Si atendemos al ritmo de vida actual, en el que no se hace un uso eficiente de los recursos naturales y las emisiones contaminantes aumentan, hablamos de una auténtica utopía. Lo alentador es que aún podemos revertir esa situación y empezar a respetar los límites naturales.

La Unión Europea lleva años trabajando para conseguirlo, a través diversas iniciativas destinadas a proteger nuestro capital natural, estimular la innovación y fomentar un uso eficiente de los recursos para garantizar un respeto absoluto de los límites naturales de la Tierra. Para ello, se centra en mejorar la aplicación de la legislación, aumentar la información sobre el medio ambiente, incrementar las inversiones en I+D+i y gestionarlas de una forma más óptima, y lograr una integración completa de requisitos y consideraciones medioambientales con otras políticas.

Con todo lo anterior, sentaremos las bases de un futuro más eficiente y unas ciudades más sostenibles, algo esencial si tenemos en cuenta que para el año 2020 el 80% de los habitantes europeos vivirán en zonas urbanas y periurbanas. Además, deberán enfrentarse a desafíos medioambientales a escala mundial, como el cambio climático, un gran conocido que seguimos tratando como un desconocido. Por eso, los acuerdos como el de la Cumbre de París, donde los 195 países participantes ratificaron un acuerdo para limitar el aumento de la temperatura –que la media a final de siglo no supere los 2 grados−, son importantes, porque muestran una mayor concienciación.

Vamos por el buen camino, pero los esfuerzos se tienen que multiplicar y el reciclaje y la valorización de recursos jugarán un papel fundamental, muy especialmente el de los residuos eléctricos y electrónicos. La razón es sencilla, hoy prima tener el último modelo de cualquier dispositivo tecnológico y su evolución es vertiginosa. Solo en España, cada año se ponen en el mercado más de medio millón de toneladas de aparatos eléctricos y electrónicos de uso doméstico, por lo que al menos 225.000 toneladas de este tipo de residuos deberían ser gestionadas correctamente.

El reto es que todos se gestionen de una manera adecuada, lo que implica indagar en el residuo para que tenga una segunda vida o, en su defecto, para recuperar y sacar el máximo partido a algunos de sus componentes, altamente valiosos para, por ejemplo, fabricar un nuevo dispositivo. Esto se traduce en un ahorro de recursos y energía.

Y ese es precisamente el desafío: hacer una óptima gestión de los residuos eléctricos y electrónicos. Igual que con las emisiones, debemos ser capaces de reutilizar, reciclar y valorizar todos los residuos que generamos. Es una de las palancas que nos permitirá preservar el planeta del mañana y convertir la utopía del principio en una realidad.

Rafael Serrano