Es muy probable que la escena de una ballena mirándose al espejo le parezca inverosímil. Pero tiene un significado primordial: el psicobiólogo estadounidense Gordon Gallup realizó este experimento con numerosas especies, para determinar que las que se reconocían en su propio reflejo eran las que tenían más consciencia de sí mismas. Hoy en día, pertenecen a este grupo más de una decena; además de las ballenas, los grandes simios, los cuervos o los elefantes. La mayoría de los etólogos aceptan este experimento en la búsqueda de la consciencia animal.

Los antropólogos, obviamente, tienen otras maneras de determinar la capacidad humana. Según la teoría de las inteligencias múltiples del psicólogo Howard Gardner, nuestro cerebro está más desarrollado, entre otros factores, cuando tenemos mayor consciencia de los otros seres vivos del planeta. Y, por ende, cuando aplicamos nuestra conciencia, sin «s», en nuestro trato con los animales.

«Es una forma de medir la evolución de la sociedad. Y, por suerte, en la última década, hay muestras de que la sociedad está evolucionando mucho en este sentido», opina Juan Ignacio Codina, doctor en Historia Contemporánea y subdirector del Observatorio Justicia y Defensa Animal. Aunque hoy por hoy no existen encuestas que demuestren esta mayor sensibilización generalizada hacia los animales, expertos y animalistas coinciden en que es una realidad. Nuestros cambios de hábitos en la alimentación son un buen baremo para constatarlo. Que no le confundan esos locales de hamburguesas gourmet que brotan cada semana en su barrio: a día de hoy, en España, se consume menos carne roja que nunca. Se ha reducido en una tercera parte en los últimos años, según el último Observatorio Nestlé de Hábitos Nutricionales y Estilo de Vida. No es una tendencia aislada: al tiempo que las hamburguesas comienzan a desaparecer de nuestros platos, aparecen en su lugar, cada vez con más abundancia, productos de origen vegetal.

Hace tiempo que el veganismo dejó de ser una actitud minoritaria para convertirse en algo mucho mayor: casi uno de cada diez españoles mayores de edad se declaran veggies según el estudio The green revolution de la consultora Lantern, un anglicismo que aglutina a los veganos puros y a vegetarianos de diversa gradación, incluso los que consumen algo de carne y pescado, pero de forma muy restrictiva.

Otras encuestas sectoriales, como la que realizó en nuestro país recientemente la organización World Animal Protection, demostraron que más del 60% de los españoles se opone a las fiestas taurinas, un porcentaje que rebasa el 80% entre los jóvenes de hasta 25 años. El Observatorio Justicia y Defensa Animal y la Fundación Affinity acaban de presentar un estudio en nuestro país en el que ocho de cada diez personas preguntadas están a favor de cambiar el estatus de los animales en el Código Civil, para desterrar su cosificación de una vez por todas. El último Eurobarómetro, por su parte, ha arrojado una mayor sensibilización de la población europea hacia el bienestar animal que en años anteriores. La RAE acaba de incluir en nuestro diccionario el término ‘especismo’, después de una campaña social en Change.org. Así se define la «discriminación de los animales por considerarlos especies inferiores».

«Hay una evolución clara, que va paralela a la de la propia humanidad», argumenta Jaume Fatjó, director de la Cátedra Fundación Affinity Animales y Salud, y pone un ejemplo: «Hace poco más de 40 años, se permitía el castigo físico a los niños en el colegio. Hoy es impensable. Aunque va más lento, podría decirse algo parecido del maltrato a los animales. Y esto se extiende a situaciones menos extremas, como la preocupación, cada vez más extendida, sobre el estado de los animales en las granjas, que está cambiando nuestros hábitos alimenticios».

De los encuestados por la consultora Lantern, solo un 17% declara ser vegetariano por salud, mientras que un 57% lo hace por motivos de ética y respeto a la vida animal. Si tenemos en cuenta el aumento imparable de vegetarianos en nuestro país y en gran parte del mundo (en Italia o Reino Unido, ya son el 13% de la población y, en Alemania, el número de artículos para veganos se ha multiplicado por 18 entre 2011 y 2015), se colige que un sector cada vez mayor de la población está preocupado por el trato que reciben los animales destinados a servirnos de alimento. Y eso, inevitablemente, arrastra a la industria. Así lo demuestra el quinto y último informe de la organización Compassion in world farming, que vela por las buenas prácticas en las granjas y los mataderos: en cada uno se incluye a las empresas de todo el mundo que cumplen unos estándares en el bienestar de los animales y cada vez son más las que engrosan la lista. Un 73% de las analizadas ya publican sus políticas de bienestar animal, comparado con el 46% de 2012. El director de la Asociación de Industrias de Alimentación de Aragón (AIAA), Ignacio Domingo, cree que el resultado del informe va en línea con la tendencia de la industria. «Se verán los resultados en uno o dos años, porque la industria ganadera está tomando medidas para mejorar la situación de sus animales, pero lleva su tiempo».

