Se cuenta que cuando los conquistadores españoles llegaron al Nuevo Continente, quedaron horrorizados por las prácticas utilizadas por los sacerdotes Mayas. Los templos aparecían manchados con la sangre de miles de víctimas de los rituales religiosos donde el Ah Nacom –sacrificador – presto a la orden del Ahuacán “señor serpiente” y máxima autoridad religiosa, abría los pechos de los inmolados para ofrecer el, todavía palpitante corazón del sacrificado, a unos dioses emplumados y feroces.

Aquellos excesos fueron impedidos por los nuevos dioses llegados de lejanas tierras, a golpes de arcabuz y de crucifijo.

Cambió el sistema pero no el objeto. Miles de seres humanos son “sacrificados” diariamente por las consignas de los iluminados que creen estar inspirados por alguna deidad o por alguna idea política a la que, no sólo ellos, que son sus adoradores, si no todos los demás estamos sometidos. Y me es igual referirme a designios divinos o a pesadillas terrenas. Nadie está absolutamente equivocado, pero nadie está en posesión absoluta de la verdad, sencillamente porque cada uno tenemos nuestra propia realidad.

[Benditos sean los que mueren por ayudar a otro ser humano]

Pero hay verdades que son universales y eternas. La libertad y la justicia son dos de ellas. La primera empieza y termina en el umbral de otras libertades; yo seré libre si mi entorno es libertario. No en el sentido anarquista de la supresión de todo gobierno y de toda ley, en el sentido de respeto de unas normas de convivencia que me permitan ejercer mi facultad de obrar y de responsabilizarme de mis propios actos de cara a los demás que también tienen sus derechos.

Si en nombre de una historia del medioevo, de la supremacía de una raza o de una religión, vienen a quitarme mi libertad, incluso a privarme de la vida, me río yo de la nobleza de cualquier causa por muy atractiva que resulte para otros. Si tan hermoso es el propósito, sin tan sublime el objetivo; si es tan divina la intención, que hagan como los antiguos mayas y se sometan voluntariamente ellos – los creyentes – a tan glorioso sacrificio. Pero cuando la bomba, la metralla asesina o el tiro en la nuca se destina a inocentes en nombre de libertades o justicias de dudosa credibilidad, la intención, además de asesina es cínica.

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Admiro aquellos que se sacrifican estilo bonzo para reivindicar sus derechos. Benditos sean los que mueren por ayudar a otro ser humano, para conseguir un mundo mejor o para defender libertades y verdades universales. Pero aquellos que matan para imponer su verdad, su religión o su ideología, amparados en una sociedad que en la defensa de las libertades individuales les garantiza su propia defensa y les da oportunidad de expresar sus opiniones y su filosofía, no merecen el respeto de los amantes de la libertad, aunque – y esta es la gran y bella contradicción de la democracia – sí merecen la consideración y el perdón que ellos no darían.

[…pero el destino que decida el Pueblo, no una minoría iluminada y de incierta sabiduría]

Ante el asesinato vil y cobarde, aunque sea en defensa de algo sagrado para el asesino, uno se pregunta si aquella noche podrán conciliar el sueño los criminales, si después de una frugal cena, regada –eso sí – con Vega Sicilia, se puede dormir tranquilo. Y les voy a contestar: sí; porque los homicidas saben que la sociedad, tan injusta con sus reivindicaciones, tiene los mecanismos para proporcionarles unos recursos legales a los que los verdugos nunca renuncian, ni a las pensiones del Estado opresor, ni a los recursos económicos de los “colaboradores”.

Evidentemente la Historia está cargada de injusticias, muchos pueblos han sido sojuzgados y humillados por otros y por supuesto – y no es una contradicción con lo que escribo – tienen derecho a elegir su propio destino; pero el destino que decida el Pueblo, no una minoría iluminada y de incierta sabiduría. Si existen los medios democráticos para expresar opiniones y líneas políticas, ¿por qué no utilizarlos? ¿Acaso se teme al fracaso? o tal vez se tema más al posible éxito. Porque cuando las pistolas enmudecen hay que sujetarse los machos y empezar a trabajar por el Pueblo y para el Pueblo, sea del tipo que sea su RH. Hay que dar soluciones a estos problemas cotidianos tan aburridos y tan vulgares como construir carreteras o regular la inmigración.

Nada más patético que ver a un heróico asesino de antaño ejerciendo de funcionario en una ventanilla de información al público. ¿Se los imaginan rellenando un formulario para pedir tres días de moscosos para el puente de la Inmaculada?