Desde el cielo vi tú nombre dibujado sobre la fina hierba,

y bajé volando despacito  hasta acariciar

las perfumadas flores que te custodiaban;

ellas, elegantes, altivas y bellas,

te acunaban protegiéndote del fuerte aire que…

enloquecido quería borrar tú nombre de la faz de la tierra.

 

Mientras, las finas y  sumisas hierbas,

luchaban aferrándose a la removida tierra.

Soplaba  entonces de nuevo el aire, intentando arrancar con furia y rabia

los recuerdos depositados un día en aquella tierra,

pero las flores, con serenidad de piedra,

se mantuvieron erguidas protegiendo tú nombre hasta pasar la tormenta.

 

Sus perfumes embriagaron al aire y el aire acepto su derrota y destino en la reyerta.

Desde entonces, tú nombre, amado mío,  se mantiene firme en la fresca y aireada tierra,

y yo volé, volé tranquila de nuevo hacia mi cielo,

para divisar tú nombre plácidamente desde el infinito, desde  las estrellas.

 

María del Carmen Aranda es escritora y autora del blog mariadelcarmenaranda.blogspot.com