El primero está escrito por un eminente arquitecto egipcio Hassan Fathy (1900-1989) y está titulado “Architecture for the poor”, publicado originalmente por el Ministerio de Cultura Egipcio en 1969 bajo el título de “Gourna: A tale of Two Villages”. La cuarta edición es de 2004 y la publica The American University in Cairo Press. El segundo tiene por título “The architecture of empowerment. People, shelter and livable cities” editado por Ismaïl Seralgeldin y publicado en 1997 por Academy Editions (Londres).


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Lo interesante de ambos libros es que son un canto a la esperanza en cuanto a la posibilidad de plantear soluciones adecuadas al enorme problema, que no ha hecho más que acelerarse, de la falta de vivienda en muchas ciudades del tercer mundo. Soluciones que son aprehendidas, y no necesariamente asumidas por mera imposición, por aquellos que terminarán siendo sus usuarios en su condición de pobladores. No se trata de exponer lo que a simple vista se aprecia en gran parte del mundo pendiente de desarrollo, bien sea como espectador televidente o curioso paseante circunstancial (esto último sólo en casos excepcionales), el crecimiento descomunal de la infravivienda. Con mayor o menor acierto y conocimiento, el gremio de los urbanistas de Occidente reflexiona con una mirada preocupada, sorprendida y en menor grado prospectiva la evolución de la ciudad en grandes megalópolis (en un mundo que nos es ciertamente en parte ajeno). Cuando uno se adentra en sus lecturas advertimos que lo que situamos en la utopía es posible y realizable si se aborda convenientemente. Ambos plantean precedentes que pueden servir como modelos para aquellos arquitectos comprometidos en la basta tarea de construir para los que nada tienen.

Nuestra civilización ya es definitivamente urbana. El mundo rural adquiere en nuestros días la condición de paraíso perdido. Ya venimos comentando al hablar de paisaje que ya no existe lugar en la tierra por descubrir. Paralelamente los ciudadanos, entendiendo aquellos que habitamos las ciudades, percibimos con mayor claridad que algo hay que hacer para proteger nuestro paisaje y devolverle la condición primigenia de paraíso. Y ello aunque lo disfruten los que estén por venir. En cierta forma puede existir cierto paralelismo en la manera de afrontar el problema de la infravivienda y ya en demasiadas situaciones la propia falta de refugio o cobijo. En este último caso ya ni podemos referirnos en términos de infraestructuras, higiene y mínimos requeridos, simplemente se trata del hombre en la intemperie. Cualquier solución que se aborde requerirá un previo convencimiento de que estamos colaborando con un grano de arena en un desierto. Pero la importancia radica en considerar que nuestro grano es imprescindible.

EL EJEMPLO DE HASSAN FATHY:

El libro de Fathy es ya un clásico en la forma de abordar el trabajo del arquitecto cuando trabaja para los más desfavorecidos. Para situar a Hassan Fathy comentar que fue profesor en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad del Cairo y director del Departamento de Arquitectura, recibiendo la medalla de oro de la Unión Internacional de Arquitectos en 1984. El prólogo está escrito por William R. Pol, Presidente del Adlai Stevenson Institute of Internacional Affairs, La Vanguardia el pasado día 9 de diciembre de 2007 recogió en su sección de opinión un artículo suyo donde hablaba de los problemas hídricos de la India.


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En el prefacio Pol señala tres partes en que las que debe abordarse la cuestión del coste de la vivienda: la económica, la social y la estética. Están todas ellas interrelacionadas pero cada una exige un tratamiento diferenciado. Quisiera centrarme en las dos últimas por su importancia en cuanto a asegurar el éxito final de las actuaciones que se proyecten.

