De las cuatro piezas que pintara Munch, dos de ellas fueron robadas en años distintos y ambas recuperadas por la policía tiempo después. Durante este lapsus cesó el grito del óleo de Munch, por lo menos para los miles de sus asiduos visitantes. Sin embargo, el terrorismo es algo incesante y periódico que viene a robarle protagonismo a los cuadros de Munch. Porque el terror es el mismo pintado en la cara de  cualquiera  de los damnificados, pero sin el colorido del maestro noruego.

El forzado paralelismo entre la obra de arte y los atentados de Ankara – ya habituales en la capital turca -, y de Costa de Marfil, o los de principios de mes en Irak, los del mes pasado en Damasco o los de enero en Burkina Faso, está en ese ser que grita con desespero entre brumas de colores rojizos y azules. Pero lo más turbador del lienzo son esos dos hombres de gris oscuro que observan indiferentes y desde cierta distancia la aflicción del supuesto protagonista. Nadie sabe quiénes son y el porqué de su contemplativa actitud.

Lo mismo ocurre con el terrorismo, sabemos de inmediato o al día siguiente que facción de Al Qaeda, de los grupos armados kurdos o de cualquier otro grupo de fanáticos  reivindica la acción, pero nunca prestamos atención a los hombres de gris que contemplan, desde el puente, los efectos del terror en el rostro de las víctimas. Nadie sabe en realidad quién maneja, suministra las armas o infunde consignas a los exaltados y a quienes benefician sus atentados. Lo importante para ellos es seguir vendiendo armas y explosivos, sembrar el terror o desestabilizar una zona, mientras dan una apariencia de normalidad embutidos en sus gabanes y tapados con sombreros; todos grises, negros, oscuros como sus mentes. Sus marionetas son los grupos y agentes terroristas: simplones de mente, pegados a creencias obsoletas, exaltados, fanáticos e ignorantes; carne de cañón para los fines inconfesables de los hombres de gris.

Recuerden la pintura de Munch: alguien grita de angustia, de miedo, de terror, mientras otros observan impertérritos la situación. Ni siquiera han tenido que apretar el gatillo o poner el explosivo, tampoco reivindicar en nombre de ningún dios o de alguna patria. Están al margen de todo y de todos, excepto de su propio beneficio.