Lo triste y lamentable es que este retroceso social que se aprecia, muy especialmente en España, no se debe a la falta de recursos o riqueza del país, sino al grado de despilfarro y corrupción al que hemos llegado por parte de políticos, empresarios e instituciones sociales (de las que no se salvan ni ONGs ni sindicatos).

No quiero entrar en cuestiones políticas puesto que, como todo el mundo sabe, existen políticos corruptos en prácticamente todos los partidos, tanto de ámbito nacional como autonómico. Tampoco el mundo empresarial se salva de esta lacra. Importantes miembros empresariales que se quejan del elevado salario-base de nuestro país (unos 642 euros al mes) envían, mientras tanto, millones de euros a bancos suizos incluso en maletines y bajos de los coches para no dejar rastro de sus operaciones fraudulentas.

Evidentemente este grado de despilfarro (como aeropuertos construidos pero totalmente innecesarios y que no están funcionando) y corrupción no hay país que lo soporte, y los últimos gobiernos inician una serie de medidas para procurar contener la deuda y déficit público. Estos recortes que se están produciendo, y que continuarán en los próximos años, producirán un claro retroceso en nuestro nivel de bienestar social. Hemos pasado de intentar mejorar la situación de las personas más necesitadas subiendo, al menos, el incremento del IPC anual en los salarios más bajos, convenios colectivos y pensiones, a una congelación salarial cuando no una disminución de los salarios, lo que afecta gravemente a las clases sociales medias y bajas. El país se supone que no tiene para todo y los recortes se están imponiendo claramente a los trabajadores y clases medias que, de continuar así, tenderán a casi desaparecer en la próxima década.

Efectivamente, la clase media española es el grupo social en donde los ajustes y recortes son más evidentes. Los funcionarios eran unos “privilegiados” y por ello se inicio una campaña de desprestigio, cuando no de difamación, contra ellos por parte de políticos y medios de comunicación (casi ninguno es independiente) para primero desprestigiarles y, después, reducir sus salarios considerablemente (lo que provocó una disminución en el consumo), aumentar sus horas de trabajo semanal ( 2 horas más) y disminuir sus plantillas (unos 700.000 funcionarios menos).

¿Qué efectos producen estos recortes entre los funcionarios y trabajadores en general?. Pues, desde mi punto de vista, sus efectos son devastadores. Al disminuir los salarios de los trabajadores y clases medias se contrae, evidentemente, el consumo y al consumir menos se reduce la producción y aumenta el paro. Es lo que vulgarmente se denomina, “la pescadilla que se muerde la cola”.

En el sector de la enseñanza, por ejemplo, está aumentando el número de profesores interinos a media jornada e incluso menos, cobrando unos 700 euros mensuales, con lo que su pensión a la hora de jubilarse será mínima. La pensión de un minero asturiano de hoy será, en el futuro, la que le corresponderá a 3 ó 4 maestros o profesores. Los recortes y ajustes de maestros y profesores incide claramente en el malestar dentro de este colectivo que se expresa en manifestaciones, paros y pérdidas de horas lectivas. Por otra parte, el descenso de educadores en los centros educativos junto con el malestar señalado, conlleva una evidente disminución de la calidad de la enseñanza en España como nos lo indica, periódicamente, el informe PISA.

En el sector sanitario público, las cosas tampoco funcionan como deberían. A los “privilegiados” médicos se les redujeron sus salarios y se les obligó a estar más horas en los centros sanitarios, ambulatorios y hospitales, pero ello no supuso mejora alguna para los pacientes. Se está generalizando el impedir hospitalizar a un paciente a no ser en casos muy graves. Es normal que, en un fin de semana, un enfermo entre 3 ó 4 veces sin que quede ingresado. Ni siquiera después de una operación queda hospitalizado más de 24 horas. Las camas cuestan mucho dinero a nuestra Seguridad Social, según nos dicen, pero no indican los cientos de euros que nos descuentan de nuestras nóminas todos los meses por este concepto.

En definitiva, se está empobreciendo el país con tantos recortes y ajustes sin que se aprecien mejoras sustanciales (el paro continúa por encima del 26%) y los políticos siguen enfrascados en sus campañas electorales, despilfarros y corrupciones sin cuento.

Nos están quitando el estado de bienestar, el pequeño paraíso terrenal que fuimos forjando todos nosotros con tanto esfuerzo en las últimas décadas.