……………………ni es cooperante, ni trabajador humanitario- añadiría yo.

Como no podía ser de otro modo, termino esta “catarsis pública” sobre mi periplo de cooperante del mismo modo que la inicié allá por el mes de mayo, volviendo a esa fuente de sabiduría y goce sin fin que son los libros, y compartiendo de nuevo a mi releído, mil y una veces, Javier Reverte.

¿Catarsis? : SI.

Porque enfrentarme al reto de la página en blanco durante los últimos ocho meses ha sido sinceramente el estímulo que me ha permitido, con un resultado casi curativo inesperado, compartir con los lectores la transformación interior suscitada por una experiencia vital tan profunda como la que he tenido el privilegio de experimentar los últimos 10 años. Y admito que lo he realizado además de forma totalmente intencionada, alejada de la intelectualidad y la reflexión profunda que algunos quizás esperaban, y guiada por el contrario por una intensa y espontánea liberación de mis emociones, a través de una sincera expresión de los afectos de mi inconsciente por encima de cualquier cosa.

Si a todos esto le unimos el goce estético que para mi ha supuesto, en algunos casos más que en otros lo confieso, y espero que para algunos de ustedes también, la lectura del artículo terminado, y sobre todo la propia felicidad del reencuentro con libros, melodías e imágenes buscadas y recuperadas a raíz de su preparación, tengo que admitir que la escritura ha sido la mejor terapia para mi “Síndrome de ET”.

Y ¿Por qué esta cita de Reverte y el perdido Ulises?.

Porque esa granada del “no-ser” que siempre he tratado de no olvidar llevar en la mochila a pesar de los trocitos de metralla que siempre va soltando, estalló de una forma inesperadamente enriquecedora en un continente en el que nunca pensé que terminaría mi periplo de cooperante, y al que dedico este último capítulo, Asia; Y donde el detonante fueron justamente un pueblo y unas gentes, con quienes ni el idioma ni la cultura, me ofrecían a priori una posibilidad de comunicación e implicación tan inmediata y tan intensa como la que disfruté desde el primer día en Centroamérica durante los 7 años anteriores.


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Y es que inmediatamente después del terremoto y posterior tsunami vivido en el Sudeste Asiático a pocos días de finalizar el año 2004, primero en Banda Aceh, la Región al norte de la isla de Sumatra-Indonesia, durante un periodo de dos meses, y después en Sri Lanka, durante casi un año, estuve cantando a coro y de forma desgarradora con sus entrañables y admiradas el “no soy nadie”, mientras trabajábamos juntos por paliar una catástrofe de magnitudes y complejidad faraónicas.

Llegué a Banda Ache una semana después del tsumani, no sin antes y por esos avatares del destino tan común en el mundo de la cooperación de encontrarme en el aeropuerto de Kuala Lumpur durante una parada técnica, con una querida colega argentina de fatigas en El Salvador, Cecilia, que también iba a trabajar allí con OCHA y a la que no veía hacía más de 3 años. Su grito de Cristina ¿Qué haces aquí?, junto con la sonrisa y el abrazo mutuo que lo acompañó, puso de manifiesto una vez más que los caminos se vuelven a encontrar y que las redes de amistad y solidaridad tejidas en estas experiencias son irrompibles. Y no sería la única. Durante mi estancia en Banda Ache tuve el placer de reencontrarme con muchos más colegas del pasado.

Pero más allá de cualquier expectativa que pudiera tener, basada en mis experiencias anteriores en emergencias humanitarias, la realidad lo superó con creces. La devastación era de tal magnitud que las palabras se quedan cortas para tratar de explicar el sentimiento de vació y frustración que me generó la visita durante mi primer día al barrio de Ulhe Lhe, kilómetros y kilómetros de total devastación, cementerio viviente de miles de personas, o la visión de cientos de barcos enormes empotrados en las calles principales del otrora prospero centro comercial de la ciudad. Que decir de las imágenes de los grupos de socorro sacando miles de cuerpos envueltos en plásticos del agua en cada esquina o la multitud de personas que se te acercaban con las fotos de sus familiares desaparecidos con ojos tristes, pero siempre brillantes con la esperanza de que esta vez encontrarían una respuesta positiva.

