Ante todo debo confesar que soy un soñador, un ingenuo poeta que cree que todo puede y debe mejorar, alguien que tiene nostalgia de lo que nunca ha tenido, por ejemplo de una República sabia, justa y honesta con la bandera tricolor de la libertad, la igualdad y la fraternidad.
Pero a pesar de eso o gracias a eso sigo teniendo sueños… y nostalgias. Nostalgia de un país donde los defraudadores vayan a la cárcel, en el que los políticos que reciben sobres provenientes de calificaciones y concesiones fraudulentas no puedan ejercer ninguna representación popular. Nostalgia de hermosos paisajes, ahora abatidos por la especulación y el bandidaje económico; nostalgia de honradez, sabiduría y vergüenza; nostalgia de ver un niño o a una niña jugando, seguro de que no será carne de abuso sexual y libre de pederastas de todo tipo incluidos los de blancos cuellos y los de negras sotanas. Nostalgia de que ninguna mujer termine a manos de un bruto.
Esta aflicción se me hace muy patente cuando la “noostalgia” es de justicia: de fiscales que defiendan los intereses del Pueblo; de abogados del estado que no se conviertan en defensores indirectos de los defraudadores; de abogados muy católicos que defienden que una mujer enamorada está al margen de cumplir y de conocer sus obligaciones fiscales… sólo y cuando es rica o influyente. Nostalgia de ciudadanos que no traguen con patriotas mentirosos que esconden sus dineros en Suiza y procuran que sus hijos cretinos, no por deficiencia congénita de la glándula tiroidea sino por predisposición congénita a la corrupción, se labren un porvenir a costa de todos. “Noostalgia” de que la justicia no investigue los manejos, las comisiones y las amistades de algún que otro emérito.
Tengo nostalgia de aquellas Casas del Pueblo de colores rojos, morados y cenetistas de nuestros padres y “noostalgia” de las sedes de Convergencia y del Partido Popular pagadas, al parecer, con las comisiones de los sobrecostos de la inversión pública. Nostalgia de un gobierno de izquierdas, real y comprometido con las necesidades de los ciudadanos y con su felicidad.