Es como si viésemos esas imágenes de las guerras como algo ya normal y nuestra rebeldía y oposición a esos hechos tan horrendos estuviesen aplacados por reiterativos. No obstante, pienso que hemos de informar e incidir en estos conflictos para que no caigan en el olvido.
De entre los sucesos más terribles que están ocurriendo, hoy en día, en todo el mundo, destacaría la guerra de Siria que ya dura más de cuatro largos años y que ha ocasionado cientos de miles de muertos y heridos, además de varios millones de desplazados debido al conflicto.
En estos últimos meses la guerra siria se está “cebando” con la ciudad de Aleppo, la segunda más importante de Siria y motor de su economía, que antes del conflicto, en 2011, contaba con más de cuatro millones y medio de habitantes y, hoy en día, apenas llega a millón y medio. No hemos de olvidar el asedio, combates terrestres y bombardeos aéreos constantes que está sufriendo la ciudad de Aleppo especialmente en estos últimos meses; hasta el punto de que se impide que lleguen a esta ciudad convoyes humanitarios auspiciados por la ONU con comida, agua potable y medicamentos. Más de un mes de negociaciones y todavía no se ha conseguido que se puedan suministrar alimentos básicos a la ciudad sitiada de Aleppo. Se calcula que unas 17.000 personas han muerto, en los últimos meses, por carecer de alimentos, agua potable y medicinas para curar a los enfermos.
Y, mientras tanto, el ejército sirio y las facciones terroristas yijadistas están desplegando su máximo esfuerzo para ganar la batalla y controlar toda la ciudad de Aleppo, ya que se considera de extrema importancia estratégica dentro de la guerra civil siria, dada su posición geográfica y recursos económicos.
Es tal la intensidad de los combates en Aleppo que hubo jornadas en la que los soldados del ejército sirio y las facciones terroristas estuvieron luchando de 15 a 17 horas sin interrupción. Además, los bombardeos son indiscriminados. El 6 de mayo de 2016, se produjeron ocho ataques aéreos con bombas de barril (de fácil preparación y económicas) que provocaron la muerte de unos 188 civiles y tan solo un combatiente.
En Aleppo gran parte de las tiendas están cerradas y todo el mundo está atrincherado en sus casas. A la falta de alimentos se suma la de electricidad y agua potable. Algunas personas se ven obligadas a sacar agua sucia de las alcantarillas y del fondo del váter para aliviar su sed lo que les provoca gran número de enfermedades por consumir agua muy contaminada. Los movimientos de los civiles se reducen a los imprescindibles para obtener algo de comida (incluyendo perros, gatos y ratones) o llevar algún enfermo o herido al hospital.
Ni siquiera se respeta la vida de niños, mujeres o ancianos. Un claro ejemplo de lo que digo (y que aparece en diversos medios de comunicación) es el niño de 5 años llamado Omran que solo conoce la guerra y que afortunadamente sobrevivió a un bombardeo en Aleppo, siendo trasladado en ambulancia a un hospital con todo su cuerpo cubierto de polvo y la cara ensangrentada. O el niño palestino que estaba herido y fue decapitado por radicales islamistas acusado de espía.
El niño Ibrahim, de 9 años, cayó gravemente herido y cuando despertó de la operación los médicos le preguntaron qué le había pasado y él respondió: “Volvía de la escuela cuando cayó una bomba desde el cielo”. Poco tiempo después le responde lo mismo a unos periodistas extranjeros pero agregó una petición: “hagan algo”.
Urge poner fin a esta guerra tan cruel y sangrienta, al igual que a todas las que permanecen activas en todo el mundo.