No voy a comparar a Pedro Sánchez con Julio César, ni el tiempo ni la circunstancia tienen nada que ver, pero sí asegurarles que en comité federal del sábado había más de un Bruto, y para que mis palabras sean políticamente correctas, diré que también alguna Bruta. El pecado de Sánchez ha sido no permitir un gobierno corrupto y, en esta última etapa, aplicarse demasiado para buscar un acuerdo para un encaje en Catalunya.

Tienen mala suerte los secretarios generales del PSOE elegidos por los militantes en primarias, que es la forma más democrática de escogerlos. Primero fue Borrell y ahora Sánchez los que han tenido que renunciar a su cargo. Nada hay más innoble que esperar agazapado el fracaso del compañero para erigirse en salvadores y acuchillarle por la espalda, metafóricamente hablando, claro está. Sin embargo, esta historia de apóstatas se viene repitiendo en todos los partidos políticos, porque las estructuras de los mismos – y hablo en general – son piramidales, y las bases utilizadas a conveniencia. Más o menos solapado, en cada cambio, hay un golpe de estado – o de timón – que deciden sólo unos pocos, aunque le den apariencia democrática.

Luego, tienen que aparecer los redentores o las redentoras para enmendar el desaguisado con un zurcidito aquí o allá. Lo malo es que el hilo para el descosido les viene dado desde insospechados lugares. Demasiado ha resistido Pedro Sánchez tocándoles la moral a los de siempre. Esos poderes supremos que mueven las marionetas a voluntad para mantener al sistema y al actual estado de las cosas, han tenido que recurrir  a sus más potentes bazas. Y esta vez ha sido el padre, investido con toda la autoridad de su pelo blanco y sus puertas giratorias el que ha apuñalado al hijo. ¿Tu quoque, pater?, cuentan que dijo Sánchez.

Lo peor del caso es que ahora el PP ya no sólo exigirá la abstención, también la aprobación de los presupuestos y algunos acuerdos más. La rendición tiene que ser completa o van a nuevas elecciones que es lo que Rajoy en realidad pretende y así apuntillar a un PSOE con las bases cabreadas y sus votantes asombrados y desorientados. Como escribí en twitter: “Hay un par de cosas con las que Sánchez se va y que a muchos les faltan: dignidad y valentía”.

Porque si alguno de ustedes tiene dudas de quién se alegra con la salida de Pedro Sánchez, escuchen a Marhuenda o a Inda,  a esos gurús financieros y a esos contertulios – que entienden de todo – muy preocupados por el déficit, las represalias de la U.E. o el desencaje de las Autonomías. Les aseguro que, muy pocos, saben de qué están hablando, pero todos tienen su línea editorial definida, marcada y, evidentemente, pagada.

Según Plutarco, un vidente le había advertido a César del grave peligro que le amenazaba en los idus de marzo. El día de su asesinato,  cuando iba al Senado, llamó al vidente y riendo le dijo: “Los idus de marzo ya han llegado”; a lo que el vidente contestó: “Sí, pero aún no han acabado”. Me gustaría advertirle a la nueva gestora del peligro  del idus de octubre, o el del 21 de diciembre, porque nada ha terminado. Tal vez no haya suficiente hilo para coser el desgarro.