El 33% de la población adulta tiene problemas de adicción a la compra impulsiva y de falta de control del gasto, según el Informe Europeo sobre Problemas Relacionados con la Adicción al Consumo, Hábitos Personales de Compra y Sobreendeudamiento. Si trasladamos este dato a los jóvenes, el porcentaje asciende a un 46%. La adicción a los centros comerciales baila sobre la idea de que las necesidades que buscamos satisfacer nunca pueden ser cubiertas. El consumismo feroz trata de parchear anhelos e insatisfacciones personales, y por tanto, no tiene fin. «Lo que creemos que son gestos voluntarios en realidad es el resultado de una inducción sutil que hace que compremos lo que no necesitamos». Así levanta Ignacio Ramonet el velo del consumismo durante su conferencia en La Casa Encendida.

Nos encontramos ante un «modo suicidario de consumo», ya que si todos los habitantes del planeta consumiéramos como un ciudadano europeo medio necesitaríamos dos planetas. Si lo hiciéramos como en Estados Unidos, serían necesarios tres. Este consumismo que nos consume se ha transformado en el modelo único de sociedad, no existen teorías que complementen el voraz capitalismo financiero. A este respecto, Ramonet afirma que «en este momento de orfandad ideológica, creemos que consumir es lo que nos llena». La crisis actual se presenta como un problema de base, deslizándose, lejos de las barreras puramente económicas, a través de todos los ámbitos de nuestra vida.

Como reacción a ese capitalismo devorador, surge una conciencia creciente de que ha llegado el momento de imponernos voluntariamente una purga de consumo, una desintoxicación a la que Ramonet define como «la era detox». Movimientos como el Lowsumerism (Low Consumerism, bajo consumismo) ganan miles de adeptos en todo el mundo. Esta revolución, que ya arrasa en redes sociales, propone cómo frenar los comportamientos consumistas basándose en tres ideas fundamentales: pensar bien antes de comprar, buscar alternativas a la compra con menor impacto sobre los recursos naturales (como el intercambio, arreglar algo defectuoso o fabricar las cosas uno mismo) así como aprender a vivir con lo necesario. En palabras de Ramonet, «que lo que consumo diga lo que soy plantea problemas de tipo antropológico, político y social».

La pregunta que se plantea esta revolución es que, si las sociedades se desarrollan buscando colmar unas necesidades, quién ha creado esas necesidades vacías y cómo podemos soltar ese lastre. La era detox es un sentimiento contrario a la agradable trampa que plantea esa vitrina colmada de caprichos prometedores de felicidad. Un consumo consciente nos devuelve al ‘cuanto menos, mejor’, que pone de manifiesto a todos los niveles la necesidad de cambiar nuestros hábitos de consumo y la gestión de los recursos del planeta, que ya afronta consecuencias irremediables y que se enfrenta a una creciente población que continuará consumiendo sus recursos.

Cristina Crespo Garay