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Hasta hace unos días, cuando alguien buscaba Guerra de Crimea (1853-1856) en Google, el buscador lo tenía fácil. Sin embargo, la inestabilidad en aquella región del Mar Negro ha hecho que entre los resultados se cuelen las noticias sobre el riesgo de un nuevo enfrentamiento entre Rusia y occidente. Una escalada de tensión que una vez más sitúa a Crimea en el centro de las miradas de la prensa internacional. Qué distinto el trabajo que hoy en día hacen los esforzados enviados especiales del que en el siglo XIX realizó Sir William Russell, para muchos el padre de la corresponsalía de guerra.

A pesar de infamias como la de Ceuta, de sainetes como el de la medalla a la Virgen del Amor o de despropósitos como la reforma de la Ley del Aborto, cuando uno sale de España descubre que todavía hay cosas de las que podemos sentirnos orgullosos los españoles. He aquí la crónica de mi reconciliación con la Marca España; no la del ministro Margallo, sino la mía, mi Marca España.

Las sangrientas imágenes que llegan desde Ucrania conmocionan a occidente, cuyos líderes ya han brindado su apoyo a los manifestantes que pretenden alejarse de la influencia rusa y aproximarse a Europa. En 1956, los húngaros intentaron algo parecido, pero los líderes occidentales que los jalearon miraron para otro lado mientras sus protestas, al igual que ha ocurrido en Kiev, eran brutalmente reprimidas bajo la larga sombra de Moscú. ¿Qué hará occidente en este caso? ¿Volverá a traicionar las esperanzas que él mismo generó en un pueblo oprimido?

Como la famosa novela, Italia se ha visto sacudida por un nuevo episodio de inestabilidad política provocado por los egos personales y las debilidades internas del centro izquierda. Esta vez ha sido la gran esperanza del Partido Democrático, Matteo Renzi, quien ha puesto su granito de arena para ahondar en el descrédito de la clase política italiana, una de las pocas en Europa occidental que aún puede dejar en buen lugar a la española.

Qué poco original sería tratar en estas líneas los problemas de la infanta Cristina. Si algo ha marcado la actualidad informativa del fin de semana, tanto en España como fuera de ella, es la declaración de Su Alteza Real en los juzgados de Palma de Mallorca como imputada dentro del ya inabarcable caso Nóos. Claro que en otros países el interés por este asunto se diluye, pero aún así el hecho, nunca común, de ver a la hija de un rey respondiendo de sus actos ante la justicia es algo que despierta la curiosidad y, por qué no admitirlo, el morbo de los pobres mortales de todo el mundo. Por ello, seguirán corriendo ríos de tinta y minutos de diarios radiados e informativos televisados.

Aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, tuvo a bien el PP que esta ciudad acogiera el pasado fin de semana su Convención Nacional, un cónclave que reunió a más de 2.000 delegados de toda España y que sirvió para enriquecer al sector turístico local, muy afectado por la crisis, si bien habría que descontar antes de echar las campanas al vuelo lo que nos costó el generoso dispositivo de seguridad con el que se blindaron los alrededores.