En este proceso, ni en pocas ocasiones, se nos ‘confrontan’ la ‘objetividad’ y la ‘subjetividad’. Pero, ¿realmente se trata de una confrontación?

Miremos: ¿Cuál es la relación o el límite entre la pretendida ‘objetividad’ y la inevitable ‘subjetividad’?

Es una respuesta nada fácil a ‘dar’, más bien un reto a construirla desde cada contexto. Para lograrlo es importante hacer algunas reflexiones, tanto en cuanto a nuestras prácticas comunitarias y quehaceres diarios, así como nuestras pretensiones, visiones e ideales, tanto a nivel personal, familia, comunidad y de país. He aquí un breve aporte.

Tanto en nuestras prácticas comunitarias como en nuestras ideas florece la diversidad, justo como expresión de la subjetividad inherente a la vida, inherente a toda realidad que no solo vivimos sino también construimos. Construimos nuestro pasado (lo que hacemos hoy, más luego ya es pasado); construimos nuestro presente, interactuando entre las y los ‘presentes’; y también construimos nuestro futuro (lo de hoy es siempre punto de partida para lo de mañana).

Por consiguiente se trata de ‘conciencia’, de construir nuestra propia conciencia respecto al gran reto compartido para cambiar nuestra realidad, para asumir mi responsabilidad en un proceso de transformación que se oriente a una mayor calidad de vida para todas y todos, prioritariamente para quienes más la carecen en este momento y para quienes tenemos más cerca (en casa, en el barrio, en la comunidad, en nuestro país).

La mayor expresión de la ‘objetividad pretendida’ (“saber qué hacer”) es integrar la subjetividad (“conciencia de lo que quiero hacer”). Y esto implica respetar y disfrutar la diversidad. Esta diversidad no solo refiere a las y los demás – también por supuesto -, sino también hace referencia a mi propio ‘SER siendo’, creciendo. Es decir: abrirme hacia mi transformación, mi crecimiento permanente, siempre para bien, también para las y los demás.

Procurando esta ‘objetividad pretendida’ que integra la subjetividad y ubicándome como actor y autor social desde mi comunidad, también como pedagogo, entonces en los contextos educativos hablamos de la ‘cientificidad’. Sin querer ampliar demasiado, quiero compartir tres criterios básicos que deben ser tomados en cuenta en este sentido (en cualquier nivel educativo), relacionado con el tema en cuestión:

  1. La intencionalidad científica: implica pretender captar la realidad desde su totalidad, complejidad y diversidad, con un enfoque sistémico. Esto demanda una comprensión ‘situada’ de las prácticas sociales y de las realidades construidas. Hay que saber ‘significar’ (pedagogía de la significación) los hechos y fenómenos con el debido respeto a la diversidad, un respeto que también ‘significa’ disfrute porque ‘diversidad es diversión’. La intencionalidad científica implica garantizar objetividad, no la objetividad absoluta, ya que no existe, sino la objetividad subjetiva, es decir: la objetividad que integra la subjetividad como parte esencial de la realidad, y como consecuencia lógica, entonces también de las verdades a construir. En este proceso, para garantizar lo anterior, es esencial lo que explicamos a continuación: ‘la metodología sistemática’.
  2. La metodología sistemática: porque la sistematicidad en la construcción de los procesos comunitarios (metodología) constituye un criterio de calidad por excelencia. Parte esencial de esta metodología sistemática es la ‘transparencia metodológica’. Es la única forma de compartirla: hacerla visible desde el mismo momento de construirla. El desarrollo de una metodología sistemática implica, tanto la problematización inicial como la validación posterior de los hallazgos, integrando durante el proceso la aplicación de métodos y técnicas con un alto nivel de coherencia (ruta metodológica) con los objetivos propuestos y las preguntas científicas iniciales planteadas. La ‘sistematización de experiencias (teórico-prácticas)’ debe profundizarse como una expresión singular, como una oportunidad de aprendizaje, en todos los niveles educativos, ya que constituye una expresión clara de lo anteriormente planteada.
  3. La visión holística: una orientación sistémica integradora de la complejidad y de la diversidad. Esta visión holística implica no solo valorar la totalidad del objeto-sujeto en estudio y comprender las inter-relaciones e inter-acciones observadas, sino también integrar mi posición (políticopedagógica-ideológica) y la posición de otras personas directa e indirectamente involucradas en los procesos comunitarios. Significa poder valorar lo que vivimos desde la complejidad diversa. Implica saber compartir y dialogar una visión ‘compleja’ que al mismo tiempo es ‘diversa’.

Encuentro en lo anterior la actitud básica, constituida por los tres criterios mencionados anteriormente, que nos podrá llevar para seguir aportando a una calidad educativa y por ende a una visión de país: la Nicaragua Libre y Feliz que pretendemos.

De ahí mi interés por compartir estas ideas