Ante la llegada del periodo vacacional y el hartazgo que, como a tantos españoles, nos produce la esperpéntica comedia sin gracia que a diario protagonizan nuestros políticos, se nos ofrece un año más la posibilidad de desengrasar de tanta política con informaciones sobre elevadas temperaturas o incendios forestales. Sin embargo, desde hace ya tiempo las historias de animales son las reinas de las noticias ligeras.

A todo el mundo con un mínimo de sensibilidad le conmueve el comportamiento y la nobleza de estos animales, por lo que no es de extrañar el éxito de este tipo de grabaciones por la red. Conscientes de ello, los grandes medios de comunicación, prácticamente sin excepción, han asumido el papel de cuñado o amigo y nos bombardean en las redes como antes hacían parientes y colegas con imágenes tan conmovedoras como carentes de valor informativo.

Porque no sólo se trata de el sinfín de noticias sobre casos de abandono o malos tratos a animales, historias repugnantes que merecen ser denunciadas aunque como ahora, se lleve incluso al exceso por un mero rédito mediático, sino que cada día hay que compartir en los perfiles corporativos de Twitter o Facebook alguna grabación en la que dos canes se muestren su amistad a lametazos o en la que un podenco y un querubín se diviertan juntos con el derecho que da su inocencia. Esos vídeos, con todo lo tiernos y adorables que nos puedan parecer, no son noticia, y atestar el espacio informativo con ellos sólo contribuye a frivolizar el ya bastante denostado trabajo de los periodistas.

Todo por un ‘me gusta’ o por un ‘retuit’. Todo por aumentar las visitas a la web de turno y poder colocar así anuncios y ‘banners’ a un precio mayor, pues la irrupción de Internet ha puesto patas arriba el modelo de financiación de estos medios, lo que les ha llevado a entrar en una carrera de palos de ciego para buscar una forma de rentabilizar su presencia en la red que ahora parece haber encontrado una nueva veta en los dichosos vídeos de perros.

Para los que nos dedicamos a informar de verdad, mejor o peor, con el objetivo de ser veraces y bajo criterios de interés informativo, sin aceptar veleidades en nuestras noticias sobre el futuro político del país, la corrupción o la desigualdad social por unas cuantas lecturas más, tener que ceder nuestro espacio a los exitosos vídeos de animales por la corriente de la ligereza es la peor falta de respeto a nuestro trabajo y, por qué no decirlo, a los propios lectores.

Esperemos que no llegue el día en que tengamos que observar con oprobio cómo un periodista del New York Times, por poner un ejemplo, recoja el Pulitzer al mejor vídeo de perritos del año.

San Francisco de Sales nos pille confesados.