Rebuscando entre las cenizas de un volcán enrabietado me topé con un atisbo de vida, me pareció ver a la Esperanza vestida de malva, observando a los cuervos inquietos, encontrándome, de improviso, con tus pisadas y las mías cuando por los descampados solíamos andar descalzos, en las primaveras que vestían de corto y cuando el sol nos marcaba los pasos, acompañados por los sonidos que emitía el barranco. Creíamos entonces que nos acompañaba y le hablábamos y él nos contestaba; curiosamente escuchábamos las mismas respuestas.

En aquel entonces no nos preguntábamos la razón de tal enigma pues lo veíamos tan cercano, tan nuestro, que incluso roncaba cuando decidíamos echar una siesta sobre el verdor que todo lo inundaba, escuchando las aguas que refrescaban su cauce, mientras solo nos observaba el Silencio.

Pasados los años, cuando las aves se habían ido a otro lado, volví sobre mis pisadas, sin ti, encontrando en el sendero ausencias que emitían quejidos, salidas desde debajo del asfalto. Llegaba al barranco, una vez más, pensativo y deseoso de encontrarte, y me sentaba en las Tres Piedras que otrora me señalaran el camino, sabias y siempre atentas a darme consejo, como la Atalaya que vigilaba desde la torre de los Átridas, mientras leía a Esquilo, haciéndoseme realidad lo que de mi boca salía, La Orestíada, así te recordé… ¿Por qué estos recuerdos acudieron a mi encuentro? – me pregunté, mientras observaba las cuevas que se dibujaban al fondo, entre los recuerdos que se me hacían transparentes, sobrepuestos a lo que realmente estaba viendo.

Dualidad de mirada, quizá aquí se encuentre la respuesta, ser capaz de razonar entre lo que se te da a escoger, entre lo que ves o crees ver, no desechando nada, disfrutando de los dos principios supremos, sacando incluso del mal el bien que tanto me aporta, y sentí la compañía de Pierre Bayle, recordé su casa, en Carla-Bayle, y sus enseñanzas en las lecturas pues nadie debe imponer nada a nadie. Lecturas y más lecturas, filosofía y poesía para alejar a los malos augurios y disfrutar del razonador criterio.

Quizá por ello fui capaz de abandonar el fango, de alejarme de lo que me pringaba y frenaba, de lo que a mi boca impedía llegar el aire fresco que revaloriza y así poder elegir en la encrucijada, la de las tres esquinas, el camino que me llevó de nuevo a los orígenes, a los que me indicaron el Camino al que siempre he vuelto, sintiéndote a mi lado a pesar de tu ausencia.

Juan Francisco Santana Domínguez es miembro de la Academia Norteamericana de Literatura Moderna Internacional y Director del Capítulo Reino de España.