Según el historiador Martín de Navarrete en el año 1535, hallándose Francisco Pizarro en las proximidades de Lima (la Ciudad de los Reyes, de los españoles), pidió a Hernán Cortés que le ayudase a librarse del sitio en que le mantenían los indígenas. Cortés le envió, desde el puerto de Acapulco, la nao Santiago y el patache Trinidad. En la primera iba como capitán de la nave y de la empresa Hernando de Grijalva, mayordomo (una suerte de administrador) de Cortés, que rondaba los 40 años, siendo el maestre el genovés Esteban de Castilla y piloto el portugués Miguel Noble. En el patache Trinidad , de 90 toneles, se embarcaron el capitán Fernando de Alvarado, de 26 años, Juan Martínez (maestre y piloto) y un contramaestre marsellés cuyo nombre desconocemos.

Unos cincuenta días después del Domingo de Resurrección, tocaron los barcos en el puerto ecuatoriano de Manta, y poco después en el peruano de Paita. Pizarro, ya vencedor de los indios, los despachó al cabo de tres meses con ricos presentes para Hernán Cortés. El patache inició y continuó la travesía hacia Nueva España; pero Grijalva, cuando la nao Santiago se hallaba a doscientas leguas de la costa, resolvió intentar el descubrimiento de nuevas tierras en el Pacífico. Su gente se opuso a tal propósito, alegando la escasez de jarcias y provisiones para tan larga navegación. Sin embargo, se impuso la tenacidad del jefe.

En las primeras semanas caminaron prácticamente sobre la línea ecuatorial, pero al no hallar islas tentaron las latitudes de 13° al S; y 24° al N., sin mayor fortuna. La falta de agua y víveres, así como algunas averías en el aparejo, les decidieron a iniciar el regreso a Nueva España. Habían transcurrido varios meses. Vientos fríos y chaparrarrones les impidieron avanzar y forzaron un racionamiento angustioso. Grijalva propuso insistir en el tornaviaje, pero finalmente prevaleció la opinión de los más: poner rumbo a las Molucas sin apartarse de la equinocial. Habían muerto el piloto Martín de Acosta y muchos otros tripulantes.

Muerte de Grijalva

Iniciada la derrota hacia el Maluco “el mismo capitán adoleció de las piernas y a los treinta o cuarenta días falleció”. Sin embargo, en una relación del viaje de Ruy López de Villalobos a poniente, redactada por García Escalante, al referirse al hallazgo de unas islas próximas a las de los Mártires (distantes 300 leguas del Maluco), se nos dice: “En estas islas se perdió un navío del marqués del Valle (Hernán Cortés) en que venía por capitán Grijalva, al cual mataron los marineros”. Un crimen que no parece imposible, a la vista de las discordias entre el temerario jefe y sus hombres.

El maestre genovés, Esteban de Castilla, tomó sobre sí los cargos de capitán y de piloto. Diez meses escasos después de iniciada la navegación, recalaron en “unas islas que llamaron los Papuas”, y que no pudieron tomar por falta de viento. Según la repetida relación, los portugueses estimaron que estas islas coinciden con las que ellos llaman de don Jorge Meneses, quien invernó aquí cuando descubrió el Maluco o las Molucas, y que distan como 200 leguas de estas últimas.

Itinerario seguido por la nao Santiago.

La nao Santiago subió ligeramente hacia el Norte y surgió en la isla de Quaroax. Dos días más tarde prosiguieron la marcha y hallaron la Meuncum y algunas otras. Aquí murió gran parte de la gente, mientras que los supervivientes “andaban a cuatro pies”, por lo que, imposibilitados para marinar la nave, la vararon en la bahía de Savaym, en la desembocadura de un río. Sólo doce hombres pudieron embarcarse en el batel con ánimo de alcanzar las Molucas. En una isla próxima sostuvieron refriegas con los naturales, y sólo quedaron con vida el contramaestre Miguel Noble (autor del relato), un joven apellidado Camacho y el mulato Juan Prieto, al último de los cuales mataron los isleños.

Procedencia del término “papua”

Otro relato de esta expedición procede del historiador portugués An-tonio Galváo, muerto en 1557, que fue gobernador de las Molucas. Según él, la nao española descubrió en 2° de lat. N. la isla Asia, como a 500 leguas a levante de las islas del Clavo. Igualmente halló otras que llamaron de los Pescadores y, más al Sur de la línea, las de Aiu, Apia y Gebi. En el hemisferio boreal, fondearon luego los españoles en la de Bonoa, y volviendo nuevamente a latitudes australes, descubrieron las Manipa y Buru. “Todas estas islas —escribe Galváo— son de gente negra, cabello rizado, a quienes los de Maluco llaman papuas; la mayoría comen carne humana, son grandes hechiceros y tan dados a los diablos, que andan entre ellos como compañeros”.

Finalmente, el historiador lusitano —ilustrado por los supervivientes que consiguieron llegar a su jurisdicción— añade que nuestra nao Santiago, a un grado de latitud septentrional y a unas 40 ó 50 leguas de Ternate, halló las islillas de los Gueles, cuyos habitantes “son de color bazo y de cabellos lacios, como los moluqueños”.