Pero cómo erradicarlas si fuera el caso de que estuviera implicada la necesidad y la subsistencia de una comunidad, adicionando que aquellos que les gobiernan son quienes les autorizan esta actividad con la excusa de que se lleva acabo con fines económicos, culturales o religiosos?.

En la actualidad, donde los países desarrollados cuentan con los recursos y los medios de satisfacer las mínimas necesidades, existen ciertas tradiciones macabras que practican actualmente varios países del primer mundo que, personalmente, me han marcado, y en especial aquellas en donde masacran millares de delfines. Eso es lo que denuncian los activistas que trabajan por la defensa de los derechos de los animales en todo el mundo.

Todas las primaveras Dinamarca realiza auténticas matanzas de estos mamíferos por tradición y economía, al igual que ocurre de septiembre al mes de abril en las costas japonesas en el pueblo de Taiji, donde la cuota anual de pesca de estos mamíferos asciende aproximadamente a la impresionante cifra de 20.000 capturas de delfines, ejecutadas con bastante crueldad.

Este es el caso claro de una de las tantas tradiciones macabras que se dan en el planeta y que en la actualidad la mayoría vemos como vergonzosas y abominables, no solo por lo cruel y sangrienta, sino que también por la total indiferencia ante tales cuadros espeluznantes de aquellos quienes autorizan y por los que llevan acabo estas practicas con una naturalidad impresionante y desconcertante, y que el resto del mundo observa como si fuera una película de esas que vemos con asombro y miedo y en la que a la vez nos decimos a nosotros mismos “esas cosas creía yo que solo se pudieron dar en el primitivismo o en la imaginación macabra y morbosa de Edgar Allan Poe, Alfred Hitchcock o Stephen King”, aunque comparándolos con la realidad y crueldad existente, estos genios del suspenso y de lo espeluznante se quedaron cortos, a pesar de que con sus obras macabras nos han dejado marcados con el paso del tiempo.

Lo inconcebible de la situación actual, es que estos países están catalogados entre los más ricos del planeta y  justifican la matanza y captura como necesidad económica y una tradición histórica que complementa los valores de la sociedad y la cultura del país. En realidad parece insólito y contradictorio ya que en el caso de Dinamarca, este está considerado como el segundo país más pacífico del planeta, seguramente quienes llevaron a cabo el estudio ignoraron esta horrenda y sanguinaria tradición que continúan practicando.

Lo ideal seria que los humanos entendiéramos como tradiciones culturales aquello que le otorga al ser humano sensibilidad, inteligencia y civismo. Aunque lamentablemente son características que unas personas tienen más que otras,  y que hacen este mundo tan desigual en relación a los sentimientos, tanto hacia los animales como al mismo ser humano como su igual. La crueldad que destruye, humilla y causa dolor no debiera ser considerada cultura, y defender lo tradicional por el simple hecho de serlo, es renunciar al derecho a la crítica, al progreso, y a esa urgente sensibilización y empatía de la que estamos careciendo, excusando nuestra culpa y responsabilidad en generaciones anteriores que en su momento, por ignorancia y verdadera necesidad, llevaron a cabo actos irreversibles que deberían servir como un ejemplo a las nuevas generaciones para que la historia no se volviera a repetir.

Ahora Japón cuenta con un nuevo Ministro, a quien le toca que enfrentarse a una sobrecargada agenda y  el reto de tratar de unificar al partido dividido y con una situación económica, afectada por los acontecimientos del pasado mes de marzo, por lo que nos hace perder fácilmente la esperanza que este incluido en su agenda el deseo de cambiar esta tradición cruel e indignante.

Esperemos que Yoshihiko Noda este interesado en dejar un legado de cambios positivos a esa nación que nos ha dado un gran ejemplo de coraje y dignidad ante la reciente experiencia, donde ha prevalecido el bien de la comunidad frente al individualismo campante existente en Occidente.

 

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