El síndrome de la bella reina de Itaca puede tener varias lecturas, pero un solo razonamiento, es el de tejer y destejer un manto para un héroe – una solución – que tarda en llegar y que, a ciencia cierta no sabemos si llegará. En la economía de los pueblos sucede algo parecido, la búsqueda de soluciones – el teje que teje – para luego, al demostrarse poco eficaces, tener que volver al raso original. Nacionalizar e intervenir sólo tienen sentido cuando alcanzamos el objetivo final de una capa elegante y protectora; si con el tiempo hay que privatizar de nuevo, condenamos a Penélope su ingrata tarea “deshiladora”. Recordemos que la cama de la heroína homérica está esculpida en el tronco de un árbol que sigue vivo y enraizado en la tierra y que es el símbolo del carácter cíclico de las cosas pero también de la vida en perpetua evolución. Evolucionemos, pues.