George es una de las altermundistas más combativas y reputadas. Ha prestado sus servicios a la FAO, UNESCO, UNICEF o Greenpeace Internacional, y es presidenta de honor de la Asociación para la Tasación de las Transacciones Financieras y Ayuda a la Ciudadanía (ATTAC), una entidad que persigue el control democrático de los mercados. Este año regresó a España, país al que conoce bien, para presentar El Informe Lugano II (Deusto). Si en la primera entrega se nos contaba el modo en que los poderosos del planeta manipulaban a su antojo los mercados y las sociedades enmascarados tras una aparente democracia, ahora el propósito de estos poderosos es más siniestro: dinamitar la democracia misma.
Han pasado más de once años desde que publicó la primera parte de este informe. En este tiempo, ¿no ha habido un pequeño despertar, una toma de conciencia, una mejora siquiera sucinta del estado de las cosas?
No. La situación ha empeorado, en todos los ámbitos, las finanzas se han colapsado, las desigualdades se han incrementado, las libertades y los derechos de los ciudadanos se han restringido, la democracia cada vez lo es menos, el medio ambiente se resiente, el consumismo gana esclavos cada día… Si quedaba alguna duda, se ha despejado en esta crisis. Los Gobiernos podían haber actuado de otra manera, pero decidieron apostar por los bancos en vez de por las personas, y los rescataron a ellos, no a nosotros. Y recompensó a quienes habían creado el problema.
Una de las posibles soluciones que usted plantea es la reorganización civil. Sin embargo, existe un enemigo de las libertades aún mayor que los mercados financieros: el miedo. ¿Es legítimo el miedo, a perder el trabajo, la casa, incluso cuando lo que nos jugamos en el futuro?
Cuando la gente tiene algo que perder, siempre surge el miedo, y el sistema capitalista sabe manejar a la perfección ese miedo de los ciudadanos. Cuando los ciudadanos avanzan en la consecución de derechos, incluso cuando ejercen ciertos derechos libremente, el capitalismo se encarga de esparcir ciertas dosis de miedo. El miedo llega de manera individual y colectiva. Si a eso le añadimos que si desaparece la democracia, y lo está haciendo, las personas nos sentimos desamparadas y el miedo es brutal, porque sientes que no hay nada que te proteja, ni siquiera lo que debería hacerlo siempre, la ley, la justicia.
Pienso en los centros neurálgicos de poder como Davos o la Mesa Redonda de los Industriales Europeos. ¿Qué les mueve, la codicia voraz, la impericia supina o la maldad calculada?
De manera individual tienen mucho dinero, sin duda, pero grupo todavía les queda mucho por hacer, y lo peor es que están consiguiendo sus propósitos. Ellos utilizan la expansión de la globalización como una excusa para invertir como quieran, donde quieran y durante el tiempo que estimen necesario, sin importarles el medio ambiente o la sostenibilidad del país en el que invierten. No quieren reglas, no admiten que nadie ni nada les diga lo que pueden o no hacer.
Es decir, quieren esclavos.
En cierta manera. Por eso, en los últimos tiempos, con la excusa de la crisis los derechos de los ciudadanos se han rebajado. Los sueldos se han reducido, la capacidad de acción de la sociedad se ha visto socavada… Ellos, Davos, tienen algo bueno de lo que deberíamos de aprender la sociedad civil, la unión. Saben lo que quieren y pelean juntando sus fuerzas.
¿No hay siquiera fisura alguna entre ellos?
Las posibles diferencias que surgen entre esos poderosos quedan relegadas a su principal propósito, que es preservar a toda costa el sistema capitalista. En el fondo, casi estoy segura de que creen que hacen lo mejor, de que consideran que su labor es necesaria.
Sin ánimo de incordiar. Si ellos creen estar en lo correcto, ¿cómo sabe usted, que también considera que su proceder es el mejor, que no está equivocada?
Porque la postura que defiendo es la que persigue el bien común, erradicar las desigualdades, que más personas vivan mejor…
Pero, ¿podemos enmendar la plana?
Si no creyese que esta situación tiene solución, habría tirado la toalla. Pero tenemos que ejercer plenamente como ciudadanos, comprometernos con el tiempo que nos ha tocado vivir, actuar en consecuencia con nuestro modo de pensar… Y, por supuesto, exigir a nuestros políticos que acaben con las desigualdades.
La última vez que visitó nuestro país afirmó que los españoles y los griegos estaban siendo utilizados como cobayas para comprobar el aguante de la ciudadanía. ¿Hasta cuándo va a durar el experimento? ¿Queda mucho más por soportar?
En España, aunque la situación todavía no es predecible, se están aplicando medidas económicas restrictivas que empeorarán la situación aún más. El Gobierno de España desde luego que está dispuesto a mantener el pulso, pero no sé por cuánto tiempo más podrán seguir así los ciudadanos. Éstos muestras su rechazo, salen a la calle, se manifiestan. El caso de Grecia es distinto, es mucho más extremo, y ahí sí que estamos asistiendo a un terrible experimento y nadie hace nada, ningún otro país europeo acude a su ayuda. Simplemente observamos. Grecia es un ejemplo más, y esto me interesa recalcarlo en esta revista, que por su nombre remite a los grandes valores del ser humano, de cómo los inocentes son tratados de culpables y de que quien tiene responsabilidades no sólo no es juzgado, sino que sale impune.
¿Algo útil que haya aportado la globalización?
Sí, por supuesto. Por ejemplo, el intercambio cultural. La globalización de la cultura es un fenómeno importantísimo, el tráfico de ideas reporta una maduración del conocimiento, ensancha la creatividad y estimula el pensamiento. Además, nos protege de las formas más primitivas del autoritarismo.
¿Es descabellado establecer una correlación entre la crisis de valores, ese alejamiento espiritual del que tantos hablan, y esta voracidad económica?
No hablo nunca de espiritualidad ni de religión porque entiendo que es una cuestión privada, personal, que afecta a cada uno, pero de la que es complicado hablar en términos generales. Desde luego, yo no soy quien para hacerlo. Es algo que excede mis competencias.
¿Hasta qué punto el daño causado al planeta es irreversible?
Después de tantas tropelías cometidas, los expertos están comenzando a centrar su discurso en la manera en la que se podemos proteger al ser humano, especialmente a los más vulnerables, del cambio climático. Creo que eso permite hacerse una idea de cómo están las cosas en cuanto a impacto medioambiental se refiere. Europa debería liberar esta batalla con más empeño, introduciendo tasas sobre el CO2, promoviendo las energías renovables y demostrando que el crecimiento no es incompatible con la responsabilidad.
Aunque esté afincada en Francia desde hace décadas, ¿satisfecha con Obama?
Voté por él, aunque no estoy de acuerdo en algunas de sus prácticas políticas.
Esther Peñas | Fotografía: Adriana Pujol
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