Sin embargo la humanidad pervivirá. Tal vez no como la conocemos, pero continuará su andadura, huérfana de bosques y de selvas, sustituidos por cemento; exigua en variedad zoológica, multitud de especies desaparecerán y escasa de recursos, por los que seguirán matándose las gentes; sedienta y atormentada por inexplicables cambios ambientales. Pero el hombre sobrevivirá. Debe sobrevivir para contar a las generaciones futuras que contaminamos ríos, mares y océanos; desforestamos florestas y pudrimos el aire que respiramos por ambición y  codicia.

Grandes objetivos

Los objetivos fijados por la ONU en cuanto a garantizar la sostenibilidad ambiental tienen como metas los siguientes cuatro puntos

  1. Incorporar los principios del desarrollo sostenible en las políticas y los programas nacionales y reducir la pérdida de recursos del medio ambiente
  2. Reducir y ralentizar considerablemente la pérdida de diversidad biológica antes del 2010
  3. Reducir a la mitad, para 2015, la proporción de personas sin acceso sostenible al agua potable y a servicios básicos de saneamiento
  4. Mejorar, en 2020, la vida de al menos 100 millones de habitantes de barrios marginales.

Sin embargo en cada uno de los puntos andamos bastante retrasados. Los datos que se tienen nos confirman  que los suelos se siguen degradando y nuestra flora y fauna pierde cada día que transcurre docenas de especies. Los temidos cambios climáticos confirman que nuestro planeta se está calentando como resultado de las emisiones de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero, que parecen imposibles de detener, provocando la elevación del mar por efecto del deshielo. Da igual que las emisiones sean producto de actividades humanas, de la actividad industrial o las combustiones de carburantes, el planeta sigue calentándose, bien por la acción del hombre o por determinadas causas naturales y eso nos llevan a consecuencias extremadamente peligrosas. Esta mudanza ambiental motivada por el calentamiento global ha cambiado los patrones climáticos, disparando las catástrofes naturales.

Por otro lado, los cambios en la usanza exagerada del suelo y de los recursos boscosos, añadidos a las consecuencias climatológicas que apuntamos provocan la deforestación y la desertización, cambiando el equilibrio natural y el paisaje. La  elevación del nivel del mar por efectos de la “desglaciación”  aumentan el peligro de sequías e inundaciones, paralelamente, los recursos marinos son  sobreexplotados con la escusa de la productividad.

Estamos advertidos

Hay cientos de avisos que constantemente nos recuerdan lo que está sucediendo, no son sólo indicios, son cuestiones palpables y científicamente comprobables. Desde esta misma revista hemos informado del origen del cambio climático (link) o  denunciado las responsabilidades de las multinacionales en la deforestación de zonas del globo (Link),  y de los impactos económicos que supone la pérdida de cultivos y diversidad. También lo hemos hecho cuando se llegaban a acuerdos o avances esperanzadores (link). Preocupados por una acción eficaz que llega tímidamente o, en ocasiones, demasiado tarde.

Podríamos apuntar docenas de noticias que nos dan conciencia exacta de lo que sucede, desde el anuncio de que no se puede escalar el Everest porque la nieve que cubre las cimas decrece y los glaciares se agrietan, al hecho de la pérdida de superficie helada en el Ártico, pasando por el anuncio de que el río Amazonas, el más caudaloso y el segundo más largo del mundo, registró, este año, su nivel más bajo de altitud en cuatro décadas. La Antártida sufre desde 2005 el mayor deshielo de los últimos años, como consecuencia del calentamiento global, el fuerte retroceso de los hielos ocasiona que las capas se desprendan y fluyan al océano, aumentando los niveles de los mares.

A cada mala noticia los depredadores de la naturaleza encuentran motivos para aumentar sus beneficios. Sí se deshiela el Ártico, se disponen a descubrir los yacimientos de gas y petróleo de su subsuelo o especulan para abrir nuevas rutas marítimas. Si se confirma que el calentamiento global sigue en progresión, se busca la manera de reconvertir la explotación agrícola y si se anuncia que la principal amenaza para Centroamérica, motivada por el cambio climático, son las  lluvias  cada vez más intensas y concentradas, se apresuran a montar fábricas de paraguas. Algunos tratan de vender casas a cien metros del mar como futura primera línea de playa.

