Fueron 109 países los que participaron en la Conferencia Diplomática para la Adopción de una Convención sobre Bombas de Racimo, en la que nació un tratado por el que todos los países firmantes se comprometen a no elaborar, producir, adquirir de cualquier modo, acumular, almacenar o transferir a nadie, directa o indirectamente, armamento de racimo. Así como a no ayudar, promover o incitar a nadie a participar en cualquier actividad prohibida a un Estado parte en virtud de la presente Convención.

En el tratado no se han permitido tiempos de transición para la eliminación de las bombas de racimo que posea cada país y tampoco ningún país firmante puede expresar reservas sobre los puntos determinados en el Tratado.

Por el contrario el Tratado establece de forma indiscutible los plazos y las medidas más apropiadas para la destrucción de los arsenales, deberá de ser lo antes posible con un plazo no mayor a 8 años a partir de la firma.

Otro apartado muy importante y reforzado del Tratado versa sobre la asistencia a la victimas, en el que se expresa la obligación de proporcionar asistencia médica, rehabilitación y apoyo psicológico todo ello apoyado en un plan nacional propio de cada país firmante con calendarios y presupuestos bien definidos.

El tratado no deja de lado un tema muy destacado que es la transparencia en todas las operaciones. Cada Estado deberá de entregar un informe detallado de la situación de su arsenal y sus características técnicas, los programas de reconversión, el desmantelamiento de las fábricas y todas las maniobras realizadas, en un plazo no superior a los 180 días después de la firma del mismo. Dicho informe deberá de ser actualizado anualmente.

No cabe la menor duda que nos encontramos ante uno de los mejores TRATADOS que hemos podido decidir en la historia de la guerra del mundo, no obstante la nota discordante la ponen los grandes ausentes en el Tratado: Estados Unidos, China, Rusia, Israel, India y Pakistán son los grandes fabricantes y distribuidores de éstas armas de que destruyen la vida del 98% de la población civil en una guerra declarada.

Tras 40 años de sufrimiento en todo el mundo, el Tratado representa un momento realmente histórico que conllevará un cambio en la vida de muchos afectados y que evitará que haya más víctimas en el futuro. Hay que tener en cuenta que los firmantes son grandes productores de bombas racimo como Reino Unido, Alemania o Francia sin olvidarnos de los países de Latinoamérica y África. Juntos representan el apoyo político suficiente para que el Tratado sea una norma internacional y represente la futura adhesión del resto de países fabricantes de destrucción masiva.

Sentar precedentes con este tipo de tratados es lo que deberían de hacer todos los gobiernos que decidan dar un gran paso para la humanidad, la unión siempre ha hecho la fuerza y la vergüenza de quedar el último ante este tipo de decisiones no es lo más recomendable para ser el representante de una potencia mundial.

Una vez más queda constatado que es el pueblo, la sociedad, la que tiene el poder en sus manos, pues el Proceso de Oslo por el que se ha movilizado dicho tratado, ha conseguido que se realicen grandes decisiones y avances políticos que salvarán a millones de personas de una muerte segura y de múltiples mutilaciones…