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A veces lo esencial en estos contextos, es lo menos glamuroso. Yo fui a Banda Aceh a limpiar. Estuve coordinando un programa de “Cash for Work” ( práctica frecuente que consiste en la integración al trabajo y apoyo a la recuperación psicológica de las personas afectadas y residentes en los campos de refugiados a través de proyectos en lo que colaboran a cambio de un salario diario). En este marco, tuve el privilegio de compartir el día a día con cerca de 1,300 hombres y mujeres, que a pesar de ser victimas del tsunami (como mi colega coordinador de la contraparte local, pescador que tenia a 17 familiares desaparecidos o a Asia, mi abuela adoptiva de 60 años que perdió a toda su familia excepto a 1 hijo y que caminó sola 50 Kms. desde su pueblo a la ciudad tras el desatare), sacaron fuerzas y entrega sin fin de donde parece imposible encontrar, para trabajar cada día en la limpieza y apertura para ofrecer asistencia lo antes posible del Hospital General Abi Din, la anexa Escuela de Enfermería, el Hospital Mental, y la Universidad Islámica de la ciudad. Desde estas líneas les mando todo mi cariño y admiración por los momentos compartidos, todo lo que me enseñaron y por acompañarme a sobrellevar el “no-ser” ante situaciones como:

  • La múltiples reuniones mantenidas entre las ONG para decidir si el salario diario para los trabajadores/as era un dólar más o menos por el efecto que esto podía tener en la economía local, cuando el mundo de la Cooperación tenemos aún pendiente de reflexionar y posiblemente regular de alguna manera el incremento de precios que produce la aparición repentina, consiguiente competencia y aumento del precios ante sus demandas de alojamiento, que es escaso, comida, bebida, etc.. de más de 300 ONG y Organismos Internacionales con sus correspondientes trabajadores,
  • Los múltiples cambios de agenda hasta que nos hartamos e ideamos entre carcajadas y risas maliciosas técnicas y estrategias para que se quedaran más tiempo y les escucharan de una vez, que propiciaron las continuas visitas, de esas de 5 minutos, de personalidades importantes, donantes internacionales varios, y medios de comunicación al hospital en el que más que trabajar nos desvivíamos en medio del barro y el lodo, para hacerse la foto.

Y es que una emergencia de este tipo es tremendamente compleja y difícil de manejar, y en los primeros momentos se hace en muchos casos lo que se puede, no lo que se quiere o lo que se debe. Hay que ser flexible y sobre todo tener mucha paciencia. Pequeños pasos son un gran avance. Tengo que admitir que me sorprendió gratamente la colaboración que pudimos establecer con los Militares Alemanes, australianos y españoles con los que coordinábamos la puesta a punto del Hospital. Nosotros limpiábamos ellos rehabilitaban los sistemas de agua, luz, etc.. que permitían dar la asistencia. Me sorprendió tanto su excelente labor técnica como su actitud y sensibilidad con la población. Gracias a mis amigos alemanes por su excelente humor y por sus cariñosas invitaciones a un lujo en esas circunstancias, como era beber un simple capuchino de sobre sentada en una silla.


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Pero si algo fue realmente difícil en esta emergencia y lo viví sobre todo en Sri Lanka es la paradoja de cómo en una circunstancia en la que el dinero corrió a raudales, éste puede convertirse en un gran problema a la hora de su gestión. Los motivos son diversos: por la falta de capacidad en las autoridades locales para manejarlo, la insistencia de los donantes en cumplir plazos y gastar el dinero en un tiempo record por el atracón mediático que esto conlleva, y que en muchos casos llevó a duplicar innecesariamente proyectos ( era fácil ver en Galle , al sur de Sri Lanka, pescadores que llegaron a tener más de 3 botes entregados por ONG que se revendían en el mercado local).

