El desarrollo armónico de las ciudades implica un adecuado diseño urbanístico que incluya un ordenamiento acorde a las construcciones, enmarcadas en un contexto humanizado. El crecimiento de las ciudades, particularmente de Latinoamérica, no ha permitido cumplir la cabalidad de este precepto. La mayor parte de las ciudades de nuestro continente sufren los estragos del crecimiento desordenado, a causa de una inadecuada planificación urbana.

Debido a que las ciudades sacrifican el entorno natural en las que están asentadas, se originan cambios sustanciales a nivel ambiental, teniendo como denominador común la contaminación citadina que incluye dentro de sus principales elementos los desechos no reciclables, los gases nocivos expedidos por automóviles e industrias y finalmente la contaminación sónica.

Una de las formas de contrarrestar el caos urbano es la correcta planificación y administración de sus áreas verdes, ya que por medio de ellas se humaniza la ciudad y se rescata en gran medida el ambiente natural, minimizando los efectos de contaminación.

La vegetación de una ciudad, cumple para la mayor parte de los habitantes un servicio esencialmente ornamental y paisajístico: es agradable a la vista, da una sensación de frescura y proporciona sombra. Pero, a pesar de estas cualidades tan positivas, siempre ha habido una ambigüedad con respecto a la vegetación de las zonas urbanas, en especial por parte de los urbanistas, ya que por un lado se propicia la construcción de edificaciones, autopistas, estacionamientos y otras infraestructuras, todo esto en detrimento de la vegetación, y por otra parte, se controla la misma cercándola y limitándola.

La calidad de vida de una zona urbana depende en gran parte de la calidad y el mantenimiento de los espacios verdes. El desarrollo urbanístico de las grandes ciudades depende y se encuentra estrechamente relacionado con la expansión del bosque urbano.

La presencia de espacios verdes atenúa el impacto de la contaminación proveniente de vehículos de motor e industrias, así como también, actúan como neutralizantes de varios contaminantes, productos de la actividad antrópica, entre ellos la contaminación sónica, y son también reguladores térmicos en las ciudades y sitios para la recreación y la salud.

Las áreas verdes urbanas representan un eslabón fundamental en la regulación del microclima urbano, en la regulación de ruido, en el mejoramiento de la calidad de aire, en la disminución de la erosión del suelo, en el incremento de la biodiversidad y sirven de hábitat y alimento para la fauna silvestre, y como lugar para el asentamiento  y descanso de muchas especies de aves migratorias.

  • Los árboles urbanos ayudan a mejorar la calidad del aire refrescándolo y limpiándolo. La ingeniería del paisaje, mediante plantaciones estratégicas, puede conservar la energía y mantener un ambiente confortable sin aire acondicionado. En la medida en que reducen la necesidad de consumir combustibles fósiles, los arboles son una buena inversión para atenuar el efecto invernadero.
  • Los espacios verdes arbolados contribuyen a la formación de microclimas urbanos placenteros. Disminuyen los niveles de anhídrido carbónico (CO2), monóxido de carbono (CO) y anhídrido sulfuroso (SO2), las cuales son responsables de la formación de calina y brumo en las zonas urbanas. Se estima que mientras el ser humano consume entre 500 y 600 gramos de oxigeno al día, un solo árbol urbano adulto y frondoso puede producir esa cantidad en poco mas de 20 minutos.
  • Los arboles de las áreas verdes urbanas, al igual que los de los bosques, ayudan a conservar el suelo, mejorando las propiedades físicas, químicas y microbiológicas, impidiendo deslizamientos en ecosistemas frágiles con terrenos en pendiente, como ocurre en el caso de los taludes.
  • Asimismo, las zonas verdes desempeñan un papel esencial en la biodiversidad urbana. Mediante redes de zonas verdes se mejora la conservación de la vida y la biodiversidad; los cinturones verdes y las avenidas verdes pueden servir como corredores biológicos.
  • Gran parte de los arboles que revisten de verde a las grandes ciudades, además de poseer un valor estético, representan una fuente de alimento para la fauna urbana y para el propio hombre, arboles como el mango (Mangifera indica L.), el merey (Anacardium occidentale (Pers.) K. Schum.), el níspero (Manilkara achras (Mill.) fosb.), el semeruco (Malpighia glabra L.), la guayaba (Psidium guajava L.) y el limón (Citrus aurantiifolia (Christm.) Swingle), entre otros, han servido además durante años como objeto de comercio en los principales centros urbanos.

PROBLEMÁTICA ACTUAL DE LAS AREAS VERDES URBANAS

Aun, a pesar de la importancia que representan estos espacios, hoy en día, solo se consiguen retazos de vegetación en las grandes ciudades, ya sea en los pocos parques que quedan, en casas, calles y avenidas, así como en los jardines públicos y privados.

Las actividades económicas han producido un crecimiento desmedido y anárquico de las grandes urbes, por lo que se ha utilizado la mayor parte de su territorio para satisfacer las demandas urbanas de su población. Mientras esto sucede, las áreas verdes se han reducido a su mínima expresión, siendo ya pocas las calles y avenidas por las que se puede transitar agradablemente bajo la sombra de un árbol.

El establecimiento de áreas verdes urbanas es una práctica imprescindible la cual esta ubicada entre la ecología y la forestaría, sin embargo  no ha sido bien canalizada, en un solo esfuerzo, para crear áreas o espacios verdes que en conjunto enriquezcan y expandan el bosque urbano de las grandes ciudades, esta problemática ha sido detectada cuando se transita por las calles y se observan plantas sembradas en sitios inadecuados o en condiciones desfavorables para su desarrollo, lo que en parte se debe a la mala planificación urbanística, al abandono y al desconocimiento de las especies de plantas, sus usos y el manejo desde el punto de vista urbanístico.

