Desde un punto de vista personal, cada ser humano puede ser lo que juzgue más pertinente, haciendo pleno ejercicio de su libertad, siendo de una ideología u otra, de una creencia u otra… pero desde el punto de vista profesional, NO. El científico debe actuar guiado exclusivamente por el conocimiento permanentemente verificado y contrastado. Igual sucede con el médico y con tantas otras profesiones, que se basan en aplicar con la máxima diligencia e imparcialidad la ciencia y tecnología más avanzada… sea cual sea el partido político en que se milita, sea cual sea su visión social y trayectoria humana.

Y, sobre todo, un juez –cuya representación es la de una balanza con los platillos exactamente situados al mismo nivel y los ojos vendados- tiene como misión suprema aplicar la ley, sin atender a influencias de índole alguna. Si considera que una ley debe mejorarse está en su mano y forma parte de sus competencias proponerlo a las instancias legislativas. Pero “interpretar” la ley en virtud de su sesgo político o de otra naturaleza es indebido e intolerable. Constituye un delito antidemocrático.

Esperemos, pues, que las mujeres y hombres que ocupan tan alta misión sean excelentes y adecuados agentes de justicia, sin las lamentables connotaciones actuales de “conservadores” o “progresistas”.