Explica cómo esas pedantes obras de diseño llamadas edificios inteligentes están produciendo en las extremidades inferiores de los administrativos que trabajan en ellos un misterioso síndrome de hemiatrofia en forma de media luna, con alarmante desaparición de grasa. Cuenta que mientras en nuestra amada patria los que van de modernos aún proponen que en cada pueblo haya un gigantesco emisor wifi para todo el mundo, en los países realmente vuelos, como Francia, están haciendo el camino de vuelta y las ondas han desaparecido de la biblioteca nacional de París, donde todas las conexiones son por cable.
Tanto mi casa cono mi despacho están atravesadas no por las ondas del vecino, sino por una maraña impenetrable de esa basura invisible, así que en el piso donde vivo organicé una reunión de la comunidad de propietarios para dirigirles una petición muy modesta y fácil de conceder: que si tenían el ordenador cerca del router se conectaran por cable (muchas personas desconocen el peligro de las ondas wifi y trabajan con ellas a un palmo de la fuente incluso cuando podrían usar un cable) .
En la reunión expliqué que el efecto nocivo de las ondas es inversamente proporcional a la distancia a la que nos encontramos del router y que el daño es acumulativo, por lo que debían tener especial cuidado con los bebés. Además les entregué personalmente fotocopias del libro.
También dejé una copia para cada vecino del piso donde tengo el despacho y a continuación esperé a los resultados. Y los resultados fueron desoladores porque en los días siguientes la maraña de ondas de los vecinos del piso y del despacho se mantuvo igual.
Opino que es innecesario mezclar el agua con Fluor para volver idiota a la población: Silvio Berlusconi, con su programación tan comitiva como adictiva en tele 5 y Cuatro, se basta y sobra.
No soy aficionado a insultar, excepción sea hecha del gobierno, pero considero que estos conciudadanos nuestros son unos completos necios, y que esa necedad del que ni sabe ni quiere saber, esa rematada estupidez del que no quiere problemas y se deja llevar, esa indiferencia ante lo que sea, no solamente evidencia que nos encontramos ante un ejército inmenso de zoquetes sino que dibuja una situación terrible en la que ese gran colectivo de tontos que sólo ansían seguir siéndolo son como un pedrusco que todos y cada uno de nosotros nos hemos atado a un pie y nos arrastra mar adentro, hacia el fondo marino y hacia nuestro fin como sociedad de hombres libres.
Basta ya de creer o decir que todo el mundo es bueno. En la imbecilidad también hay culpa.
José Ortega es abogado y autor del blog manifiesto 2012
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