Y no obstante, en algo tienen razón, no se debe permitir que estas graves situaciones  paralicen  o disminuyan el crecimiento económico de los países en desarrollo. No podemos hacerles pagar el derroche de los ricos y exigirles ahora que no busquen un futuro mejor. La batalla tiene dos frentes: reducir las emisiones globales de carbono y la deforestación, pero satisfaciendo la demanda de energía y el derecho a un crecimiento sostenible de los más pobres del planeta.

Como ejemplo, en América Latina se confirman los pronósticos de futuras modificaciones en el clima global ya cuantificable  en el presente. Como  región muy vulnerable al cambio climático,  está condenada a sufrir pérdidas económicas, sociales y ambientales,  sin tener  gran responsabilidad en los inicios del desastre. Injusto sería que, ahora, pagasen las culpas de otros impidiendo una explotación sostenible.

El tamaño y las características de la población pueden influir sobre el cambio climático

Pero todo no son malas noticias, el envejecimiento de la población de la tierra podría  frenar  el cambio climático. Los estudiosos del tema han observado que el volumen poblacional y su constitución influyen en el cambio climático; no obstante eso era tan sólo una teoría. Ahora un estudio del Centro Nacional de Investigación Atmosférica en Boulder (Estados Unidos) confirma esa percepción. Utilizaron para ello los datos económicos de nueve regiones del globo para demostrar que, efectivamente, los factores demográficos afectan al cambio climático. Es decir, un crecimiento más ralentizado de la población puede ayudar  a conseguir un descenso de casi el 30% en las emisiones de gas de efecto invernadero sobre el total que se estima necesario disminuir hacia 2050 para evitar un calentamiento global superior a los 2ºC. Si tenemos en cuenta que las poblaciones más envejecidas son la de los países desarrollados, se equilibra la balanza con los menos desarrollados que disponen de estadísticas demográficas más favorables en este aspecto.

Voces que predican para impedir desiertos

Apenas hace unas semanas, Al Gore, ex presidente de los Estados Unidos, predicaba en Lima, en la clausura del Primer Encuentro Ambiental 3R3, la necesidad de un cambio urgente del modelo de desarrollo. Empresarios y estudiantes peruanos escucharon a Gore bautizar su conferencia con el nombre de “Thinking green” (Pensando en verde), en la que les invitaba, desde la carpa instalada en el Cuartel General del Ejército, a mantener su gran diversidad en flora y fauna que Perú posee y que es una de las mayores del mundo.

El 2010 está asignado como el Año Internacional de la Biodiversidad. A mediados del pasado septiembre se realizó en Córdoba (España),  el Seminario Internacional sobre Biodiversidad Agrícola en la lucha contra el Hambre y frente a los Cambios Climáticos, en el se ha destacado que la Biodiversidad es de importancia clave para alcanzar los Objetivos de Desarrollo del Milenio. El seminario puede considerarse el pistoletazo de salida para la Cumbre de Cancún cuyas discusiones comenzaran el 29 de noviembre  y a la que asistirán cerca de un centenar de países. Todavía no está claro si  la anterior Conferencia en Copenhague fue un éxito o un fracaso puesto que el objetivo de reducir las emisiones en 42 países industrializados no se ha cumplido del todo. El mes próximo, en Cancún el objetivo debe ser más concreto,  se debería llegar a un tratado vinculante y que se cumpliera en los plazos previstos y lograr que el 2010 pueda ser, en verdad, un año importante para la Biodiversidad.

Acciones a tomar

Lo que parece claro, se diga o no en las Conferencia, es la necesidad de tomar acciones urgentes para controlar el cambio climático, evitar la pérdida continuada de la biodiversidad y  paliar la lacra de la inseguridad alimentaria para tantos.

La biodiversidad agrícola es una necesidad vital. Su importancia y valor deben ser prioritarios para que los gobiernos establezcan leyes que cercenen la pérdida constante de tipos de cultivos, flora y fauna autóctona, asegurando la prestación de servicios agroambientales. Frenar la deforestación y la grave amenaza del cambio climático debe ser una bandera solidaria para todos. Nos jugamos el hogar de las generaciones futuras.

Nuestro planeta está todavía vivo  y nosotros, la gente que lo habitamos, somos la conciencia de la tierra, pongámonos en marcha, el tiempo apremia.

Jordi Martínez Brotons