En cuanto a lo social existen experiencias que nos anteceden que tienen gran utilidad como reflexión inicial. La primera la tendríamos en los primeros asentamientos de la comunidad negra en los Estados Unidos (“black slums”). Inicialmente los africanos fueron vendidos en barracones sitos en zonas de África Occidental, previamente y deliberadamente mezclados de modo que se destruyeron sus culturas tribales. Una vez en América, y a pesar de la atomización de sus sociedades originales con el tiempo consiguen alcanzar el sentido de vecindad y más adelante el de territorialidad y sociedad. En el éxodo hacia la ciudad vendría un lugar como “transición mental” entre lo rural del Sur a lo urbano del Norte representado como lugar de tránsito donde los inmigrantes podían descansar a la espera de conseguir reunir el capital necesario para realizar un nuevo movimiento hacia el centro de la ciudad. La segunda experiencia la situaremos en Europa y la tenemos en la vivienda en bloque de gran altura, que se ha llegado a denominar chabolismo vertical. La Francia de los años cincuenta estaba destruida como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial y tenía un más que importante déficit de viviendas. En ella se construyeron barrios enteros en terrenos residuales con edificios en altura a modo de ciudades dormitorio que constituyen la “banlieue” o barrio periférico. Algunos ejemplos de este tipo de modelo lo tenemos en el de Minguettes en las afueras de Lyon o el de La Courneuve, en este último ya se inició en 2004 el derribo de muchos de sus bloques como consecuencia de los brotes acaecidos de violencia urbana.


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El otro elemento comentado por Pol es el relativo a lo estético. Es evidente que frente a lo económico, lo higiénico o el tamaño de una vivienda, la belleza no parece importar gran cosa. Lo básico es dar cobijo y proteger de las inclemencias del tiempo, que es especialmente severo en los países más desfavorecidos con climas que oscilan desde lo monzónico a lo desértico. Pero no debemos olvidar que el hombre necesita la belleza tanto como la protección, al menos filosóficamente. El espíritu es el recurso más precioso del hombre, por lo que el desarrollo humano precisa de autoayuda y ésta no se estimula entre alrededores horrendos. Hassan Fathy nos enseña que con sensibilidad, sabiduría y ética se puede abordar la empresa de construir para los más necesitados. Propone una forma de relación donde el pobre pone su fuerza laboral y el suelo (más fácil de adquirir en entornos rurales – el libro de Fathy se centra en la rehabilitación rural), y el arquitecto se convierte en conductor o guía y pone las soluciones técnicas y los otros aspectos relacionados con la construcción. Todo requiere como condición indispensable la mutua cooperación. Sin la cooperación del arquitecto los edificios acabarán probablemente siendo feos, inapropiados y caros; sin la cooperación de la gente el proyecto será estéril, no deseado y desatendido. Mucha de la obra construida por contratistas ha sido consecuencia de decisiones burocráticas, y terminará posiblemente en barrios pobres. Lo interesante de este libro es la manera cómo aborda Fathy su trabajo, su actitud frente al proyecto y la dignidad con que acoge al usuario y lo incorpora en la tarea de construir su propia vivienda, y con ello una parte muy importante de su futuro. No hay que olvidar que en las zonas rurales de los países emergentes se vive y trabaja en gran medida en la propia morada, de modo que ello condiciona la forma de entender ese espacio esencial.

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CAMBIANDO LA ARQUITECTURA PARA UN MUNDO CAMBIANTE:

El conjunto de los cementerios de la ciudad de El Cairo es conocido como Ciudad de los Muertos. No se conoce con exactitud si se trata de medio millón o un millón los habitantes los que pueblan los sepulcros y mausoleos viviendo junto a los muertos. Las infraviviendas ocupan una necrópolis que adquiere condición de metrópolis. Muchas de ellas en régimen de alquiler, otras simplemente se ocupan con la tarea de cuidar a los muertos a cambio de vivir entre ellos, otras simplemente se ocupan. Este fenómeno es relativamente reciente, antes de la revolución de 1958 Egipto no tenía este problema. Desde entonces ha multiplicado su población por tres.


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En el centro de Bombay existe uno de los mayores barrios de chabolas de Asia, llamado Dharavi. Sus residentes suman alrededor de 600.000 personas que son originarias del éxodo rural en busca de mayor suerte en lo urbano. Han venido ocupando este barrio céntrico de 1,6 kilómetros cuadrados por 40 años y ahora se niegan a abandonar sus precarios refugios cuando las autoridades de la ciudad proyectan ejecutar un complejo al puro estilo de Shangai.

Kibera, en el extrarradio de Nairobi, es uno de los mayores guetos de África donde habitan un millón de personas hacinadas en sus chabolas. Ahora está de moda a resultas de la violencia étnica desatada en Kenia como consecuencia de unas elecciones poco transparentes. Casas en adobe apoyadas directamente sobre la tierra con placas metálicas en su coronación constituyen una maraña y un laberinto poco recomendable. En sus inicios empezó siendo una reserva militar a principios del siglo pasado a cargo de los británicos con unos cientos de habitantes. En 1998 estuvo habitada por cerca de medio millón de personas, ya en 2008 alcanza el millón y crece al 17% anual.

