado y la casería de toda la república con altos y bajos patios y algunos jardines. Unos edificios de cal y canto, otros de adobes y tierra, con buenas maderas y cubiertos con tejas coloradas que esto junto con las torres de la Catedral, conventos y Compañía de Jesús, ejidos y montes, la hacen grandiosa y populosa de las mayores de este reino, que si se hubiera plantado desde su principio en campo llano, fuera muy extendida y no tan apretada como al presente está”. (14) Por ser la planta armada y metida entre 4 cerros grandes, encima dos, cuyos desaguaderos y corrientes…bajan a la misma ciudad y pasan por las cavas y quebradas de ella, con que la tienen limpia y sin basura…” (15)

Plano de Quito de De la Harpe hacia 1754.

Al final de la etapa colonial Quito tuvo sus momentos de esplendor. El Virrey Pedro Mesía de la Cerda otorgó el título de Presidente interino de Quito con fecha de 17 de mayo de 1766 a Juan Antonio Zelaya y Vergara, que durante este período ejerció sus responsabilidades en calidad de Duque de Quito como comandante general militar y político de dicha provincia.

Enriquecida por la explotación minera y la producción textil, pudo construir templos barrocos y mudéjares adaptados con originalidad al ambiente local y los ornamentó con gran profusión de pinturas y tallas, de innegable valor didáctico religioso. Fue la época de la afamada Escuela Quiteña, obra del mestizaje indio y español.

En esta fase final colonial española tenemos documentos que constatan el desarrollo económico y comercial de Quito como el que reproduzco extraido de la Descripción de Quito de Jorge Juan y Antonio de Ulloa:

709. “…Las personas que más regularmente lo excitan (el comercio), son los europeos; unos avecindados allí, y otros de tránsito. Estos compran Generos de la Tierra; venden los de Europa; y con unos, y otros hacen su tráfico. Los del País se reducen a Lienzos de Algodón, Bayetas, y Paños; los quales llevan á Lima; y vendidos en ella para surtir todas las Provincias interiores del Perú, retornan su producto parte en Plata, y parte en Hilados de Oro y Plata, y frutos como Vinos, Aguardientes, y Aceyte…”(16)

Desde el punto de vista demográfico podemos señalar que la ciudad de Quito nunca tuvo gran importancia si la comparamos a otras ciudades Latinoamericanas como Lima o México. Algo más de cien años después de su fundación, en 1650, la ciudad no superaba todavía, los 3.500 habitantes, y a finales del siglo XVIII, en 1779, apenas contaba con 61.000.

Incluso a mediados de dicho siglo se produce una acusada crisis demográfica ya que en el intervalo de unos treinta años, de 1748 a 1779, el aumento de la población quiteña tan solo fue de 3.000 individuos (se pasó de 58.000,en 1748 a 61.000,en 1779). (17)

QUITO EN EL SIGLO XIX.

La vida de Quito en el siglo XIX, se encontraba estrechamente relacionada con el agro y con una dinámica mercantil de tipo regional. La crisis demográfica que afectó al país a fines de la Colonia e inicios de la República se expresó de forma más aguda en las áreas urbanas. Allí fueron mayores los efectos de las pestes y desastres naturales, así como de las guerras de Independencia. Al decaer el comercio o en momentos de conflicto, la población tendió a buscar “zonas de refugio” en el campo. La ciudad de Quito que, de acuerdo con el Padrón General de Población de 1776 tenía 22.487 habitantes, apenas alcanzaría a 13.374 en 1825. (18)

Tenemos una descripción de la ciudad de Quito de finales del s. XVIII en la que Mario Cicala dice que: “Su área central es prácticamente llana y sus barrios periféricos ubicados en pendiente y de modo poco concentrado, asemejando un bellísimo anfiteatro. La periferia y alrededor del centro de la ciudad, es un conjunto de muchísimos barrios (…) todos barrios muy extensos. Además, alrededor de dichos barrios, o entre barrio y barrio hay otros suburbios más pequeños…”(19)

Años más tarde, a mediados del siglo XIX, James Orton aprecia cierta sensación de enclaustramiento en la ciudad de Quito: “ Quito es una ciudad eclesiástica (…) sin capitales, sin energías, sin hábitos de negocios, los quiteños nunca se embarcan en grandes proyectos comerciales y empresas industriales”. (20)

Plaza Mayor de Quito (PP.S.XIX).

