Para aquellos de ustedes, amables lectores, que hayan leído y disfrutado de las aventuras y desventuras de Ignatius J. Reilly, les asomará una sonrisa recordando el libro. Pues bien, los anacronismos e inadaptaciones del personaje en cuestión tienen a estas alturas sus alter ego en esta España casi medieval y, sin embargo, tan pizpireta. Aquí, como cada uno campa por donde puede, algunos  políticos emulando a Ignatius llenan cuadernos y cuadernos, y en vez de esparcirlos por la habitación como hace el protagonista de La conjura, esperando el día de ordenarlos y crear su ideario y filosofía, los desparraman por las redacciones de los periódicos, con la idea de dejar unos cuantos culos al aire.

Pero lo más “divertido” o triste, según se mire, es el hecho de que los allí nombrados, insistan en que el pájaro en cuestión es simplemente un recaudador de favores económicos que se ha enriquecido gracias a la ingenuidad de los beneficiarios de estas ayuditas. Todo es posible bajo el sol, sobre todo en Antequera o en Génova, y todo es susceptible de presunción. El honor de los Prizzi no puede ser puesto en duda, salvo que se demuestre lo contrario. Pero permitidme imaginar, y siempre presuntamente, la escena de unos sobres con billetes de 500€, más o menos abultados en la mesa de algún directivo que exclama: “¿Coño qué es eso, serán estampitas?” Y no puedo quitarles la razón, porque para mí y para muchos españoles, los “Bin Laden”, son algo extraño y cómo indica su alias, sabemos que existen pero nadie los ha visto. Claro que eso era antes de que los norteamericanos pasaran por agua al del turbante.

Pero volviendo a los supuestos  beneficiarios de la pasta de todos… sí de todos, porque si las obras públicas o los productos de consumo están incrementados para que éste o aquel partido paguen una campaña por encima de los que les permite la Ley o aumenten sus ingresos los cargos públicos o políticos de cantidades que exceden lo legalmente permitido y en una sociedad en crisis, la indignación ciudadana debe estar acorde con el montante de lo sospechosamente recaudado.

Siguiendo con lo símiles, parece posible que Convergencia y Unió en Catalunya se beneficiara de los juegos del manos de Millet en el Palau de la Música Catalana. Ese porcentaje tan denunciado por Pascual Maragall parece ser que se ha quedado corto. No obstante, queridos lectores, no digan nada, no sea que les acusen de atacar a Catalunya, como si Catalunya estuviese sólo representada por ciertas formaciones políticas. ¿Recuerdan los argumentos de  Pujol Jr., al respecto de las ITV? Pues bien, el jovencito en cuestión no sólo no representa a Catalunya ni tan siquiera a la Catalunya burguesa, que el supone representar, creerlo es de necio.

Ahí precisamente está el meollo de la cuestión y el paralelismo con el título de este artículo: ¿Existe una conjura de necios para engañarnos o son tan necios que creen que pueden engañarnos todo el tiempo? Yo tengo mi propia respuesta. Les aseguro que me divierten – poco más nos queda – las explicaciones desmentidas y corregidas, día tras día, por los presuntos…y presuntas.

Existió un gran escritor que tuvo que suicidarse en el año 69 para que pudiésemos leer su obra, cargada de humor pero también de  realidades y de  dramática crítica a una sociedad que mucho tiene que ver con el momento actual. No crean todo lo que les digan, una cosa es ser cándidos e involuntarios sabedores y otra, deliberados necios. Por cierto, si encuentran un sobre con estampitas de color malva, sepan que, lamentablemente, no es mío, pero tampoco de Bárcenas y mucho menos de los bancos suizos…pregunten a Rajoy, tal vez él sepa algo.