Ese  tiempo en el que de una forma más bien inconsciente, nos preguntamos como es posible que otro año más haya pasado por nuestras vidas casi a hurtadillas, sin sentirlo.

Son esas fechas en las que nos preguntamos que ha sido de aquellos  proyectos que nos propusimos al comenzar el viejo año. Son momentos en  los que contrastamos hasta donde hemos llegado en ese camino imaginario que nos trazamos al principio y como casi todos los años, no recorremos nunca hasta el final o sencillamente lo hemos abandonado o emprendido otro distinto. Nos solemos poner nostálgicos, incluso hasta tristes y melancólicos por el fracaso del proyecto.

Y de nuevo nos prometemos enfrentarnos con valentía y decisión a todo lo negativo que nos rodea. Es la grandeza del ser humano. Somos capaces de imaginar y futurizar las hazañas mas inasequibles, fruto de la ilusión de llegar a metas mas lejanas. Pero también la servidumbre de los humanos en su debilidad y por ello, los tropiezos o incluso abandono de esos proyectos.

No  hay nada que distinga de forma tan solemne y trascendente al hombre del resto de los seres de la creación que su libertad. En nuestra libertad elaboramos el ideal a seguir o decaemos en el seguimiento de esos ideales. Decidimos tomar una postura, rectificar unos rasgos de nuestra personalidad, corregir unos defectos, pero llegado el momento comienzan las dificultades, nos enfrentamos a situaciones cuyo coste y esfuerzo es superior al que habíamos pensado  y nos abandonamos  dejando flecos del corazón  en el camino de cada año.

Y así un año y otro. Y me pregunto si este ejercicio dialéctico mental que realizamos con nosotros mismos, tiene algún valor positivo o es solo una floritura “sentimentaloide”  baladí, que se repite cada cierto tempo y es fruto estéril del tiempo navideño.

Nuestras imperfecciones son muchas, pero también  nuestros logros y avances, en general,  son importantes y progresivos, a nivel humano. Sabemos que el mundo está cambiando y somos conscientes de que no hay nadie que todo lo haga mal,  ni tampoco quien  todo lo haga bien. A corto plazo, un análisis de nuestra conducta puede resultar negativo, pero si consideramos un período de tiempo más amplio y visualizamos  el medio y lago plazo, el resultado puede ser otro. Pensémoslo así para  que todos y cada uno de nosotros encontremos  progreso y mejora en muchas facetas de nuestra compleja vida.

Después  de la alegría de estos días, volverá el comienzo de la rutina. No sabemos que nos deparará este Año 2014, pero al abrir por primera vez la agenda  se siente como un escalofrío instintivo. Es como si nos asustara empezar a rellenar los días que se ofrecen ante nosotros. En el fondo late una pregunta: ¿Que nos deparará ese período de tiempo que abrimos? ¿Con  que ánimo empezaremos el  Nuevo Año?

Hay años que una vez transcurridos reciben una especie de bautismo popular: el año de la gripe, el año del hambre, el año de la explosión…,  y quedan así marcados para la historia con  un trágico acento en que se les recordará  como algo que afortunadamente ya pasó y ojala no volviera. Por eso, ante la nueva agenda, aún con las páginas en blanco quisiera  adivinar  y desear que el 2014  sea el  año de la comprensión, el año de la paz,  el año en el que afloró el trabajo para todos.

El inmenso coste personal, social y económico que estamos pagando por intentar mantener un estado de bienestar, un estilo de vida que entre todos hemos creado, necesita ser reconsiderado para que se ajuste a nuestras posibilidades reales, tanto personales como globales del país, y con ello superar esta crisis que sume a miles de seres humanos  en la desesperación.

Y mientras, aprovecharemos estos malos momentos económicos para reavivar valores un poco perdidos de familia, amistad y solidaridad. Necesitamos sentirnos iguales unos y otros y no vernos  acosados con multas por respirar o subidas y más subidas para que unos pocos vivan del esfuerzo de otros, cada vez más pocos. No  hay nada más que salir a la calle y ver a gente tirada en las aceras, o más triste aún, durmiendo en las mismas mientras sus almas lloran y  sus ojos están secos.

No, eso no es Navidad. Salid a la calle y lo veréis.

Deseo a los lectores que la  Navidad y el 2014 nos traiga un feliz futuro.

Marisol Moreda es Presidenta de la Fundación Herederos de la Mar