Adiós electricidad, luz y calefacción
Nuestra pobreza es invisible. Si en estas fechas no se encendiera el alumbrado navideño porque la administración no pudiese pagar la tarifa de la electricidad, veríamos la noticia en las portadas de los periódicos, en la apertura de los informativos en televisión. Todos pondríamos el grito en el cielo. Si, en cambio, en mi casa no puedo encender la luz, poner el radiador o la lavadora parece ser que esto no importa. Aunque tal situación afecte ya a un 10% de los hogares del Estado, unos cuatro millones de personas. Lo que no se ve, no cuenta.