De igual forma, el adornado de las áreas verdes en los principales centros urbanos, erróneamente ha sido enfocado en una decoración provisional al utilizar especies de plantas introducidas, que ha terminado por desplazar a otras especies nativas de alto valor. Sembrar arboles introducidos se ha convertido en muchos casos en una practica poco ecológica para los centros urbanos. Cultivar especies introducidas resulta a largo plazo una practica no sustentable.

Por lo general las plantas introducidas requieren mayor mantenimiento, y son más susceptibles a enfermedades ocasionadas por hongos, bacterias u otros organismos, así como también, por factores del medio ambiente, lo que no resulta ecológica y económicamente sostenible.

De igual manera, también es muy frecuente observar: arboles abandonados y/o ubicados cerca y debajo del  cableado eléctrico u otros sitios inadecuados, la práctica de pintar los troncos de los arboles y la poda indiscriminada por los habitantes de los centros urbanos es muy común.

ALGUNAS SOLUCIONES

La solución a este problema, no es eliminar drásticamente a las especies introducidas; la solución más bien, es desplazarla con el cultivo de especies autóctonas, especialmente utilizando aquellas que se encuentran en peligro de extincion en los bosques y que por sus características, se les puede atribuir un uso ornamental.

Es importante que a la hora de planificar la creación de áreas verdes, se realicen estudios exhaustivos de las plantas más adecuadas que deben ser utilizadas, sus usos y su manejo desde el punto de vista urbanístico. Asimismo, siempre debe contarse con el apoyo de especialistas en el área de la arboricultura, la botánica, el paisajismo y la arquitectura, para garantizar a largo plazo resultados más satisfactorios. Siempre debe hacerse énfasis en el uso de plantas autóctonas, las cuales requieren menor mantenimiento y se adaptan mejor a las condiciones ambientales de los espacios públicos de las ciudades.

A continuación algunas recomendaciones generales para mejorar las condiciones ambientales de las áreas verdes urbanas.

  1. La arborización debe estar enfocada, más que en un fin decorativo, centrarse en una práctica ambiental bien planificada. Por tanto, en la arborización deben seleccionarse las especies más duraderas y no utilizar especies, que aunque posee crecimiento rápido, son de vida muy corta.
  2. Deben seleccionarse especies de arboles de gran durabilidad, tronco recto, copa piramidal y redonda y con sistema radical profundo, a fin de evitar el levantamiento de pavimento que perjudique al transeúnte.
  3. Se deben sembrar arboles en estado semi adultos y desarrollados que sobrepasen los 3 m de alto, no se deben plantar en avenidas y calles, arboles pequeños que no excedan los 2 m de altura, que en la mayor de los casos, son victimas de la actividad antrópica de los centros urbanos.
  4. En la arborización de avenidas y calles, especialmente en sus islas divisorias centrales, deben utilizarse especies arbóreas resistentes, de tronco y copa bien desarrollados y arboles que puedan ofrecer un atractivo permanente por su follaje y su floración vistosa, es decir, árboles que presenten hojas perennes o que las renueven en un lapso de pocos días.
  5. Para los lugares de suelo escaso, como islas de avenidas y aceras con poco espacio, deben utilizarse sólo árboles, arbustos o algunas hierbas ornamentales muy resistentes, capases de desarrollarse en ambiente microclimático de semi decierto urbano.
  6. Es primordial que en la arborización deban preferirse las especies autóctonas a las introducidas, lo cual resulta una práctica ecológica y económica más sustentable.
  7. Se debe evitar el pintado de los troncos de los arboles de blanco y otros colores, que aunque quizás pueda parecer muy estético para algunas personas, resulta perjudicial para una función importante de la planta como es el intercambio de gases con el medio ambiente.
  8. Deben evitarse en lo posible aquellas especies que ensucien demasiado los pavimentos por la caída constante de sus hojas, flores y frutos.
  9. La plantación de vegetación ornamental debe estar relacionada con el diseño paisajista y la planificación urbana. Las especies más adecuadas son las que presentan un follaje persistente y gran resistencia a las condiciones ambientales.
  10. En todo plan de arborización se debe incluir  un modelo de valoración economica del arbol en ambientes urbanos. Se debe considerar el valor básico del individuo: Costo de produccion, plantacion y mantenimiento en vivero-Costo de plantacion y mantenimiento en el sitio definitivo. Asi mismo, es importante conocer el el valor intinseco de la especie: Riesgo de extinción, aporte paisajistico, servicios ambientales, sensibilidad a la contaminación y actitud del individuo dentro del espacio urbano.

Es primordial la realización de jornadas de arborización bien planificadas, seleccionando las especies más apropiadas para cada uno de los lugares que se quiera arborizar,  haciendo un estudio exhaustivo de cada planta, sus usos y su manejo desde el punto de vista urbanístico.

Asimismo, es importante la participación de las comunidades en la ornamentación de su ciudad. Resulta primordial integrar a las comunidades en las jornadas de arborización y fomentar en ellos una conciencia ecológica y conservacionista integrándolos en la práctica del cuidado y el mantenimiento de los espacios verdes.

NOTA: Cabe destacar, que este artículo es resultado de una revisión exhaustiva a productos de investigaciones realizadas por especialistas en el área de la botánica, la arboricultura y la biología (Jesús Hoyos Fernández, Omar Zambrano, Darisol Pacheco, Miguel Ángel Pietrangeli, Guillermo Sthormes, León Morales Soto y mi persona).