Al menos en Banda Aceh un desastre de este tipo supuso una oportunidad que fue bien aprovechada para alcanzar la paz tan esperada en esta zona, asilada por muchos años. En Sri Lanka, por el contrario, no fue tan fácil y el conflicto entre el Gobierno Central y los Tigres Tamiles, lejos de solucionarse, se recrudeció con el consiguiente sufrimiento de la población, tensión y muerte que aún hoy continúa y que para nuestro mundo parece no existir.

Sin embargo, ese grito de Ulises es el reflejo tanto del pensamiento que originó hace años mi elección laboral de entrar en el mundo de la cooperación, como de la actitud que he procurado me acompañara durante estos 10 años de experiencias, considerando que es no solo la correcta sino la única que puede hacerte disfrutar y tener éxito para cualquiera que quiera dedicarse a este trabajo. Pero lo que es más paradójico, ¿o no?, y sobre todo revelador, es que el sentimiento de pérdida persiste para el cooperante retornado. Y eso lejos de ser negativo, aunque si doloroso, es tremendamente revelador y esperanzador.

A la vuelta se abren caminos nuevos desde los que es prioritario trabajar si se quieren tener cambios sustantivos en la estructura de relaciones mundiales, para seguir contribuyendo al avance de un mundo que cada vez más globalizado y multicultural, y España es un buen ejemplo de ello, no deja de seguir habitado por la ignorancia y la arrogancia de occidente frente a sociedades ¿”menos desarrolladas”?. Yo de momento lo he encontrado en el ámbito de un nuevo enfoque económico que espero produzca cambios importantes: La Responsabilidad Social Empresarial.

Porque aunque ayuda, no hace falta viajar lejos para sentir el no ser. Porque no importa donde estés. Sentirse perdido es estar en el camino correcto. No saber donde te encuentras es lo que te ayuda a avanzar. Estar dispuestos a dudar, a cuestionarse, a escuchar de forma activa y a cambiar porque todo, todo cambia, es lo esencial.

Quien no haya sentido alguna vez ese estallido del no-ser en el alma ni es viajero ni es escritor,…………………..ni Ser Humano, concluiría.

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¡PORQUE TODOS TENEMOS UNA RESPONSABILIDAD SOCIAL QUE ASUMIR!

¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡AAAAAAAAAAUUUUUUUUUUU!!!!!!!!!!!!

No se puede prohibir

La elección de pensar

Ni se puede impedir

La tormenta en el mar.

No se puede prohibir

Que en un vuelo interior

Un gorrión el partir

Busque un cielo mejor

No se puede prohibir

El impulso vital

Ni la gota de miel

Ni el granito de sal

Ni las ganas sin par

Ni el deseo sin fin

De reír, de llorar

No se puede prohibir

No se puede prohibir

El color tornasol

De la tarde al morir

En la puesta del sol.

No se puede prohibir

Ni se puede negar

El derecho a vivir

La razón de soñar

No se puede prohibir

Ni el creer ni el crear

Ni la tierra excluir

Ni la luna ocultar.

No se puede prohibir

Ni una pizca de amor

Ni se puede eludir

Que retoñe la flor

Ni del alma el vibrar

Ni del pulso el latir

Ni la vida en su andar

No se pueden prohibir

No se puede prohibir

El afán de cantar

Ni el deber de decir

Lo que no hay que callar

Solo el hombre incapaz

De entender de sentir

Ha logrado al final

Su grandeza prohibir

Y se niega el sabor

Y la simple verdad

De vivir el amor

Y en total libertad

Si tuviese el poder

De poder decidir

Dictaría una ley

Es prohibido prohibir

De nuevo Eladia Blázquez, Autora