No obstante, el comercio no estaba exento de la ciudad sino que estaba distribuido por toda ella, aunque existían determinadas calles en las que se daba una mayor concentración de actividad comercial. En 1842 existían unas 150 tiendas de comercio en la parroquia de San Blas, en el extremo norte de la ciudad, zona en la que habitaban muchos indios. La actual calle Guayaquil, en ese entonces llamada del “Comercio bajo”, estaba ocupada por depósitos de manufacturas nacionales consistentes en tejidos de algodón, de lana y seda fabricados en Quito, León e Imbabura, pero también existía un gran número de pequeñas tiendas, puestos de comercio de fruta, fondas, covachas. La venta al detalle de pequeños artículos se realizaba en los portales de las plazas Mayor y de Santo Domingo en donde existían “cajoneras” y puestos de “cachivacherías”. (21)

Quito constituía un importante centro de acopio y comercialización de recursos primarios y bienes importados, así como de una producción de oficios. Buena parte de los abastos de la ciudad provenía de los campos de los alrededores, que hacían las veces de granero. Otra parte era transportada por arrieros e indios cargueros desde otras regiones y provincias mientras que una última, posiblemente menor, era producida en las “cuadras”, “chacras” y “huertos” existentes en la misma ciudad. En cuanto a la distribución, un porcentaje de los productos se vendía en las covachas del Centro,otro en las plazas, en las calles o de puerta en puerta, mientras que, en menor cantidad, llegaban directamente a las casas de los propietarios de haciendas y fincas para el consumo familiar. Buena parte de los oficios urbanos se hallaba relacionada con trajines rurales o dependía del sistema agrario de rentas; mientras, por otro lado, parte de la producción industriosa y de intercambio tenía una base rural. (22)

Las necesidades de la ciudad habían contribuido a generar una cierta especialización productiva, acorde con las diversas condiciones ecológicas y tradiciones de trabajo. Y esto tanto al interior de las haciendas como de los pueblos de indios. Nodrizas, sirvientes, planchadoras, lavanderas, jornaleros, podían encontrarse en muchas partes. No así picapedreros, alfareros, cesteros, albañiles, jardineros, arrieros característicos de unas zonas y no de otras.

Descripciones de diversas épocas muestran la presencia de comercio ambulante de alimentos y baratijas en las calles de Quito. Vendedoras de pan, pastas y dulces con sus charoles; vendedoras de chocho, mote, arveja y demás “cosas finas”; heladeros, expendedores de plátanos, guabas, capulíes, huevos duros, champús, granizado. Vendedoras de leche que iban de casa en casa ordeñando sus vacas y ofreciendo leche fresca, o que la transportaban en tarros colocados a lado y lado de burros y mulas. La ciudad ejercía un atractivo sobre la población indígena y mestiza como espacio económico y social, cultural y religioso. Algunos de estos indios y mestizos venían temporalmente, otros se radicaban como allegados o como forasteros. (23)

La modernización  de la ciudad de Quito se iniciaría, hacia el último tercio del siglo XIX, con un importante crecimiento demográfico (ya que se pasó de 39.600 habts, en 1886, a 51.526, en 1906) pero, sobre todo, a partir de la llegada del ferrocarril, en 1908. Se trataba de un proceso de ampliación y diversificación de las relaciones de intercambio con otras regiones y de una menor dependencia de la ciudad con respecto a la producción local. Se produciría, igualmente, una diferenciación mayor entre lo urbano y lo rural en términos culturales.