Estos ejemplos certifican que estamos ante una nueva civilización urbana, una globalización que urbaniza todo el territorio. Un punto sin retorno donde posiblemente pierda algo la naturaleza pero donde el que tiene mucho más que perder es el hombre, ¿un hombre ya civilizado?. Acudiré a lo escrito por Alfredo Pastor, catedrático de teoría económica entre otras disciplinas, en su libro “La ciencia humilde. Economía para ciudadanos” donde señala que “la desigualdad, tanto entre países como entre personas, es uno de los grandes conflictos de nuestro tiempo que tendremos que resolver, porque la situación no sólo es injusta sino insostenible”. Es apreciable que nuestro mundo está sujeto a fuertes contradicciones, trabaja la globalización y la homogenización mientras se acentúa y se afirma la especificidad étnica, religiosa y cultural (presente en casi todas nuestras sociedades). Existe además hoy un marcado sentimiento de imprevisibilidad acerca de lo que el futuro nos puede deparar. Es una certeza por todos asumida que a lo largo del mundo rural no hay más que miseria y la pobreza continúa siendo su modo de vida. La población urbana se dobló entre 1976 y 1996 y de seguir esta tendencia tendremos más de 100 millones de gente pobre viviendo en nuestras ciudades para el año 2020.


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¿Qué hacer entonces?. Yo me atrevería a decir que volver a empezar, una y otra vez si es necesario. Pero sería de mayor utilidad hacerlo corrigiendo los errores que nos anteceden. Del libro de Ismaïl Seralgeldin se puede aprender de algunos aciertos. Aciertos de una arquitectura que ha tenido en cuenta a las personas y realizada por profesionales entregados a dar respuestas inteligentes en un mundo que muta sin cesar. El libro recorre distintos casos que van desde la conservación del legado cultural (con ejemplos situados en Sana´a (Yemen), en Bukhara (Uzbekistán) y Lamu (Kenia)); la revitalización del centro de la ciudad (con ejemplos sitos en Hafsia Quarter en Tunis (Túnez), en Citra Niaga (Indonesia), en Asilah (Marruecos) y en Lublin (Polonia)); los programas de viviendas para pobres en el mundo rural ( con ejemplos en Bangladesh con el Programa de viviendas financiado por The Graneen Bank); las viviendas para pobres en el mundo urbano ( con ejemplos como el del Orangi Pilot Project en Karachi (Pakistán), el The Khuda-Ki-Basti Incremental Development Scheme in Hyderabad (Pakistán); la mejora del chabolismo (con ejemplos como el del Kampung Improvement Programme en Jakarta, el East Wahdat Upgrading Programme en Amman (Jordania), o el Programa Desco en Lima (Perú)); la construcción de nuevos asentamientos ( con ejemplos como el de Ismailia Development Project en Egipto; la creación de nuevas comunidades (con ejemplos como el de Aranya Low-Cost Housing Project en Indore (India), el de Yogyakarta Kampung Improvement Programme en Indonesia, y el de Fortaleza Community-Based Urbanisation and Favelas Rehabilitation Programme en Brasil); hasta el manejo del medio ambiente (con el ejemplo ya conocido de Curitiba). He pretendido ser exhaustivo en la lista para conocimiento de aquellos interesados en la materia como ejemplos afortunados para considerar.

Para terminar quisiera señalar tres puntos básicos para cualquier actuación que se pretenda abordar. En lo económico es imposible imaginar proveer a la gente de un refugio decente dentro de un entorno habitable sin acceso al crédito. Como señalaría el arquitecto indio Charles Correa, planificador del crecimiento hacia el este de la ciudad de Bombay: “La escala del problema determina la solución. Esa es la clave de las estrategias que deberemos desarrollar”. Es aconsejable estudiar previamente la escala si se pretende abordar el problema con seriedad. Para terminar acabaría con las palabras de Fathy al referirse a “aquel problema cuya complejidad a través de los años sólo le reforzó su convicción de que algo debería hacerse para resolverlo” (palabras que ennoblecen la profesión de arquitecto): “ ese “algo”, pienso, sólo puede trabajar si está inspirado por el amor”.