En la novela, todo ciudadano tenía derecho a sentirse molesto ante el visor que la policía del pensamiento le había instalado en casa. Hoy ni existen, ni son necesarias esas cosas por razones tecnológicas que es innecesario explicar, pero resulta que las fórmulas actuales de control, manipulación y dominación son, no sólo insidiosas sino también viscosas, pegajosas. adherentes y nos envuelven de forma imperceptible pero muy eficaz Y resulta también que sus procedimientos no sólo incluyen el conocimiento de lo que hacemos, pensamos y decimos, sino que me parece que se extienden a lo que podríamos llamar operaciones de infiltración y sabotaje intelectual para conducir los posibles efectivos de la resistencia a vías muertas donde no hagan daño.

Uno de los casos más espectaculares que conozco de lo que quizá haya que calificar de infiltración y sabotaje de este tipo, es la peculiar pretensión de muchos de que el género humano fue creado mediante ingeniería genética por extraterrestres con forma de reptil que aún nos controlan desde el anonimato y la sombra.

Todo empezó con un autodidacta de lenguas muertas llamado Zacarias Sitchin. Según sus traducciones de tablillas mesopotamicas, extraterrestres procedentes de un planeta llamado Nibiru hicieron acto de presencia en Sudáfrica a fin de extraer de sus minas el oro necesario para esparcirlo en su atmósfera en forma de polvo y así preservarlo de los rayos ultravioleta.

Se produjo una revuelta sindical cuando ciertos extraterrestres inconformistas y con carácter se plantaron y dejaron caer los picos alegando que ellos eran astronautas y no mineros. Para resolver la crisis se decidió echarle el guante a un mono que pasaba por allí y crear al hombre mediante ingeniería genética. O sea que el primer hombre fue también el primer minero.

Un reproche que puede dirigirse a este señor es que sus traducciones difieren de las de todos, pero absolutamente todos los asiriologos (traductores de textos cuneiformes) que en el mundo han sido desde el descubrimiento de la inscripción de Behistún en 1835 y sobre todo desde la sistematización de las labores de traducción a partir del descubrimiento en 1842 de la biblioteca de Asurbanipal.

Pero las discrepancias no son precisamente sólo de matiz, como pudieran serlo la interpretación de un acusativo o un problema de sintaxis con varias soluciones posibles. En esta sorprendente arena, que bien pudiéramos llamar SITCHIN CONTRA TODOS, el autodidacta atribuye a los textos un contenido total y completamente alternativo y divergente del resto. Todos traducen lo mismo excepto él, lo que desde luego no le aporta necesariamente credibilidad porque si los asiriologos oficiales hubieran querido falsear conscientemente la Historia, habrían tenido que ponerse de acuerdo todos ellos desde sus distintos continentes de origen, en una época sin teléfonos ni aviones y a lo largo de varias generaciones.

Al margen de esto, todo el mundo sabe que Sudáfrica y Mesopotamia están muy lejos y no se entiende precisamente bien que un escriba sumerio tomara el cálamo para plasmar por escrito algo que había sucedido a miles de kilómetros.

Es posible que la razón de que el señor Sitchin sitúe el origen del hombre en esa región se deba a que fue precisamente allí donde la ciencia oficial sitúa el origen del hombre, Ahora bien, ese hombre cuyos restos se han datado entre medio millón y un millón de años atrás, no era precisamente un minero capacitado, sino una criatura de metro y medio de estatura con un cerebro elemental, llamado australopoithecus africanus, cuya única habilidad manual consistía en tallar pedruscos de forma extraordinariamente tosca (la llamada pebble culture) y cuya principal afición parece haber sido atizar con ellos a los babuinos que pillaban y chafarles el cráneo para comerse sus sesos.
Pues bien, alguien pensó que era buena idea hacer una especie de audiovisual sobre esa historia estelar/sindical y resulta que el vídeo, publicado en Youtube, tiene más de 200000 visitas de almas candidata convencidas de que nos han engañado muy malamente y de que aquí hay una conspiración de altísimos vuelos para pervertir la historia real de la Humanidad.

Pero la cosa no queda ahí. Sí así fuera, la afición sería tan inocua como la de leer a Spiderman. La cuestión es que todos o la mayoría de los que creen lo que dice ese audiovisual, creen también que los extraterrestres continúan entre nosotros constituyendo un poder en la sombra particularmente siniestro al que llaman “la elite de la elite”. Creen que las casas reales de Europa pertenecen a esa estirpe y que sus miembros se transforman en lagartos a voluntad (esto incluye a Felipe VI) y alguno ha llegado al extremo de sostener que los interesados se reúnen a deliberar en una sala cuyos asientos presentan en el lugar destinado a las posaderas un hueco para sacar la cola. Esos seres son los llamados reptilianos y constituyen un tópico, en mi opinión desafortunado, de la conspiración.

200000 personas es mucha gente y esta gente podría y debería dedicar su tiempo a luchar de forma constructiva, creativa, estructurada, consciente, positiva, bien dirigida y eficiente, para derribar la plutocracia, reducir a cenizas el arrogante imperio de los poderes económicos y contribuir a la puesta en marcha de una sociedad armónica, libre y justa en la que todos nos sentamos a gusto. Pero ellos prefieren que su contribución a un mundo mejor consista en  disipar su energía especulando y divagando sobre esos inexistentes reptilianos, y esta situación sólo puede causar la complacida y aprobadora sonrisa de los amos del mundo.