Domingo añade: «Creo que en el sector tenemos un defecto de comunicación. Por eso, algunos documentales crean tanta alarma social y nos demonizan. Hablan de opacidad, de prácticas poco transparentes en los mataderos y en las granjas. ¿Cómo no van a ser transparentes si están sometidos a controles constantes de las autoridades sanitarias, nacionales y europeas, y hasta de sus propios clientes? Una gran cadena de distribución ya no se arriesga a tener un proveedor sospechoso de maltrato animal». Se refiere al escándalo internacional que originaron las imágenes de Matadero, un documental que mostraba las condiciones de animales en granjas mexicanas hacinados en jaulas, la mayoría enfermos o heridos, maltratados sin contemplación. El periodista Jordi Évole hizo algo parecido recientemente en su programa Salvados, lo que incluso puso en el ojo del huracán a una empresa cárnica tan grande como El Pozo. «Claro que las malas prácticas existen», se defiende Domingo, «pero es aventurado decir que es lo habitual. La acción de unos pocos no se puede atribuir a todo un sector».

El socio de SESAL (Sociedad Española de Seguridad y Calidad Alimentaria), Ricard Parés, añade: «Hay una legislación europea muy férrea al respecto. Todos cumplen unos mínimos en el trato a los animales, otra cosa es que algunos productos considerados ecológicos aporten un plus en el bienestar animal. En cualquier caso, por su mayor presión de producción, las gallinas ponedoras, los cerdos y los pollos siempre estarán en el punto de mira. Y eso bueno».

La alimenticia no es la única industria que va tomando nota de la sensibilización cada vez mayor hacia los animales. Las grandes firmas de moda (Gucci, Calvin Klein, Ralph Lauren, Versace o Armani) hace tiempo que han dejado de fabricar prendas con pieles orgánicas, ante el rechazo que generan en gran parte de la sociedad. Y Sea World, el parque acuático más famoso del mundo, acaba de anunciar que dejará de ofrecer espectáculos con orcas, uno de sus mayores reclamos y su principal fuente de ingresos hasta hace unos años. Varios documentales que han destapado en Internet las condiciones de tortura que vivían estas ballenas han tenido la culpa.

«Hay que dejar de basar siempre esta mayor sensibilización en ideologías y hacer valoraciones sociológicas sobre lo que está pasando», opina Pablo Herreros Ubalde, antropólogo, etólogo y divulgador (ha dado charlas TED y conducido el programa Yo mono, de TVE). «El movimiento ecologista nació en Inglaterra en el siglo XIX, posiblemente como respuesta a la Revolución Industrial. Y por esa época se fundó la primera sociedad protectora de animales. Desde entonces, la evolución del ser humano es clara. No debemos olvidar que a finales del siglo pasado aún existían zoológicos humanos, donde algunos países mostraban, en jaulas, a miembros de tribus lejanas. Hoy, lo que causa rechazo a mucha gente es ver animales en jaulas. Esto da una idea de que progresamos como especie».

Ubalde da otros ejemplos: «En los años sesenta y setenta, el movimiento punk empezó, en Estados Unidos e Inglaterra, a rociar son espray a las señoras que llevaban abrigos de visón. Se veía como algo extremista. Hoy son las grandes marcas las que han dejado ya de fabricarlos». Y da una visión antropológica: «Históricamente, la dependencia de la caza por parte del hombre ha ido en disminución. Por eso, la sociedad se aleja de la visión de los animales como método de supervivencia. Eso nos ha permitido tomar una perspectiva, aunque la industria alimentaria siga siendo cruel». El experto va aún más allá: «Los etólogos compartimos cada vez más la idea de que los seres humanos, como tenemos una consciencia más amplia de la naturaleza, tenemos una responsabilidad de cuidar de otros animales. Ellos no saben las consecuencias de deforestar una selva, nosotros sí. Hay quienes dicen que somos la única especie capaz de cuidar de otros, no solo por protección maternal, sino por conciencia». Y zanja: «Es algo que llevamos dentro. Y parece que, por fin, empezamos a sacarlo».

Luis Meyer