En la buena dirección fue el lema escogido por los ‘populares’ para organizar este sarao en el que durante tres días hablaron mucho y bien de sus reformas económicas y la supuesta recuperación de España. No estaba previsto tratar la polémica reforma del aborto, pero al final el ministro Alberto Ruiz-Gallardón se ató los machos y se refirió a ella en uno de los foros de lo que vinieron a llamar el ágora del diálogo, donde tampoco faltó la incontrolable Esperanza Aguirre con sus reproches tributarios a Luis de Guindos.

Y por supuesto, se tuvo muy presente a las víctimas de ETA. Los días previos habían venido calentitos con críticas, deserciones y fugas a otros partidos de veteranos militantes que no se sentían cómodos con la deriva del Gobierno en materia antiterrorista. Así, mientras a 50 kilómetros el ‘expopular’ Alejo Vidal Quadras pregonaba la Fiesta de las Candelas de Tordehumos y defendía el papel a jugar por Vox, en el Centro Cultural Miguel Delibes se escenificaba la unidad del PP en torno a la lucha contra la banda terrorista, se vendían los logros económicos del Ejecutivo y se aseguraba que todo iba bien entre el presidente Rajoy y su mentor Aznar.

El objetivo, por tanto, no era debatir, sino proyectar una imagen fuerte del partido. Para ello nos apretujamos allí cantidad de periodistas dispuestos a hacer de altavoz de todo cuanto pasara en la Convención. Eso nos obligó a estar allí muchas horas, aunque la organización tuvo el detalle de compensarnos con algún que otro refrigerio. En cuanto a la puesta en escena, el plenario parecía más una cancha de la NBA que un foro de debate político, con espectaculares juegos de luz y sonido y presentaciones por megafonía que más hacían esperar la presencia de Kobe Bryant o Pau Gasol que de María Dolores de Cospedal.

Es de agradecer que se tenga ese detalle con los profesionales de la información y es lógico que se quiera dar la mejor imagen técnica posible, pero eso cuesta dinero, y por muy buenas ideas que se tengan, hace falta panoja para llevarlas a cabo. Está claro, por ello, que el PP la tiene, como la tiene el PSOE (quizá en menor cantidad), y habrá quien se pregunte si ambos necesitan tener tanta y de dónde sale, aunque parece que esta última respuesta no es agradable ni fácil de obtener en ninguno de los dos casos.

Entre tanto, numerosas manifestaciones se sucedieron a las puertas del recinto y en otros puntos de la ciudad para mostrar el descontento ciudadano por quienes nos gobiernan, algunas de ellas repelidas con excesivo rigor por parte de los agentes que, fueran o no provocados, se emplearon con esmero para impedir que a algunos cargos del partido se les atragantara su comida en uno de los restaurantes más caros de la ciudad.

Este fin de semana ha sido el PP en Valladolid, pero mañana será el PSOE en otro lugar y, como si para ellos no existiera la crisis, también harán un derroche de medios y asombrarán a España con su particular gala de los Oscars, ajenos a un pueblo que cada vez se ve menos representado por unos políticos que juegan a ser de izquierdas o derechas en Versalles mientras fuera se corre el riesgo de que alguien aproveche ese malestar para colocar de nuevo la guillotina.

Desconozco la valoración interna que Génova hará de esta Convención. Estoy seguro, en cambio, de que en Ferraz la vituperarán como no puede ser de otra manera (ya lo han hecho, en verdad), pero me pregunto si tomarán nota cuando llegue su turno o si lo único que cambiarán será la melodía del himno que atronará en un auditorio iluminado esta vez con tonos rojos en vez de azules.

Deberían tomar nota los partidos de que sus dispendios pueden ofender a un pueblo asfixiado y preguntarse si realmente están yendo en la buena dirección.

Juan Martín Salamanca es periodista y escritor.