Dentro de la escena mundial, Venezuela ocupa el puesto 34, de 182 países, en cuanto a emisiones de Dióxido de Carbono, representando solo el 0,4% del total en el planeta. Comparado con el 24,3% de Estados Unidos, el 15,3% de la Unión Europea y el 14,5% de China.  Ante esta inmensidad, el país suramericano no hacen mayor peso en las negociaciones de cambio climático a nivel global, y sus obligaciones son mínimas con respecto a otros países.

Pero revisando detenidamente los indicadores relativos, estos revelan otra cosa. Venezuela emite más de 6 toneladas métricas de dióxido de carbono por persona, convirtiéndola en la de mayor emisión de CO2 per cápita de toda Latinoamérica, sobrepasando en las de 2 toneladas métricas a Argentina que se encuentra en segundo lugar. Y supera a otros países del mundo como Francia que emite 6 toneladas, Portugal con 5,47 toneladas, China con 4,96 toneladas y la India con 1,43 toneladas.

Esta situación tiene una sola causa: el subsidio estatal a los combustibles. Esta medida se tomo en consideración para motorizar la economía, lo cual hace más barato los servicios, pero trajo como consecuencia todo lo contrario, una mayor dependencia e improductividad. Esto acostumbro al venezolano a no valorar realmente lo que tiene y a no pagar el valor real de la energía.

Si a esto le sumamos que el Estado no parece estar interesado en revertir esta situación, ya que podría perder el control sobre aspectos de importancia en la economía y la política (recordemos la rebelión civil de febrero y marzo de 1989 causado por el aumento de la gasolina y el paro petrolero que dejo sin combustible a finales del 2002 y principios del 2003), no se vislumbra una situación favorable para el ambiente.

El panorama no queda completo si no se menciona el cierto agrado gubernamental en lo referente a la extracción del carbón, el gas y otros recursos primarios como propuesta  económica para la comercialización energética.

El año 2010 represento para Venezuela una excelente oportunidad para poder revertir esta situación, producto de la crisis energética que causo el fenómeno de La Niña en el país. Contrario a lo que se esperaba, los venezolanos consumieron mucho mas electricidad, en tal medida que el gobierno ha debido aplicar planes de racionamiento y la aplicación de multas monetarias a los hogares que sobrepase los límites máximos de consumo.

En el 2011. la historia de los apagones se repite.  Una mayor educación ambiental ciudadana, será la vía correcta para sensibilizarnos ante el despilfarro de nuestros recursos energéticos. El país requiere avanzar en buscar otras opciones energéticas limpias y alternas.  Solo así, dejaremos el sitial nada honroso, de ser el mayor contaminador atmosférico del subcontinente.

 

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