No obstante, el escaso desarrollo económico y tecnológico de la ciudad en el período colonial, basado, como diría Deler: “ En la técnica del uso del caballo y la mula, así como de la balsa, que no representaron una ruptura definitiva con el pasado precolombino”, se prolongó hasta inicios del siglo XX. En esta primera fase de su desarrollo, la ciudad tuvo como escenario al actual centro histórico y observaba una estructura definida por un núcleo central administrativo –la Plaza Central–, en el que se concentraron las funciones de capitalidad, que se desarrollaba hacia la periferia inmediata, de manera notablemente jerarquizada en la cual en el primer anillo se ubica ban los españoles, un tanto más alejados del centro, los criollos, y alejándose cada vez más hacia la periferia, las clases populares. Estaríamos ante una jerarquización social evidente en donde los más poderosos ocuparían la zona central de la ciudad y los pobres las zonas periféricas. (24)

LA CAPITAL DE ECUADOR EN LA ACTUALIDAD.

Las transformaciones sociales y económicas que se dieron en este período no trajeron tanta repercusión en el sentido territorial, lo que hace suponer que nos encontramos frente a una etapa previsible del crecimiento urbano, en la que sucedieron principalmente dos tipos de transformaciones socioeconómicas: el reacomodo social de la clase burguesa en la estructura social y el “desarrollo” económico producido por el efecto de la Revolución Industrial europea.

El resultado espacial que produjeron estas dos transformaciones  se percibe, sobre todo, cuando Quito empieza, a partir de este período, a configurar su crecimiento longitudinal en vez de concéntrico, como lo había sido desde su fundación. Esto se explica porque la ciudad llegó a su límite geográfico en sentido Este-Oeste, y tenía que empezar a expandirse en sentido Norte-Sur.

En este reacomodo espacial se destina al Norte como una zona básicamente residencial de las clases económicas más pudientes (que intentaban acercarse a sus fincas vacacionales de Iñaquito) y el Sur para las clases desposeídas (que intentaban acercarse a la industria y sus servicios). En este sentido Achig señala que:“La incipiente industrialización, el ferrocarril y la energía eléctrica crearon las condiciones necesarias para el surgimiento de una nueva clase social: el obrero urbano que se asienta, especialmente, en el sector sur de la ciudad”. (25)

Ya en el primer tercio del siglo XX se va produciendo una clara diferenciación zonal y social de Quito. Hacia el Norte se traza una ciudad muy bien dotada y ordenada, donde se asienta la burguesía, mientras que hacia el Sur, separada por El Panecillo, se esboza una implantación muy desordenada y sin espacios públicos ni parques cercanos, donde vivirán mayoritariamente los obreros, indios y mestizos.

El fuerte crecimiento de la población de Quito, en las décadas de los años veinte, treinta y cuarenta del siglo XX, supuso más que duplicar su población (pasando de 80.700 habts, en 1922, a más de 187.000, en 1947). Este fuerte crecimiento demográfico de Quito hizo necesario un rápido y eficaz reordenamiento de la ciudad.

De ahí que, a principios de la década de los cuarenta del siglo pasado, se ponga en marcha el denominado Plan Odriozola. El arquitecto uruguayo Jones Odriozola fue contratado para realizar el plan regulador de Quito en el año 1942. En su propuesta detalla, muy prolijamente, el modo en el que debería crecer la ciudad. Por un lado fabrica barrios delimitados socioeconómicamente que serían ocupados por gente que pueda pagar por los predios, estableciendo una escala de valor que iba desde el barrio obrero, hasta el barrio jardín, que tiene el “valor máximo de la zona residencial”. Por otro lado determina las zonas de educación y recreación al norte de la ciudad y la zona industrial, transporte y carga al sur de la misma. La zona administrativa y comercial la localiza en el punto medio de las dos zonas. (26)

En síntesis el Plan Regulador de Guillermo Jones Odriozola pretendía:

