descargaDurante su exposición y en el debate, el presidente del Gobierno en tono agresivo jugaba a tres cosas: al “Vamos a contar mentiras”, al tú más, y a insultar al líder de la oposición. Por su parte Celia Villalobos jugaba al Frozen free froll, el de la princesa de hielo, y el resto de diputados del PP jugaban con sus teléfonos portátiles, que solo dejaban para aplaudir a su líder. Lo que pasa en la calle y a las gentes de a pie, les importa un bledo; había que salvar el trámite del último debate del estado de este país antes de las próximas elecciones, que ya están a la vuelta de la esquina, atacando a todos los que les pudiesen hacer sombra para seguir mangoneando a gusto, sobre todo al líder de la oposición, que a mí entender ganó ampliamente el debate.

Aquella misma noche, la primera de televisión estrenaba una serie muy acorde con ciertas actitudes. La propuesta del guión es la de un ministerio secreto que, desde los tiempos de los Reyes Católicos, mire usted, tiene una serie de puertas que acceden a momentos pasados de la historia de España, sin posibilidad de acceder al futuro; el objetivo de tal ministerio es que nada cambie en la historia de nuestro país, que no se viole el pasado para poder tener el actual presente.

Que me perdonen los guionistas de la serie pero creo que, como aquellas películas pornográficas que escribía y producía el rey Alfonso XIII, el libretista que se esconde detrás de los textos de la serie es el propio Mariano Rajoy. La España que él quiere es la inmovilista heredera de pasados “gloriosos”, según nos contaban en las clases de Formación del Espíritu Nacional; la España de charanga y pandereta que cantara Machado, la de los arribistas, caciques, estafadores y evasores de capital. Seguro que está muy orgulloso de haber imaginado este misterioso ministerio, donde se puede acceder al momento en que Aznar se afiliaba a la falange, al que Bárcenas fue nombrado tesorero del PP, incluso al día que empezaron las obras de ampliación de la sede del PP. Pero el momento más glorioso al que la puerta 147 tiene acceso no es el triunfo de los Tercios de Flandes ni el arribo de Colón a la Américas, sino al traidor e injusto fin de la Segunda República, porque esto privó a este País de muchas cosas e impuso un régimen dictatorial y posteriormente una monarquía heredera de las películas de Alfonso XIII y, sobre todo, la perpetuidad del capitalismo.

El tal ministerio, como ya les he dicho, no tiene puertas para acceder al futuro, nada mejor para la derecha de toda la vida. Para Rajoy es el ministerio perfecto, aunque tiene otros que también son de su agrado: el de Hacienda, capaz de hacer amnistías fiscales para los más sinvergüenzas; el de Sanidad que reduce brutalmente los Servicios Sociales, proporcionando suculentos ahorros en personal a la administración, también en vacunas y en protocolos de actuación, sin comentar lo de la Igualdad porque desconocen la de género y son contrarios a la de todos los españoles. Nada manco es el de Educación que duplica las tasas universitarias, reduce a más de la mitad las becas a los estudiantes con menos recursos e implanta de nuevo la enseñanza de la religión, para mayor gloria del inquisidor mayor de la puerta 33. Y qué me dicen del de Justicia, imponiendo tasas, poniendo  trabas a que los jueces desarrollen bien su trabajo y cargando sobre el tema del aborto; sin mencionar al de Fomento, al que poco le importa el derecho a la vivienda que contempla la Constitución, porque su objetivo real es, presuntamente, proteger al sector de la especulación inmobiliaria. El de Economía y Competitividad, merece un punto y aparte: es capaz de salvar a los bancos con un rescate camuflado – sí señor, rescue significa rescate, si no pregúntenselo a Ana Botella – y hablar de competitividad, con lo que nos suena todo a chiste. Y así podríamos nombrar el resto de ministerios y crear otro nuevo, el de la Diáspora, muy apropiado para jóvenes.

Durante el debate Rajoy se defendió como gato panza arriba con insultos y arañazos sin contar, de verdad, lo que están haciendo sus ministerios. Es por ello tan notorio que Rajoy prefiera el suyo, presumiblemente adjunto a la Presidencia: el del tiempo. El del tiempo que le queda.