Somalia es tal vez el país que más asociamos a la palabra hambre. En 1993 desembarcaron los marines estadounidenses y desde entonces apenas se habla de este país que lleva 14 años en guerra y en el que un 70% de su población carece de agua potable o servicios sanitarios. «La situación de Somalia es una de las peores del mundo», sostiene Unicef. Uno de cada siete niños muere de forma prematura y se cuentan por miles las mujeres que fallecen durante el parto. La cooperación internacional tiene dificultades para llegar a causa del clima de violencia que existe en la región.

En Liberia, la guerra tribal que estalló en el verano del 2003 derivó en una crisis de grandes proporciones. Los ataques brutales han provocado que más de 300.000 personas huyeran a otras zonas más seguras. El conflicto arranca desde comienzos de los noventa pero apenas ha centrado la atención internacional. Hay 30 médicos liberianos para atender a tres millones de personas y casi tres millones de personas en extrema pobreza.

En la República Democrática del Congo, el pasado año hubo más de 150.000 personas huyendo a causa de una guerra interminable. MSF denuncia, igualmente, la precariedad de los servicios médicos y la falta de agua potable. Hay cerca de tres millones y medio de desplazados o refugiados y unos 17 millones de congoleños con hambruna severa. Y la batalla no parece tener fin.

En Corea del Norte, se han producido en los últimos meses, algunos avances en materia de derechos humanos y de cooperación con Naciones Unidas. Eso y la sospecha sobre su programa de armamento nuclear ha ocultado la tragedia diaria que viven sus 22,5 millones de habitantes. Una población reprimida y con necesidades primarias no cubiertas. Otro problema es que la dictadura de Kim Jong II no permite garantizar la distribución de la ayuda internacional.

Uno de cada diez niños en Etiopía no llega a cumplir su primer año de vida. La prolongada sequía ha acabado con vidas humanas, cosechas y ganado. La hambruna y las emergencias sanitarias derivadas de la propagación del sida, la tuberculosis, el paludismo y la malaria han colocado a este árido país del cuerno de África en una situación límite. Pero no es noticia para la televisión. La esperanza de vida de un etíope no llega a los cincuenta años. Los recursos económicos de las familias, denuncia Unicef, ya se agotaron en crisis precedentes.

Una década de enfrentamiento extremo con Rusia ha provocado que más de 200.000 personas tengan que desplazarse en Chechenia e Ingusetia y buscar acomodo en tiendas de campaña, vagones de tren o almacenes a la intemperie con temperaturas de veinte grados bajo cero. Pero la ONU no considera un conflicto armado esa crisis en el este europeo. Cerca del 90% de los exiliados tienen algún familiar muerto en la guerra, según Médicos Sin Fronteras. Arrestos y desapariciones son algo común mientras se fuerza el traslado continuo de la población civil. Una situación que amenaza con agravarse.

Uganda, llamada la “perla de
África” por sus recursos naturales y potencial turístico, junto al bello lago Victoria, ha tenido que soportar en el pasado 18 años de violencia que ahora intenta superarse. Aunque siguen presentes las secuelas económicas y el miedo entre sus ciudadanos. De los cientos de miles de personas que se vieron abocados al exilio, 1,6 millones viven hoy «en condiciones miserables», según MSF. Hay más, los casos de niños convertidos en esclavos sexuales, raptados por los rebeldes del Lord’s Resistance Army.

Casi 200.000 muertos se cobró en Burundi una guerra prolongada durante casi nueve años. Provocó una destrucción de infraestructuras básicas de comunicación lo que, sumado a la intensa sequía, ha provocado que su población esté expuesta a enfermedades, traumatismos y éxodo. El intento de reconstrucción tras el conflicto bélico tampoco ha garantizado el acceso a la sanidad porque hoy se cobran tasas a los pacientes. Algo imposible para el 99% de los habitantes, que disponen de menos de un dólar al día.

“Una de las mayores violencias que puede ejercerse es el olvido”, dice Federico Mayor Zaragoza. Es preciso tener presentes a tantos seres humanos que resultan invisibles en las agendas de los poderosos.