  • La definición de un espacio urbano de expansión 4 veces superior al existente a principios del s. XX que, al momento del estudio, era de unas 975 has., para soportar a una población de 700.000 habitantes, calculada para el año 2.000.
  • Distribución funcional de la ciudad a partir de tres actividades fundamentales: vivienda, trabajo y esparcimiento, correspondiendo con la configuración espacial de la ciudad, en tres zonas: sur-obrera, centro-media y norte-residencial.
  • Creación de un nuevo centro administrativo y un sistema de centros funcionales religioso, comercial, administrativo, universitario y deportivo, relacionados entre sí a través de grandes arterias viales. Para el funcionamiento de los centros, de las áreas de esparcimiento y para la coherencia del plan vial, asigna importantes espacios libres.

A pesar de que el plan no se pudo ejecutar en su totalidad, especialmente por el alto costo de las expropiaciones para la creación de las amplias áreas comunales de equipamiento, lo que de él se realizó, configuró en buena medida el funcionamiento de la ciudad para las siguientes décadas, a pesar de los planes urbanos posteriores. (27)

En Ecuador, el pleno desarrollo industrial se ubica en los años cincuenta y siguió creciendo hasta los setenta, enfocándose principalmente en “alimentación, bebidas y tabaco” y “textiles, cuero y calzado”, que en 1980 suponía un 65% del valor agregado y concentrado prácticamente en tres ciudades: Guayaquil, Quito y Cuenca.

Esta industria ya se había planificado en el plan de Guillermo Jones Odriozola y estaba ubicada en un complejo industrial en el sur de la ciudad. Así no afectaría a las fincas cercanas ni influiría directamente con el crecimiento y desarrollo de la ciudad burguesa que había propuesto en su plan.

El resultado final que se consiguió fue que la zona industrial se constituyó como una centralidad emergente que atrajo mucha población inmigrante del campo en busca de empleo, sin perder una buena conexión vial con el centro de la ciudad. Estos dos factores: vivienda aledaña a la industria y las vías de comunicaciones, determinaron el desarrollo urbano en la era industrial de Quito. (28)

La ley de mutualistas y cooperativas empezaba a tener efectos importantes en la configuración espacial de la nueva periferia de Quito. Proyectos como San Carlos y San Pedro Claver se desarrollaron bajo esta política de vivienda impulsada por el Gobierno a través de mutualistas y fueron implantados siguiendo el peso geográfico estratégico que significaba el aeropuerto de Quito, inaugurado en 1960. El Presidente de la República, Rafael Correa, y el Alcalde del Distrito Metropolitano de Quito, Augusto Barrera, inauguraron el Nuevo Aeropuerto Internacional Mariscal Antonio José de Sucre de Quito el 19 de febrero de 2012 que garantizarán la seguridad de las operaciones en la nueva terminal que atenderá la demanda de más de 5 millones de pasajeros, en su primer año de funcionamiento. Los procedimientos garantizan una mejor situación que la que se tenía en el antiguo aeropuerto, pues la pista de la nueva terminal de Quito tiene 4.100 metros de largo, 980 metros más que la pista del viejo terminal, lo que garantiza mayor seguridad de vuelos y conexiones directas entre Quito y otras ciudades de Europa.

El aeropuerto de Quito resultó ser una fuerza de “estiramiento” de la ciudad muy determinante ya desde sus orígenes. Otra consecuencia urbana que tiene este hecho es una densidad muy baja en la zona de influencia del cono de aproximación de los aviones. (29)

A partir de la década de los años ochenta aparece un plan regulador y de uso de suelo, el Plan Quito, pero su influencia es mínima.

El crecimiento urbano continuó sin pausa durante la década de los setenta y se adoptó un nuevo enfoque de planificación que por primera vez consideró toda la “microregión” de Quito. El plan hizo recomendaciones generales sobre la organización territorial por distritos, pero no contenía regulaciones específicas. Éstas fueron propuestas en un documento de Planificación del Uso del Suelo en 1982, pero nunca fueron apoyadas políticamente o aprobadas por ordenanza municipal. Aunque el Plan General de 1981 estaba ejecutándose oficialmente, Quito continuó creciendo bajo el obsoleto marco regulatorio legal incluido en la Ordenanza de Uso del Suelo de 1967.

