Un país de más de 600.000 km cuadrados, y una única lengua oficial: el ucraniano, lengua eslava emparentada y hermanada con el ruso. Los últimos años, el país había asistido a una permanente “ucranización”, relegando la lengua rusa a un segundo plano, aunque fuera la lengua materna de casi un tercio de sus ciudadanos, y auténtica lingua franca para la totalidad del país, lo que facilitaba el intercambio comercial y cultural con todos los demás estados de la otrora Unión Soviética.

Hace unos pocos meses, las masivas manifestaciones en Kiev, su capital, hacían tambalearse y caer a su debilitado gobierno, inestable y en franca minoría, permitiendo que un grupo político nacionalista y ultraconservador, tomara las riendas del poder, con un amplio respaldo popular en Kiev, pero no en Ucrania. Y es algo que los occidentales debemos comprender: las numerosas manifestaciones se dieron en la capital, y a diario se retransmitían por la televisión para provocar el apoyo mediático de los ciudadanos occidentales. ¿Pero qué sucedía en el resto del país?

El tiempo nos ha permitido comprobarlo: Crimea, de mayoría rusohablante, decidió mediante un referéndum llevar a cabo un rápido y sorpresivo proceso secesionista que han culminado recientemente con su unión en Rusia, a la que denominan la madre patria. Occidente ha mostrado su cólera ante lo que denominó “plebiscito ilegal”, olvidando que con Kosovo sucedió algo semejante, se desgajó una parte del territorio serbio y se independizó, dejando la antigua provincia en manos de la mafia albanesa. La historia se vuelve a repetir, pero en esta ocasión, Occidente deseaba ampliar su influencia al este europeo, y lo que está sucediendo es que los ciudadanos de amplias regiones de aquel país, lo que reclaman es ingresar en la “madre patria” para distanciarse de la influencia occidental.

Ahora le toca el turno a Lugansk y Donetsk, regiones mineras y de mayoría rusófona, que han votado un referéndum para su independencia y con un aplastante apoyo, están negociando su ingreso en Rusia de manera urgente. Las tropas ucranianas se han repartido por todo el este del país, generando una atmósfera de preguerra civil, disparando sobre la población. Las milicias antigubernamentales, fuertemente respaldadas y armadas por Moscú, se están dedicando a proteger sus bastiones, y este caldo de cultivo no propicia el advenimiento de unas elecciones libres, como las que teóricamente estaban preparadas para el día 25 de mayo. Lo lógico sería suspenderlas, pues el clima de confrontación no va a ayudar a la transparencia democrática, a no ser que tengan otro objetivo: legitimar al actual gobierno de Kiev, desautorizado por la mayor parte de la comunidad internacional por su uso de la fuerza.

Las tropas ucranianas deberían replegarse a los cuarteles, aprobar una constitución federal, donde se permita la autonomía y secesión de sus regiones, y que ambas lenguas (ucraniano y ruso), gocen de la misma representación. Si las regiones del este del país de mayoría rusófona anhelan su integración en Rusia, va a ser difícil impedirlo, además, ¿por qué razón? Dejemos que sus ciudadanos lleven la iniciativa de manera pacífica, como se realizó en Crimea, de forma ejemplar, aunque Occidente nunca lo reconozca. Y por favor, que todo el proceso se haga consensuado, sin derramamiento de sangre, sin el uso de la fuerza.

¿Y Europa? ¿Qué tiene que decir a todo eso?  Su dependencia casi total del gas ruso de países como Polonia, Alemania y las repúblicas bálticas, ha silenciado su opinión. Una vez más y lamentablemente, la opinión (u opiniones, si es que las tienen) de la Unión Europea, es irrelevante.