Se amplió, de manera oficial, el área metropolitana de Quito para incluir algunas parroquias rurales adicionales, en un intento por ponerlas bajo control municipal. Sin embargo, no se habían aprobado regulaciones específicas del uso del suelo de acuerdo con el Plan de 1980. (30)

Las transformaciones que se dieron en este período ya no corresponden al ámbito de los barrios sino, más bien, se centran en la particular forma de crecimiento urbano en su globalidad y aparecen en la ciudad dos apéndices muy similares espacialmente pero muy diferentes socioeconómicamente: el de Carapungo-Calderón y el de Cumbayá-Tumbaco. Estas dos microciudades generaron una demanda sin precedentes de vehículos que pasarán, sin duda, su factura a la ciudad. (31)

Notas bibliográficas:

(1)Jean Paul Deler; Nelson Gómez; Michel Portais. Geografía básica del Ecuador . Centro Ecuatoriano de Investigación Geográfica.

(2)Manuel Espinosa Apolo. La ciudad incaica de Quito.

(3)cvc.cervantes.es/artes/ciudades_patrimonio/quito/

(4)Hugo Burgos Guevara. Cuatripartición del Quito Inca.

(5)Luis Fernando Shuguli. Historia de Quito. Monografías.com

(6)Pilar Tutor. La iglesia de San Francisco de Quito. www.lahornacina.com

(7)Evelia Peralta y Rolando Moya. Guía de Arquitectura de Quito. 2007.

(8)www.arquidiocesisdequito.ec/

(9)Julio Rivas. Convento Máximo de Santo Domingo.

(10)Javier Ruíz. Iglesias del Ecuador. Monografías.com

(11)Jorge A. Garcés. Libro de Cabildos de la Ciudad de Quito 1593-1597. Volumen XVII.  Archivo Municipal de Quito. 14 de marzo de 1941.

(12)P. Jesuita Juan de Velasco. Historia del Reyno de Quito.

(13)300 años de poder en el Palacio de Carondelet. www.comercio.com. 24/6/2009.

(14)Rodríguez Docampo. Forma de la ciudad de Quito. 1650.

(15)Las primeras líneas coinciden con el texto de Rodríguez Docampo y, las tres últimas están tomadas de la extensa obra del Dr. Luciano Andrade Marín.

(16)Jorge Juan y Antonio de Ulloa.Relación histórica del viage a la América Meri- dional. Descripción de la ciudad de Quito.Lib. VI. Cap. VIII. Reproduzco el texto original sin adaptar la ortografía.

(17)Fuentes: datos de 1534 a 1748 en Moore, 1984; datos de 1779 a 1950 en IMQ, 1992.

(18)Publicación municipal: Quito en cifras. Quito, 1950.

(19)Mario Cicala. Descripción histórico-topográfica de la Provincia de Quito.

(20)Eduardo Kingman Garcés. Quito en el siglo XIX. (En PDF)

(21)AMH/Q, oficios y solicitudes, vol. 165, folio 439, año 1842.

(22)Informes a la Nación, 1885.

(23)Nelson Gómez. Pasado y presente de la ciudad de Quito. Quito, 1997.

(24)René Vallejo. Quito: capitalidad y centralidades. Agosto, 2008.

(25)L. Achig. El proceso urbano de Quito. 1983.

(26) Plan regulador Municipal de Quito. 1949.

(27)intervencionurbanauio.blogspot.com/

(28)Cebrián&Cebrián. Anotaciones a la estructura espacial de la industria en Ecua dor.

(29)www.quito.com.ec/

(30)www.fao.org/

(31)E. Pradilla. La globalización imperialista y las ciudades latinoamericanas. 2008.